9 de septiembre de 2010

Rafael Alberti: "Un poeta es completo si se sabe lo que piensa políticamente del momento que está viviendo"

Considerado como uno de los más grandes poetas del panorama literario español, Rafael Alberti (1902-1999) fue el último poeta de la Generación del 27. En 1925 publicó "Marinero en tierra", poemario que le valió el Premio Nacional de Literatura, al que siguió en 1929 "Sobre los ángeles", de fuertes tintes surrealistas. A comienzos de la década del '30 militó activamente en política y fundó y dirigió la revista "Octubre". De esa época son "Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos" y "Con los zapatos puestos tengo que morir". Tras la Guerra Civil, después de residir en Francia y Chile, se instaló en la Argentina donde su obra creció de forma decisiva, señalada por el sentimiento del destierro: "Coplas de Juan Panadero" y "Retornos de lo vivo lejano" así lo reflejan. En 1963 fijó su residencia en Roma, ciudad que evocó en "Roma, peligro para caminantes" y, en 1977, regresó a España. "Los hijos del drago", "Poemas del hospital", "Abierto a todas horas", "Versos sueltos de cada día", "El aburrimiento" y "Versos para Altair" constituyen lo último de su producción. En 1983 se le otorgó el premio Cervantes como reconocimiento a su poesía en la que entremezcló el mito antiguo y la utopía del futuro, lo lúdico y lo burlesco, la tradición popular y el surrealismo en una permanente búsqueda de la gracia poética. Cuando cumplió noventidós años recibió en su casa de Madrid al periodista Carlos Aznarez, quien lo entrevistó para el nº 689 de la revista "Acción" que apareció en la primera quincena de mayo de 1995. 


Cumplir años siempre es algo muy especial para un hombre con tantas vivencias como usted; debe ser una suma de imágenes de otras veces tan entrañables como ésta...

Recuerdo los años que había cumplido en la Sierra de Guadarrama, cuando yo iba a acompañar a mi padre, que estaba mal del pecho y aquel clima le sentaba muy bien. Nos quedábamos hasta que entraba el invierno y nos parecía una cosa maravillosa. Tengo un recuerdo muy grato de esas montañas, que eran muy bonitas y tenían unos pinares preciosos.

¿En qué momento se dio cuenta que la poesía iba a llenar su vida?

Yo era un empedernido lector de poesía y además tenía una gran memoria poética, de modo que me encontré escribiendo poesía un poco sin saberlo, como una vocación natural que no busqué de una manera especial. Yo me sabía muchos poemas y muchas cosas de la historia literaria española, así que a partir del año veinte mi vocación poética se manifestó abiertamente.

¿Qué balance hace del aporte de la Generación del 27 a la literatura?

La Generación del 27 es algo muy especial, que se formó en bloque en el año que se conmemoraba la muerte de Luis de Góngora. Nosotros tuvimos una formación muy particular en el gongorismo y conocíamos muy bien tanto a Góngora como a Garcilaso, que fueron nuestros influenciadores más importantes. Yo los conozco muchísimo y me acuerdo de memoria de tantos poemas de ellos que puedo estar recitando noches enteras.

Me acuerdo, en ocasión de su primera visita a Sudamérica, después de treinta años de ausencia, que estando frente al mar en Punta del Este comenzó a recitar a Rubén Darío con una precisión asombrosa...

Es que siempre me gustó la poesía de Rubén Darío, y en aquella ocasión, un poco por la emoción de haber visitado la casa en la que viví con María Teresa León y otro poco por la presencia de ese mar maravilloso, los versos de ese gran nicaragüense me invadieron nuevamente.

Lo suyo con el mar es realmente mágico.

El mar es mágico. Lo que realmente siempre reconozco cuando vuelvo a El Puerto de Santa María es el mar. Ese mar que tantas veces he cantado, ya en masculino, ya en femenino. Me alegra, me acompaña, me entusiasma...

De todos los que ha publicado, ¿cuál es su libro preferido?

"Marinero en tierra", aunque de pronto viene a mí cualquier otro título.

¿Y a qué otras obras le hubiera gustado ponerle su firma?

A las églogas de Garcilaso y a cualquier poema de San Juan de la Cruz.

¿Y la pintura? ¿Es otra de sus grandes compañeras?

La pintura es muy importante y la pasión por ésta me viene por temporadas. Hay veces que siento realmente ganas de dibujar y lo hago hasta cansarme. Empecé siendo pintor antes que poeta y mis primeros versos son sobre el Museo del Prado. Ambas, pintura y poesía, siempre han sido vocaciones paralelas en mi vida. Yo era conocido como copista en el Museo del Prado. Me pasaba horas copiando los cuadros más difíciles. Copiar como hice "La gallina ciega" de Goya fue realmente una hazaña, porque era un tema muy complicado.

Entre todos los premios importantes que ha ido recibiendo con el correr de los años, ¿recuerda alguno en especial?

Hay uno muy particular, el Premio Nacional de Literatura, porque me lo dio Antonio Machado por mi primer libro de versos, "Marinero en tierra", y eso no sólo no lo he olvidado sino que lo vuelvo a poner en cada una de las nuevas ediciones del libro. Siempre me honró la amistad de Machado.

Hace poco trascendió que usted estaba escribiendo una novela erótica...

Yo aspiro a escribir en algún momento una novela erótica porque realmente me gusta ese campo, y lo digo sin ningún ánimo de broma. Me considero un poeta de alto contenido erótico.

¿O sea que va en serio?

Así es. Si uno tiene un temperamento y una determinada visión de momento de la vida y del amor se puede hacer poesía erótica, siempre que no se haga una porquería o una estupidez indecente. La poesía erótica tiene cosas muy bonitas, es una poesía preciosa y en España hay poetas eróticos clásicos que son muy buenos.

Generalmente se traza una línea divisoria en su obra, y se dice o lírica o social: ¿está usted de acuerdo con este planteo?

Yo he hecho mucho tiempo obras de carácter popular. Fui, soy y moriré comunista, fui diputado y he tenido una formación en lo social muy rica. Cuando hacía propaganda por mi candidatura a diputado, apelaba a versos ligeros, entradores. Saqué entonces muchos votos, pero después renuncié porque me fastidiaba ir al Parlamento todos los días, ponerme corbata. En fin, ser muy formal...

Hoy es al revés, el Parlamento (por lo menos el argentino) está lleno de gente que no se preocupa por no asistir a las sesiones y se quedan lo más frescos. Los llaman ñoquis...

Lindo nombre de comida italiana para usarlo con semejantes personajes.

¿Sufrió mucho el exilio?

Toda la nostalgia que yo sentía alejado de España no la hubiera podido sentir si no me hubiera visto obligado a salir de ella. Poemas que dijeran cosas como "Hoy las nubes me trajeron volando el mapa de España" -ese lo hice en Argentina- no se me hubieran ocurrido. Exilio es sinónimo de nostalgia, de tristeza por no tener cerca las cosas sencillas de cada uno. Pero por otro lado hay que decir que tuvimos la suerte de exiliarnos en América, que para mí fue como una patria. Allí, en Argentina o en Chile, me sentí como si estuviera en casa.

Durante la dictadura, los intelectuales desempeñaron desde el exilio un papel vital para sostener la resistencia al franquismo. Al regreso, muchos de ellos viraron su color del rojo al rosado. ¿Cómo definiría usted este fenómeno?

Creo que los intelectuales jugaron su papel histórico de una forma correcta, en general. Indudablemente echo de menos muchas actitudes, por ejemplo en relación con los problemas de los trabajadores que, claro está, ya no viven como entonces cuando los comunistas militantes de verdad teníamos que echarnos a la calle para pelear con ellos por lo más mínimo. Yo pienso que el intelectual debe tener una actitud política conocida. No debe despreocuparse y escribir poemas sólo para decírselos a sus amigos. Para mí, un poeta es completo si se sabe lo que piensa políticamente del momento que está viviendo, que no se dedique a tocar las castañuelas.

¿Rafael Alberti no renuncia al color rojo?

Jamás. Me iré con el rojo a la tumba, aunque todavía me quedan muchos años de vida, ya que yo viviré haste el 2015 o el 2025. Mientras haya gente con hambre en el mundo, mientras haya injusticias e invasiones de pueblos por parte de los más poderosos, ¿cómo se puede dejar de ser rojo?

¿Cómo se siente, usted que siempre apostó a la paz, en un mundo que vive abriendo frentes de guerra?

Hubiera querido creer en la paz perenne, pero la paz aparece y desaparece por etapas. La paz es algo que está siempre detrás de la guerra y aunque la dibujes no se queda, no eres capaz de fijarla nunca aunque la pongas en un papel con forma de paloma. La gente, en su necesidad belicista, termina comiéndose a las palomas de la paz como si fueran hamburguesas.

¿Sigue siendo amigo de Fidel Castro?

Por supuesto. Me parece un muchacho fantástico. El es la figura que ha logrado que ese burdel norteamericano que era la Cuba de la época de Batista se convirtiera en un país digno y querido en todo el mundo. Por eso respeto a Fidel y cuando puedo me escapo a visitar Cuba. Es una gente envidiable ya que, a pesar de todas las dificultades, tienen siempre ganas de seguir adelante.