5 de mayo de 2011

Entremeses literarios (CXXX)

LA QUINTA EXTINCION
Angel Olgoso
España (1961)

El asteroide se aproxima a un pequeño planeta. Magnífico en sus dimensiones y en su velocidad vertiginosa, se ha ido desbarbando durante miles de años y sólo ahora el azar le permitirá morir, golpear la corteza del cuerpo verdiazul con una determinación suicida, con un apocalíptico bramido que se propagará al instante a través de su atmósfera. Pero, contra toda lógica, desviado paulatina e imperceptiblemente de su trayectoria, el asteroide roza, sobrepasa el punto de mínima distancia y escapa de la atracción del planeta. Después su estela se pierde en el vacío, en dirección a los sargazos de viejas nebulosas. Para los seres del pequeño planeta no ha sido más que un brevísimo destello, un parpadeo a destiempo, el latido de una vena en la frente del cielo. Ajenos al peligro, indiferentes al artífice de otro posible destino, los dinosaurios no interrumpen sus premiosas luchas, pastan o devoran, procrean, persisten como amos en su mundo armónico, silencioso e inabarcable, mientras los diminutos mamíferos que huronean y se ocultan entre las grietas nunca tendrán la menor oportunidad.


EL SEXO DE LOS ANGELES
Juan Pablo Noroña
Cuba (1973)
 
Sobre el asunto del sexo de los ángeles, se cuenta un ejemplo de la vida del beato Timoteo.
Discutían cierta vez el hermano Heraclio y el eremita Ciriaco esa espinosa cuestión. El monje afirmaba la masculinidad de las criaturas celestes, en tanto el cenobita sostenía la condición hembril. Presente estaba Timoteo, ciego ya por aquellos años. La voz popular atribuía su carencia de visión al deseo del Señor de impedir que su vasta sabiduría creciera aún más y así evitarle las tentaciones de la vanidad. Tras horas sin ponerse de acuerdo, los polemistas pidieron opinión al sabio Timoteo. El suspiró y dijo:
- Conozco el sexo de los ángeles. Pero no debo decirlo a nadie.
Heraclio y Ciriaco le suplicaron tanto, que el sabio explicó sus razones:
- Hace poco tiempo presencié un hecho que no me dejó dudas acerca del sexo de los ángeles. Pero ese conocimiento es un secreto vedado a los hombres, por tanto mi sentido de la vista pecó al proporcionármelo. Y fui castigado con la ceguera. Temo que si revelo esa verdad ahora, ustedes quedarán sordos. Un pecado tal, Dios lo castiga con la pérdida de la parte pecadora. El monje y el eremita, ansiosos por ampliar su conocimiento sobre las cosas divinas, insistieron aún más. Después de mucho implorar, persuadieron al erudito de que les revelara media verdad, pues la mitad de la verdad les bastaba para deducir el resto, utilizando la razón y el entendimiento que Dios les había dado. Y como media verdad no era verdad entera, no perderían el sentido del oído, o quizás sólo de un lado. Timoteo sonrió, y les dijo:
- Está bien. Pero escuchen bien, porque sólo diré una vez que el sexo de los ángeles es el opuesto al de los demonios.
Se dice que poco después Heraclio y Ciriaco enloquecieron.
 
 
EL EXORCISMO
Eduardo Galeano
Uruguay (1940)

Rosario, la hechicera andaluza, llevaba muchos años peleando contra los demonios. El peor de los satanases había sido su suegro. Este malvado había muerto acostado en la cama, la noche que exclamó: ¡Me cago en Dios! y el crucifijo de bronce se desprendió de la pared y le partió el cráneo. Rosario se ofreció a desdiablarnos. Nos tiró a la basura nuestra bella máscara de Lucifer y desparramó una humareda de ruda, mejorana y laurel bendito. Después clavó en la puerta una herradura con las puntas hacia afuera, colgó algunos ajos y derramó, aquí y allá, puñaditos de sal y montones de fe.
- Al mal tiempo, buena cara, y a las hambres, guitarrazos -dijo.
Y dijo que ahora nos tocaba a nosotros, porque la suerte no ayuda si uno no la ayuda a ayudar.


ABUSO DE PODER
Salvador Badía
España (1970)

El fiscal se alzó y se sacudió ligeramente la toga, hecha un higo mientras aguardaba su turno para el alegato final. Se sacudió los hombros y la cabeza y echó una ojeada a sus apuntes: aquello estaba chupado. Sosteniendo una hoja con ambas manos y con voz neutra, comenzó:
- Todo esto se resume en una sola expresión: abuso de poder.
Hizo una pausa teatral ante el expectante auditorio para que el leve eco de la sala recalcara: "...abuso de poder...". Dejó la hoja en la mesa y continuó, enumerando cada punto con los dedos de su mano derecha:
- Otorgó grandes favores y causó gravísimos perjuicios de forma totalmente arbitraria, sin que esté demostrado que ni los favorecidos ni los perjudicados hubieran hecho méritos suficientes para ello. Confundió deliberadamente a infinidad de personas, presentándose ante ellas de forma ambigua, jugueteando con sus sentimientos cruelmente...
El fiscal pronunciaba su breve discurso cadenciosamente: había tenido mucho tiempo para prepararlo y casi se lo sabía de memoria.
- Exigió terribles sacrificios con el único afán de satisfacer su ego y comprobar hasta dónde llegaba su poder. A su vez permitió, toleró abusos abominables en su nombre.
El fiscal hizo una mueca de enojo y, en vez de continuar con una última acusación, replegó los dedos y el puño se alzó firme, agitándolo levemente.
- La Historia tenía que poner a alguien así en su sitio.
Percibió la tensión y disfrutó de ello durante un segundo antes de rematar la exposición:
- ¡Hoy es el día!
La multitud destrozó la sobrecogedora serenidad del lugar con una tremenda aclamación cuando la enorme ola de sensaciones rompió ante la inamovible firmeza de aquellas palabras verdaderas y justas. Así fue como, el Día del Juicio Final, por fin Dios fue juzgado y condenado por sus pecados.


EL CULTO A LA PATRIA
Alphonse Allais
Francia (1854-1905)

Acabo de ver, hace instantes, a un norteamericano que, tras leer en el Gordon Benett Herald una noticia que describía las últimas lluvias en Nueva York, dobló de inmediato las botamangas de su pantalón, aun cuando el suelo, en Niza, estuviera perfectamente seco porque hay un sol radiante.


UN BOLIVIANO CON SALIDA AL MAR
Mario Benedetti
Uruguay (1920-2009)

Nunca he podido confirmarlo, pero dicen que en plena guerra de las Malvinas le preguntaron a Borges qué solución se le ocurría para el conflicto, y él, con su sorna metafísica de siempre, respondió: "Creo que Argentina y Gran Bretaña tendrían que ponerse de acuerdo y adjudicar las Malvinas a Bolivia, para que este país logre por fin su salida al mar". En realidad, la ironía de Borges (siempre que la cita sea verdadera) se basaba en una obsesión que está presente en todo boliviano, ese alguien que siempre parece estar acechando el horizonte en busca del esquivo mar que le fue negado. Tiene el Titicaca, por supuesto, pero el enorme lago sólo le sirve para que crezca su frustración, ya que en vez de conducirlo a otros mundos, sólo lo conduce a sí mismo. De todas maneras, cuando algún boliviano llega al mar, aunque éste sea lejano, siempre se trata de un blanco, nunca de un indio. Hubo un indio, sin embargo, nacido junto a las minas de Oruro, que por un extraño azar pudo alcanzar el mar prohibido. Debió ser un niño simpático y bien dispuesto, ya que una dama paceña, que estaba de paso en Oruro y pertenecía a una familia acaudalada, lo vio casualmente y se lo trajo a la capital, allá por los años cincuenta. Rebautizado como Gualberto Aniceto Morales, aprendió a leer y aprendió a servir. Y tan bien lo hizo, que cuando sus patrones viajaron a Europa, lo llevaron consigo, no precisamente para ampliar su horizonte sino para que los auxiliara en menesteres domésticos. Así fue que el muchacho (que para ese entonces ya había cumplido quince años) pudo ir coleccionando en su memoria imágenes de mar: desde la tibieza verde del Mediterráneo hasta los golfos helados del Báltico. Cuando al cabo de un año sus protectores regresaron, Gualberto Aniceto pidió que lo dejaran viajar a su pueblo para ver a su familia. Allí, en su pobreza de origen, en la humilde y despojada querencia, ante la mirada atónita y el silencio compacto de los suyos, el viajero fue informando larga y pormenorizadamente sobre farallones, olas, delfines, astilleros, mareas, peces voladores, buques cisternas, muelles de pescadores, faros que parpadean, tiburones, gaviotas, enormes transatlánticos. No obstante, llegó una noche en que se quedó sin recuerdos y calló. Pero los suyos no suspendieron su expectativa y siguieron mirándolo, esperando, arracimados sobre el piso de tierra y con las mejillas hinchadas por la coca. Desde el fondo del recinto, llegó la voz del abuelo, todavía inexorable, a pesar de sus pulmones carcomidos: ¿Y qué más? Gualberto Aniceto sintió que no podía defraudarlos. Sabía por experiencia que la nostalgia del mar no tiene fin. Y fue entonces, sólo entonces, que empezó a hablar de las sirenas.


LA CUARTA SALIDA
José María Merino
España (1941)
 
El profesor Souto, gracias a ciertos documentos procedentes del alcaná de Toledo, acaba de descubrir que el último capítulo de la Segunda Parte de El Quijote -"De cómo Don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo y su muerte"- es una interpolación con la que un clérigo, por darle ejemplaridad a la novela, sustituyó buena parte del texto primitivo y su verdadero final. Pues hubo una cuarta salida del ingenioso hidalgo y caballero: en ella encontró al mago que enredaba sus asuntos, un antiguo soldado manco al que ayudaba un morisco instruido, y consiguió derrotarlos. Así, los molinos volvieron a ser gigantes, las ventas castillos y los rebaños ejércitos, y él, tras incontables hazañas, casó con doña Dulcinea del Toboso y fundó un linaje de caballeros andantes que hasta la fecha han ayudado a salvar al mundo de los embaidores, follones, malandrines e hipedutas que siguen pretendiendo imponernos su ominoso despotismo.
 
 
LA PAREJA
Andrés Neuman
Argentina (1977)
 
No huelga indicar que la torpeza puede, en ocasiones, ser fruto de un exceso de sincronización; Elisa y Elías eran sin duda un caso ejemplar. Incapaces de abrazarse sin que sus respectivos brazos izquierdo y derecho chocasen en el aire junto a sus cabezas, ambos despertaban la admiración de sus amistades. Tenían los mismos hábitos. Les gustaba la misma música. Sus opiniones políticas no diferían ni siquiera en lo accesorio: simpatía por tal o cual ministro, fobia hacia este o aquel diputado. Se reían con parecidas bromas, y en los restaurantes cualquiera de ellos podía pedir dos menús idénticos sin consultar al otro. Jamás tenían sueño a horas distintas, lo cual, si estimulante sexualmente, resultaba fastidioso desde un punto de vista estratégico: Elisa y Elías competían en secreto por ocupar primero el cuarto de baño, por el último vaso de leche o por leer antes esa novela que, la semana anterior, ambos habían decidido comprar en su librería predilecta. Teóricamente, no cabe duda de que Elisa podía alcanzar el orgasmo junto con Elías sin ningún esfuerzo; pero, en la práctica, no eran pocas las veces en que acababan trenzados en incómodas posturas, derivadas de su deseo simultáneo de colocarse encima o debajo del otro. Hacen una pareja perfecta; dos medias naranjitas, les solía decir la madre de Elisa, a lo que ambos respondían sonrojándose un poco, y pisándose un pie al adelantarse para ir a besarla. Te odio más que a nadie en este mundo, quiso aullar Elías cierta noche accidentada, sin conseguir que Elisa lo escuchase o, mejor dicho, sin poder distinguir su propia voz de la de ella. Tras un sueño inhóspito, pleno de pesadillas con espejos, desayunaron en silencio y no necesitaron discutir para saber. Aquella tarde, al regresar del trabajo, a ella no le sorprendió encontrarse con la mitad del armario vacío mientras se disponía a llenar sus maletas. Como es natural, Elisa y Elías han intentado reconciliarse en más de una ocasión. Sus teléfonos, no obstante, suelen estar ocupados. Cuando, en cambio, han conseguido fijar un encuentro, tal vez ofendidos por la excesiva demora del otro en dar el paso, ninguno de los dos ha acudido a la cita.
 
 
LECTURAS
Choan C. Gálvez
España (1976)

Es común que los loros hablen. El mío, Lorenzo, también lee. Hoy, sin ir más lejos, ha leído para mí todo lo que a la vista había sobre la mesita del salón: Camel, Bombay, Smoking, The Beatles, Abbey Road, Te dejo.


INVASION
Claudio G. del Castillo
Cuba (1976)

- Querida, no deseo alarmarte pero llegaré tarde a casa. ¡No me lo vas a creer! ¿Sabes de dónde te llamo? De un platillo volador. Como lo oyes, de un maldito platillo volador. Me han abducido unos alienígenas de cuatro brazos, dos cabezas y ojos muy rojos. Juegan bien al dominó, eso sí.
- ¡Horror, cariño, horror! Deben de estar por toda la ciudad pues, en cuanto te fuiste, se coló por la ventana uno muy negro, con huevos como toronjas y un "perico" de dimensiones galácticas. ¡Y el bicho me llevó a las estrellas!