19 de diciembre de 2010

Eva Giberti: "La violencia de género es una conceptualización que viene buscando su lugar hace años"

La doctora Eva Giberti (1929), psicóloga, psicoanalista, asistente social y profesora universitaria argentina, es una de las especialistas en temas de familia y sexualidad más reconocidas del país y probablemente de la región. Licenciada en la Universidad de Buenos Aires, ha escrito una veintena de libros entre los que se incluyen "Adopción y silencios", "Escuela para padres", "Frente al poder no hay garantías", "Incesto paterno-filial", "La mujer y la violencia invisible", "Políticas y niñez" y "Vulnerabilidad, desvalimiento y maltrato infantil en las organizaciones familiares", y otros tantos en colaboración. A lo largo de su extensa trayectoria profesional ha sido convocada como experta de consulta en diversos ámbitos y desde distintas organizaciones, como la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Unicef de Argentina, la Subsecretaría de Desarrollo Humano y Familia de la Nación y el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Actualmente dirige un programa contra la violencia sexual y la trata de personas, para el Poder Ejecutivo de la Nación. La revista "Herramienta" dedicó su último ejemplar a la situación actual de las mujeres latinoamericanas. En ese contexto, con la participación mayoritaria de autoras mujeres, reunió una serie de artículos que abordan temas específicos sobre las mujeres y los géneros: violencia, feminismos, epistemología, movimiento de mujeres en el contexto de los movimientos sociales, entre otros. A modo de presentación, las integrantes del equipo de trabajo a cargo de la elaboración del informe dicen que, "si bien es cierto que para el sistema capitalista la forma de instituir la igualdad entre las personas es a través del marco regulatorio de las leyes -de ahí que gran parte de las luchas reivindicativas incluyan entre sus reclamos la sanción de alguna ley-, no es menos cierta la injusticia que resulta de ofrecer idénticos derechos a personas que han sido socializadas para la desigualdad. En tanto y en cuanto el poder, implícito y explícito, del capitalismo patriarcal actúe sobre la conformación de estereotipos sexuales y de género, incidiendo e inhabilitando la libre elección de roles e identidades, las mujeres no estaremos incluidas, nombradas y visibilizadas en los análisis de la totalidad social. Resultará necesario, entonces, dar cuenta de ello y optar, como instancia política, por mostrarnos en forma segregada, a través de propuestas y acciones específicas que describan y denuncien la forma diferencial en que dicho capitalismo patriarcal incide sobre varones y mujeres". Se incluye en la revista (n°45 - octubre de 2010) una entrevista realizada a la doctora Giberti en la que se habla de víctimas y violencia.


Desde hace muchos años usted trabaja en temas de violencia, en especial de violencia de género.

Una primera salvedad: no acuerdo con seleccionar género para referirse a hombres y mujeres. Si de género hablamos, encontremos el espacio para posicionar a los transgéneros campeones en experiencias como víctimas sin voz durante siglos de diversas violencias. Desde la década del '80 me ocupo específicamente de temas asociados con las violencias de género, lo que me permite una perspectiva singular. Empezando por mantenerme alerta: dichas políticas no pueden desagregarse de las situaciones y condiciones políticas nacionales e internacionales. Los fenómenos de la globalización, por ejemplo, determinaron que las organizaciones turísticas advirtiesen que la explotación sexual de niños y niñas, que ocupaban lugares preferenciales en el Sudoeste Asiático y en el Caribe, se desplazaran hacia el sur del Continente Sudamericano, tomando por sorpresa a las organizaciones que se ocupaban de las víctimas de explotación sexual comercial. La violencia de género (que incluye la violencia contra niñas y niños), es una conceptualización que viene buscando su lugar hace años. No obstante, siempre quedó postergada por el análisis y los proyectos destinados a la violencia denominada familiar o doméstica y otras formas de violencia contra las mujeres. Utilizar esa expresión implica instalar claramente el ejercicio actual e histórico del patriarcado en sus expresiones despóticas.

¿Ha visto alguna evolución, positiva o negativa, en el modo en que la sociedad enfrenta estas cuestiones? ¿Cuál?

Las evoluciones oscilan según las regiones y según las etnias de las mujeres. Es preciso discernir el problema entre las mujeres blancas y las etnias afro en nuestro continente, así como el posicionamiento de las mujeres de los pueblos originarios. Aparentemente existiría un avance en cuanto a la conciencia sobre el tema, en tanto y cuanto se habla del mismo, se legisla y se forman grupos dedicados a trabajar en él. Es decir, el género en cuanto a construcción simbólica. Pero en cuanto al género como construcción en la realidad social, el avance reside en la posibilidad de denunciar en algunas regiones y en determinados casos, pero no en evitar la presencia y efectividad de la violencia de género, presente desde la primera infancia de los géneros. Las golpizas que reciben las niñas, entre los cero y cinco años y entre los seis y diez años, son mayores en cantidad y calidad en relación con la estadística en niños varones. No podría responder si la evolución es positiva o negativa, porque perdería los infinitos matices que el tema convoca. Pero no podría decir que mejoramos por ganar legislaciones. La tendencia continua siendo ejercer esta clase de violencia.


¿Cómo ve la situación de la trata de personas en la Argentina? ¿Cree que ha cambiado algo desde que se sancionó la ley contra la trata?

Este tema corresponde que sea asumido por la coordinadora de la Oficina de Rescate y Acompañamiento de personas damnificadas por el delito de trata. Esta profesional es la que ha avanzado ética y decididamente en la correcta asistencia a las víctimas y ha discutido mano a mano con los jueces durante los primeros meses de sancionada la ley, cuando Sus Señorías aun la desconocían.

¿Qué opinión le merece esa ley?

La ley acerca de la trata de personas es perfectible y además contiene algunos puntos que no debieron sancionarse, por empezar, el consentimiento. Lo que se ignora es que las políticas de palacio suelen ser mucho más poderosas que las recomendaciones de los y las técnicas. Debo informar que fui yo quien introdujo el tema en el Ministerio del Interior, y el ministro de esa cartera decidió ocuparse del tema. Mantenemos algunas diferencias con las opiniones técnicas, que no hay motivos para publicitar hoy ni los hubo entonces. El ministro estuvo decidido a federalizar el delito. No es oportunidad ahora de narrar los detalles y las necesidades por las que atravesamos quienes asumimos la tarea profesional y al mismo tiempo la de funcionarios, que responde a otros códigos. La ley debe modificarse con criterios que resulten de la experiencia y no de fanatismos políticos protagonizados por quienes disponen de discursos o de haber asistido en alguna oportunidad a alguna víctima, pero desconocen el trato con los reclutadores, con los tratantes mafiosos, las formas de ingresar junto con los operativos que encabezan las fuerzas de seguridad cumpliendo una orden de allanamiento, y el trato convivencial con las víctimas dentro del prostíbulo en la inmediatez del allanamiento y durante los días posteriores previos a la declaración testimonial. Ese desconocimiento arriesga proponer una nueva legislación que, aunque bien intencionada, no dispone de información ni práctica en terreno. Es de esperar que la ley que se está discutiendo realmente mejore la actual. Lo que sí hemos conseguido ha sido instalar el tema en superficie, a la vista de la comunidad, de manera seria, desimplicándonos de las políticas agitativas, necesarias sin duda, pero que sólo constituyen la efervescencia del delito.


¿Qué posibilidades reales tienen las víctimas de violencia de género, violación o trata de personas de hacer algo para que se haga justicia y dejar atrás su situación?

Esta respuesta me conduce inevitablemente a reproducir las características del programa que coordino desde marzo de 2006 y a afirmar que, en estos temas, no se realizan las políticas que no se desea poner en práctica. Porque la experiencia concreta nos enseñó todo lo que es posible hacer, cuando hay una decisión política que avale los criterios de las personas con experiencia y profesionalmente entrenadas, con la colaboración de idóneas que pueden aportar lo propio. En cuanto a las profesionales, tanto psicólogas cuanto trabajadoras sociales, precisan recibir un entrenamiento en el Programa, un mínimo de tres meses, para descolonizarlas de la habitual indigestión psicoanalítica con que egresan de las universidades de nuestro país; en las cuales, salvadas sean las excepciones, dictan sus asignaturas de espaldas a la realidad cotidiana, ajenas al estudio de campo. Por otra parte, también cabe subrayar que los programas destinados a la visibilización de las víctimas y a su atención, así como a la creación permanente de programas de prevención, dependen no sólo de los presupuestos, sino de que, en las reuniones, por ejemplo del Mercosur, los representantes de los distintos países se comprometan a sostener dicho Programa, no sólo firmando declaraciones y recomendaciones, sino responsabilizando a sus respectivos gobiernos de lo que se ha firmado. De lo contrario, como venía sucediendo con la trata, los representantes de la Argentina firmaban tratados, convenios y documentos sin que, desde 1925 -Ley Palacios- hasta 2008, las firmas trascendieran lo meramente discursivo. Entre nosotros, el Proyecto Niño Sur, como parte del Mercosur, introduce prácticas destinadas a prevenir violencias contra el género mujer y la niñez, sin que sus propuestas y propósitos sean suficientes a pesar del impulso de sus responsables. Porque en todos los países que forman el Mercosur el tema es secundarizado en relación con las necesidades reales de las víctimas, ya que cuentan con leyes y programas, pero hay escasez de presupuestos y decisiones políticas comprometidas para intervenir en terreno con asistencia concreta (vivienda, subsidio, planes de salud y educación) que las alivien de sus pesadumbres.

¿Cómo ve la relación entre militancia feminista y estudios de género?

La relación entre la militancia feminista y los estudios de género académicos no tendría razón para extremar diferencias. Cuando aparecen, son el producto de individualidades con mayor o menos proporción de posiciones fundamentalistas. Desde mi perspectiva -y habiendo asumido responsabilidades como funcionaria de un gobierno que me ha permitido llevar adelante un Programa desde el cual se ha beneficiado a centenares de mujeres mediante prácticas que jamás habían sido ensayadas, ni siquiera imaginadas- a pesar de estas evidencias, los fundamentalismos atacaron ideológicamente y en sus prácticas a dicho Programa. ¿La razón? En primer lugar, un error grave en la ley de trata que no partió del Programa sino desde el Senado, pero que por razones políticas, de pertenencia a un ministerio, el Programa debió acompañar. En segundo lugar, el gobierno no sanciona la ley referente al aborto tal como se la solicita, de acuerdo con las necesidades de la población y los derechos de las mujeres. En tercer lugar, el Programa trabaja con las Fuerzas de Seguridad (lo cual es considerado por algunas militantes como un pecado mortal, sin entender la necesidad extrema de intentar sensibilizar a sus miembros respecto de los temas que incluyen las violencias de género). Esos tres motivos condujeron a que quienes desconocen cuáles son las alternativas políticas que se juegan en las denominadas altas esferas, y en las que las opiniones de las especialistas son escuchadas pero no necesariamente puestas en práctica, se transformaran en enemigas descalificadoras de todo cuanto se ha logrado -y no es poco- mediante la puesta en acto de un Programa que se ha instituido como modelo político en beneficio de las mujeres víctimas. Demostrando que cuando no se logran los resultados que hemos alcanzado se debe a falta de decisión política de las autoridades. Si se cuenta con ella, es posible llevar adelante políticas de género en defensa de las mujeres. Pero no alcanza con la decisión de un solo ministerio, debe apuntarse a políticas nacionales. Entonces, los estudios de género pueden coincidir con prácticas feministas o no. Pero siempre constituyen una clave para el diseño de políticas públicas referentes a los géneros. Las distintas instancias del feminismo y la multiplicidad de sus posiciones históricamente estudiadas pueden responder a pertenencias políticas partidarias o, por el contrario, negarse a toda participación política partidaria que no responda a sus cánones. Por otra parte, los fanatismos siempre se han constituido en motor de grandes cambios, necesarios por cierto. De manera que tampoco podría abrir una crítica rotunda hacia los fundamentalismos que aportan el oxígeno que un sector del feminismo necesita. Un sector políticamente necesario. Debo aclarar que no sólo no formo parte de ningún partido político, sino que he mantenido y expresado libremente mis opiniones en lo que se refiere a las prácticas del oficialismo cuando no coincido con ellas.