18 de septiembre de 2010

Hemingway. Un atisbo de antifascismo

Ernest Hemingway (1899-1961) fue, como escritor, coherente con su vida y con su época. Vivió muchos años fuera de Estados Unidos como un típico norteamericano del siglo XX: el ciudadano de una potencia mundial que puede moverse con facilidad y siempre respaldado por su impresionante pasaporte verde. Pasó su juventud en las praderas, pescando truchas en el tranquilo fondo de los ríos de Michigan y luego se lanzó a Europa con un puñado de hombres de su generación para participar activamente en las cosas del mundo. En una oportunidad declaró que "todo escritor debe vivir una guerra; algo le falta al escritor que no haya podido atravesar una guerra". En concordancia con esa idea, Hemingway participó en las dos guerras mundiales y, en 1951, ya un poco envejecido, se lamentó de no participar en una guerra imperialista: "Está el caso de Corea -comentó-. Es la primera vez que mi país combate sin que yo esté allí".
Pero, casi quince años antes, se había embarcado hacia Europa como corresponsal de guerra de la North American Newspaper Alliance (NANA). Desde Toulouse viajó en avión directamente al frente español y llegó para participar en el entusiasmo de los republicanos que acababan de vencer a las tropas italianas en Brihuega. A su regreso, y mientras corregía "To have and have not" (Tener y no tener), fue nombrado presidente del Comité de Ambulancias en la organización North American Committee to Aid Spanish Democracy, desde donde trató de convencer a sus amigos para que financiasen el envío de material sanitario a la República española. Si bien muchos de ellos se resistieron alegando que ello equivalía a colaborar con los comunistas, pudo conseguir doce ambulancias completamente equipadas, pero éstas quedaron bloqueadas en Nueva York a causa de la American Neutrality Act.
Por la misma época, Hemingway se enroló en la League of American Writers (Liga de Escritores Norteamericanos - LAW), una asociación de novelistas, dramaturgos, poetas, periodistas y críticos literarios impulsada por el Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA). La Liga, que funcionó entre 1935 y 1943, comenzó en el medio de la Gran Depresión apoyando a los escritores desempleados. Cuando el fascismo comenzó a amenazar a toda Europa, los escritores movilizados en la Liga salieron en defensa de la España republicana y, luego de su caída, ayudaron a muchos intelectuales españoles cuando tuvieron que huir de su patria. Se estima que en la Guerra Civil española murieron unos mil estadounidenses luchando por defender al gobierno de la República contra la rebelión dirigida por Franco y apoyada por Hitler y Mussolini. Cientos de jóvenes neoyorquinos lucharon en las batallas del Jarama, de Belchite y otros escenarios, y muchos de ellos perdieron la vida.


Participaron en las actividades de la Liga, siempre vigilada y perseguida por el FBI, notables escritores como Sherwood Anderson (1876-1941), Upton Sinclair (1878-1968), Dashiell Hammett (1894-1961), John Dos Passos (1896-1970), Erskine Caldwell (1903-1987), Wystan Hugh Auden (1907-1973) y John Cheever (1912-1982), por citar sólo algunos entre un millar. Muchos de ellos escribieron diversos artículos para el boletín oficial de la organización: "The Bulletin of the League of American Writers".
La Liga realizó cuatro congresos (1935, 1937, 1939 y 1941). En ocasión de la celebración del Segundo Congreso, llevado a cabo el 4 de junio de 1937 en el Carnegie Hall de New York, Hemingway -venciendo su proverbial timidez para hablar en público- pronunció lo que se ha llamado "el primer y el último discurso político de su vida". Tras la inauguración a cargo de Earl Browder (1891-1973), secretario general del Partido Comunista de los Estados Unidos, Hemingway comentó sus experiencias en España y se esforzó por estar a la altura de las circunstancias:

"El problema del escritor no cambia. Es siempre el de escribir verídicamente y, una vez descubierto lo que es verdadero, proyectar esa verdad de tal modo que se convierta en parte integrante de la experiencia del lector. Pero el fascismo es incompatible con esta exigencia porque el fascismo es una mentira fabricada por brutos. Un escritor que no miente, no puede ni vivir ni trabajar bajo el fascismo. Porque el fascismo es una mentira, está condenado a la esterilidad literaria. Una vez que haya desaparecido no tendrá otra historia que la historia sangrienta del asesinato, que es muy común y que algunos de nosotros hemos contemplado con nuestros ojos en estos últimos meses. Un escritor consciente de los objetivos reales de la guerra, se acostumbra a ella necesariamente. Cuando los hombres luchan por la libertad de sus países contra la invasión extranjera y cuando esos hombres son nuestros amigos (algunos desde hace poco, otros desde hace mucho), y cuando uno sabe cómo han sido atacados, cómo han luchado -muchas veces sin armas-, entonces uno aprende, cuando los mira vivir, luchar y morir, que hay cosas que son peores que la guerra. Yo he dicho que uno se acostumbra a la guerra. Si ustedes se interesan lo suficiente en la ciencia que ella implica (y es una gran ciencia) y a los problemas de la conducta humana frente al peligro, ustedes estarán convencidos que es un sórdido egoísmo considerar únicamente el destino de los individuos. Nadie se acostumbra a la muerte, no obstante, y a la muerte nosotros la hemos visto cotidianamente durante diecinueve días. Comencé por señalar la dificultad de escribir bien y sinceramente, y hablé de la recompensa inevitable de quien lo consigue.
Pero en una época de guerra -y nosotros estamos ahora en una época de guerra, lo quisiéramos o no- las recompensas están siempre en suspenso. Es muy peligroso escribir la verdad en la guerra y la verdad es también muy peligrosa de obtener. La obligación de un escritor es decir la verdad. Su fidelidad a la verdad debe ser tan profunda que sus creaciones, basadas en su experiencia, produzcan una imagen de la vida más verídica que la vida misma. Sólo hay una forma de gobierno que no puede producir buenos escritores, el fascismo".

El discurso fue acogido con grandes aplausos. Entre los asistentes se encontraban el guionista y escritor Donald Ogden Stewart (1894-1980), a la sazón presidente de la Liga de Escritores Norteamericanos; el documentalista Joris Ivens (1898-1989), realizador junto a Hemingway del film "The spanish earth" (Tierra de España); y el poeta Archibald MacLeish (1892-1982), integrante de la llamada "generación perdida" y activo militante antifascista. El dramaturgo Tennessee Williams (1911-1983) comentaría tiempo después: "Lo que más admiro en Hemingway es que vive preocupado con el honor entre los hombres, y no hay búsqueda más desesperada que esa". La experiencia de la Guerra Civil española le inspiró una de sus más grandes novelas: "For whom the bell tolls" (Por quien doblan las campanas), y su única obra teatral: "The fifth column" (La quinta columna).