14 de agosto de 2010

Los surrealistas (8). Alain Jouffroy, Michel Leiris & Aimé Césaire

El crítico literario francés Maurice Nadeau en su "Histoire du Surréalisme" (Historia del Surrealismo) de 1945 ordena la evolución del Surrealismo en cuatro etapas: el "período de elaboración", de 1914 a 1923, etapa anterior a la constitución del movimiento; el "período heroico", 1924, año de fundación; el "período razonador", de 1925 a 1930, etapa en que se produce el viraje político hacia el marxismo; y, por último, el "período de autonomía", de 1930 a 1939, etapa en la que se produce la internacionalización del movimiento -a esa altura ya extendido a la pintura, la escultura, el teatro, la fotografía y el cine-. A estos cuatro períodos podría agregárseles uno último: el de su lento declive hasta la muerte de Breton en 1966.


Cada una de estas etapas puede ser definida por alguno de estos reveladores enunciados bretonianos: "El Dadaísmo y el Surrealismo  no pueden concebirse más que correlativamente, como dos olas que de modo sucesivo se cubren una a otra" o "Dada va de un lado para otro" o "Cada dadaísta tiene en el corazón a un contable, un reloj y un pequeño paquete de mierda" para los progresivos momentos de la primera. "El Surrealismo es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral" y "El Surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación desdeñadas hasta la aparición del mismo y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la vida" para la segunda. "Nosotros adherimos al principio del materialismo histórico. Verdaderamente no se puede jugar con estas palabras. Si dependiera únicamente de nosotros -con esto quiero decir si el estalinismo no nos tratara tan sólo como bichos raros destinados a cumplir en sus filas la función de badulaques y provocadores, nos mostraríamos plenamente capaces de cumplir, desde el punto de vista revolucionario, con nuestro deber" para la tercera. Y: "El Surrealismo, fruto dialéctico y revolucionario de la época, del mismo modo que busca la superrealidad, clama por el supermito, por aquella ficción que cargada de energías simbólicas y mágicas, le permita imponerse al mundo" o la postrera: "Hoy nadie se escandaliza, la sociedad ha encontrado maneras de anular el potencial provocador de una obra de arte, adoptando ante ella una actitud de placer consumista" para la cuarta y última etapa. 


Aquel movimiento nacido en París tuvo sus adeptos en varios países de Europa y América. En España, por ejemplo, Federico García Lorca (1898-1936), Vicente Aleixandre (1898-1984) y Rafael Alberti (1902-1999), si bien nunca hicieron suyos los planteamientos estéticos, políticos y filosóficos del Surrealismo, sus poemas contienen metáforas claramente surrealistas. En cuanto a los países latinoamericanos, en Chile se destacó Roberto Matta (1911-2002); César Moro (1903-1956) lo hizo en Perú; Alejo Carpentier (1904-1980) en Cuba; Mário de Andrade (1893-1945) en Brasil, y Macedonio Fernández (1874-1952), Oliverio Girondo (1891-1967) y Aldo Pellegrini (1903-1973) en la Argentina. Otros poetas distinguidos son el mauriciano Malcolm de Chazal (1902-1981), el haitiano Clément Magloire Saint-Aude (1912-1971), el mexicano Octavio Paz (1914-1998) y la inglesa Joyce Mansour (1928-1986).


Muchos artistas han intentado continuar con el Surrealismo, pero el grupo original parisiense fue disuelto en 1969 por Jean Schuster (1929-1995), quien había adherido al movimiento en 1947 convirtiéndose rápidamente en uno de sus miembros más dinámicos. En 1988, en "Les fruits de la passion" (Los frutos de la pasión), escribió esta maravillosa definición: "La poesía surrealista no es, en primer lugar, ni discurso sobre el inconsciente, ni paráfrasis del sueño, ni tampoco himno a la rebelión. Es, ante todo, esa palabra que viene de 'allá lejos' o de 'aquí cerca', y que encuentra su razón de ser en su propia existencia. A semejanza de la vida, cuya razón de ser reside en el hecho de haber sido dada, más allá de haber sido deseada o no. La poesía surrealista participa así de las cosas esenciales, al igual que las fuerzas naturales y los instintos menos controlados. No es un hecho cultural, porque no se aprende. Quien la brinda a los otros hombres se lleva consigo el secreto. Pero el poeta puede dar a quienes lo acompañan o lo suceden, el deseo de captar en ellos mismos esa fuente única".
 
Alain Jouffroy (1928). Ensayista, novelista, crítico de arte y poeta, su carrera literaria está profundamente influida por la lectura de las obras de Breton, al que conoció en 1946. Durante los acontecimientos de mayo de 1968 desplegó una gran actividad de apoyo a la revuelta desde la Union des Ecrivains (Unión de Escritores), una organización por él fundada. Contribuyó a la difusión de la poesía surrealista al dirigir la colección de bolsillo Poésie de la editorial Gallimard. De su obra poética cabe mencionar "Trajectoire" (Trayectoria), "Dégradation générale" (Degradación general), "Eternité, zone tropicale" (Eternidad, zona tropical) y "Eros déraciné" (Eros desarraigado). Algunas de sus novelas son "Un rêve plus long que la nuit" (Un sueño más largo que la noche) y "L'espace du malentendu" (El espacio del malentendido). También es autor de los ensayos "Une révolution du regard" (Una revolución de la mirada), "L'abolition de l'art" (La abolición del arte), "L'incurable retard des mots" (El incurable retraso de las palabras), "Arthur Rimbaud et la liberté libre" (Arthur Rimbaud y la libertad libre) y "De l'individualisme révolutionnaire" (Del individualismo revolucionario). En 1969 se refirió a Michel Leiris en el texto titulado "Loyauté" (Lealtad):

Rara vez la maldad de la que habla Nietzsche y que, según él, es la de todo predicador de obras nuevas, ha logrado trazar con tanta exactitud el perfil de todas las realidades execrables cuya vista, olor y sonido debe soportar a diario el hombre que vive en Occidente, como se refleja en "Les galériens" (Los convictos), "La chute" (La caída), "La mere" (La madre) y "Festín" (Fiesta), poemas de Michel Leiris. Pocas veces la evidencia cotidiana más cretinizante fue tan violentamente denunciada, como lo hizo Leiris, a través de la venganza visceral que tensa y retuerce la trama, la red sintáctica de sus primeros poemas.

Michel Leiris (1901-1990) fue un poeta y etnógrafo que comenzó a escribir a los veinte años bajo la influencia de Max Jacob. En 1924 se unió al movimiento surrealista pero en 1929 rompió con ellos y se unió a la revista "Documents" que dirigía Bataille. Dos años después se orientó definitivamente hacia la etnografía e inició una serie de viajes para investigar culturas como la africana, la caribeña y la centroamericana. Fundó con Sartre la revista "Les temps modernes" y tuvo una activa participación en el Mayo del '68. Ha publicado libros sobre su especialidad como "Afrique fântome" (El Africa fantasmal) y "Race et civilisation" (Raza y civilización); escritos autobiográficos como "L'áge d'homme" (La edad del hombre) y "La regle du jeu" (La regla del juego); ensayos como "Miroir de la tauromachie" (De la literatura considerada como una tauromaquia) y "Francis Bacon ou la vérité criante" (Francis Bacon o la verdad escandalosa); y poemarios como "Haut mal" (Alto mal) y "Vivantes cendres, innommées" (Vivientes cenizas, innombradas). En 1965 escribió en la revista "Critique" el siguiente artículo sobre Aimé Césaire, titulado "Qui est Aimé Césaire?" (Quién es Aimé Césaire):

Para algunos martiniqueses de la generación de Césaire, el surrealismo representaba poéticamente una forma de liberarse del academicismo de sus mayores -deseosos de dar pruebas de la más refinada cultura mediante la imitación pura y simple de los modelos llegados de Europa- frente al cual resultaba ingenuo oponer (como hicieron algunos) el uso literario del habla creóle, lo que no sólo significaba someterse a un exotismo superficial y encerrarse dentro de los límites estrechos de un folklore obsoleto, sino también atenerse a un idioma formado en las condiciones humillantes de la esclavitud y marcado por ella. Si el poeta es por esencia aquel que debe construirse otro mundo porque no encuentra en éste dónde plantar sus raíces, cabe pensar que Césaire, más desarraigado que nadie por tener conciencia de ser el producto de una sociedad despareja y limitada, que no sólo se ha formado en la violencia y la iniquidad sino también en medio de una transculturación general, se hallaba en las mejores condiciones para convertirse en más poeta que nadie. Sin duda, estas condiciones pueden explicar el porqué de la búsqueda de la autenticidad, razón última de toda gran poesía (alcanzar su propia verdad formulando la propia visión de las cosas). Pero respondiendo en este caso a la violencia de una situación de hecho, ha sido en Césaire un móvil aún más poderoso, porque la apuesta tenía una importancia inmediata tanto para él como para una multitud de otros desarraigados, y también porque la libertad de escritura que debía a la práctica surrealista lo llevaba a realizar poemas cuya misma fragmentación expresaba, más allá de su contenido, un profundo estado de escisión y perturbación, reflejando a la vez la contradicción (prácticamente imposible de superar) que existía entre el uso del francés (lengua materna que maneja como los grandes clásicos) y su urgente deseo de africanizarse todo lo posible. Tratar de explicar el genio poético de Césaire por su pertenencia a la Martinica sería tan absurdo como buscar la clave de Lautréamont en la sociología de Montevideo o las razones de la aparición de Rimbaud en la de Charleville. Si bien es indudable que Césaire no sólo es un gran poeta negro sino también un gran poeta de la descolonización, hay que saber olvidar su "negritud" y escuchar simplemente su voz como la de un gran poeta.

Aimé Césaire (1913-2008). Poeta antillano, considerado hoy uno de los más grandes poetas surrealistas del siglo XX. En septiembre de 1934 fundó junto a otros estudiantes de las Antillas la revista "L'Etudiant Noir" en la apareció por primera vez el término "negritud" como expresión de reacción ante la opresión cultural del colonialismo francés. Cuandó Breton fue detenido en 1941 en Fort de France, Martinica, durante la ocupación nazi, conoció a Césaire y a su libro "Cahier d'un retour au pays natal" (Cuaderno de un retorno a la tierra natal). El propio Breton publicaría estos poemas en la revista "Fontaine" en 1943. A partir de ese encuentro, Césaire reconoció una profunda afinidad de pensamiento y colocó verdaderamente el surrealismo al servicio de la revolución. En su universo consagrado a la metáfora y a la acción se propuso "cambiar la vida y transformar el mundo". Elegido diputado comunista de Martinica en 1945, se alejó posteriormente del partido, aunque nunca abandonó su lucha contra el colonialismo y la desculturización.  En 1948, cuando apareció en Francia la "Anthologie de la nouvelle poésie nègre et malgache" (Antología de la nueva poesía negra y malgache) prologada por Jean Paul Sartre, se produjo su consagración y la del movimiento de la negritud. Escribió diversos ensayos y obras teatrales sobre la esclavitud y el colonialismo. Sus libros de poemas más reconocidos son "Les armes miraculeuses" (Las armas milagrosas), "Corps perdu" (Cuerpos perdidos), "Ferrements" (Herramientas) y "Cadastre" (Catastro). De "Cuaderno de un retorno a la tierra natal" escrito en 1939 es el siguiente poema:

Cantamos a las flores venenosas resplandeciendo en las praderas furibundas/ los cielos de amor bloqueados de embolia/ las mañanas epilépticas/ el blanco abrazo de las arenas abismales/ el alud de escombros en las noches fulminadas de olores salvajes./ ¿Qué puedo hacer?/ ¡Es hora de comenzar!/ ¿Comenzar qué?/ La única cosa en el mundo que vale la pena comenzar:/ ¡el fin del mundo, demonios!/ En vano maduran en la tibieza de vuestra garganta,/ veinte veces el mismo pobre consuelo:/ que nosotros somos simples masculladores de palabras./ ¿Palabras?/ Cuando manejamos pedazos de mundo/ cuando nos acoplamos a continentes en delirio/ cuando forzamos puertas humeantes/ palabras, ah, sí, ¡palabras!/ pero palabras de sangre fresca/ palabras que son marejadas y erisipelas/ y paludismos y lavas y fuegos de selvas/ y llamaradas de carnes y llamaradas de ciudades.../ ¡Sépanlo bien!/ Yo sólo juego al milenio/ Yo sólo juego al Gran Pánico/ Acostúmbrense a mí. Yo no me acostumbraré a ustedes.