29 de agosto de 2010

Dos consideraciones a propósito del pesimismo de Onetti

Juan Carlos Onetti (1909-1994) fue uno de los escritores más renombrados del Uruguay y de Iberoamérica. Integrante del movimiento literario uruguayo conocido como Generación del '45, fue uno de los que introdujo la nueva literatura hispana al mundo con sus nuevas técnicas y estilos vanguardistas, y fue también el precursor del llamado "realismo sucio" en la narrativa urbana rioplatense. Toda su obra, la obra de un hombre depresivo e incrédulo, tiene la impronta de la melancolía, el fracaso y la soledad. Escrita con un estilo caprichoso e intrincado, a veces sombrío, abunda en la temática de la incomunicación y la angustia. Así publicó "El pozo", "El astillero", "El infierno tan temido", "La vida breve" y "Juntacadáveres" entre otros, hasta que obtuvo un tardío reconocimiento cuando recibió el Premio Cervantes en 1980.


Al cumplirse el 1 de julio de 2009 los cien años de su nacimiento, fueron múltiples los actos de homenaje en su honor: reedición de su obra, exhibición de documentales y entrevistas hechas al escritor por la televisión, charlas, conferencias y hasta un concurso de historietas basadas en alguno de sus cuentos o novelas, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. También se escribieron numerosos artículos sobre su vida y su obra, algunos muy valiosos por cierto. En ese sentido, se destacan los escritos por el periodista, novelista y ensayista argentino Tomás Eloy Martínez, y por la poetisa y novelista uruguaya Cristina Peri Rossi.

Tomás Eloy Martínez (1934-2010). Nació en Tucumán, donde se graduó como licenciado en Literatura Española y Latinoamericana. En Buenos Aires fue, sucesivamente, crítico de cine del diario "La Nación", jefe de redacción del semanario "Primera Plana", director del semanario "Panorama", corresponsal de la editorial Abril en París y director del suplemento cultural del diario "La Opinión". Entre 1975 y 1983 vivió exiliado en Caracas, donde fue editor del suplemento "Papel Literario" del diario "El Nacional" y fundador y director de redacción de "El Diario de Caracas". Más adelante participó en la creación del diario "Siglo 21" de Guadalajara y del suplemento literario "Primer Plano" del diario "Página/12" de Buenos Aires. Ha publicado, entre otros, los ensayos "Estructuras del cine argentino", "Los testigos de afuera", "Retrato del artista enmascarado" y "Réquiem por un país perdido"; las crónicas "La pasión según Trelew" y "Las memorias del General"; las novelas "Sagrado", "La novela de Perón", "Santa Evita", "La mano del amo",  "El vuelo de la reina", "El cantor de tango" y "Purgatorio"; y la colección de relatos "Lugar común la muerte". Fue también autor de diez guiones para cine, entre ellos "El último piso" y "La casa del agua". Ha escrito infinidad de artículos sobre los temas más diversos, los que se han publicado en más doscientos diarios de América y Europa. El 4 de julio de 2009 escribió para el diario "La Nación" uno sobre Onetti en ocasión de cumplirse el centenario de su nacimiento. Titulado "Un perdedor de cien años", algunos de los párrafos más sobresalientes dicen así:

Era una personalidad difícil de tratar, desdeñoso aun con lo que le gustaba, malhumorado y de una timidez sin límites. Esas cualidades se reflejan en "el estilo crapuloso"... esa oscuridad, esa amalgama vertiginosa de historias trágicas y excrecencias del cuerpo, fracasos y humillaciones, desesperados y explotadores... El propio Onetti se lo dijo a María Esther Gilio: "Todos los personajes y todas las personas nacieron para la derrota. Uno puede detener la trayectoria del personaje en un instante de triunfo pero, si continuamos, el final es siempre Waterloo". Tal vez por eso llegó segundo a casi todos los premios a los que se presentó. Pero el último, y el más importante en lengua castellana, el Cervantes que recibió en 1980, le sirvió como conjuro. Primero, quedó finalista del premio Farrar y Reinhart, de Nueva York, con la novela "Tiempo de abrazar": le ganó Ciro Alegría con "El mundo es ancho y ajeno". Luego, el argentino Marco Denevi lo derrotó en el concurso Life en Español: su cuento "Ceremonia secreta" se impuso sobre el extraordinario "Jacob y el otro", que al comienzo no había quedado siquiera entre los seleccionados... El Premio Fabril ignoró "El astillero" una obra maestra y prefirió "El profesor de inglés", una ya olvidada novela del argentino Jorge Masciángioli. Poco después, en 1967, cuando Vargas Llosa recibió el Rómulo Gallegos por "La casa verde", señaló en su discurso que le parecía injusto distinguir esa novela sobre su competidora "Juntacadáveres". Los otros finalistas del período, 1962-1966, eran Julio Cortázar por "Rayuela", Carlos Fuentes por "La muerte de Artemio Cruz" y Gabriel García Márquez por "El coronel no tiene quien le escriba". Ese destino es una ironía para alguien que, cuando debió juzgar, lo hizo con una arbitrariedad casi pueril. Lo vi castigar a autores valiosos, entre ellos a Manuel Puig en el concurso Primera Plana-Sudamericana de 1969, para el que fue jurado con María Rosa Oliver y Severo Sarduy. Había consenso para premiar "Boquitas pintadas", que Puig presentó con el título "Tangos y boleros", pero Onetti la rechazó sin contemplaciones. "Quiero saber cómo escribe de verdad el coso ese cuando no copia cartas, fragmentos de calendarios, informes burocráticos, conversaciones telefónicas, informes policiales y avisos fúnebres", dijo. Y en 1974, cuando, junto con la escritora Mercedes Rein y el crítico Jorge Ruffinelli concedió el premio anual de narrativa de la revista "Marcha" al cuento "El guardaespaldas" de Nelson Marra, exigió que se aclarase en el fallo: "El jurado Juan Carlos Onetti hace constar que el cuento ganador, aun cuando es inequívocamente el mejor, contiene pasajes de violencia sexual desagradables e inútiles desde el punto de vista literario". A la dictadura que dominaba Uruguay no le importó: supuso que el cuento se burlaba de un comisario muerto años antes por la guerrilla Tupamaros y envió a la cárcel a Onetti (de sesentiséis años en ese momento), a Rein (enferma de cáncer), al director de "Marcha", Carlos Quijano y a Nelson Marra, quien fue condenado por la justicia militar y sufrió cuatro años de torturas antes de salir al exilio. Ruffinelli se hallaba en México en el momento del escándalo; quedó prófugo con una orden de captura por diez años. Sin el complemento habitual de whisky y cigarrillos, Onetti leyó novelas policiales durante su reclusión en una celda y su posterior traslado a un neuropsiquiátrico, gracias a la presión internacional. El encierro desquició en más de una ocasión a este autor de tantos personajes suicidas y, cuando llegó a España, meses más tarde, creía que lo había perdido todo y que su futuro era un páramo... No fue más amable con las mujeres. Se casó cuatro veces, las dos primeras con primas que eran hermanas entre sí: María Amalia Onetti y María Julia Onetti. Cuando se separó de la tercera esposa, Elizabeth María Pekelharing, se casó para siempre -los cuarenta años de vida que le quedaban- con la violinista Dorotea Muhr. La frase con que le dedicó, en 1960, "La cara de la desgracia" (un librito parco, de cincuenta páginas, editado por Alfa en Montevideo, con la fotografía de una bicicleta abandonada y una orla verde en la portada), fue para el lector tan cruel y misteriosa como el propio relato: "Para Dorotea Muhr, ese ignorado perro de la dicha". La enigmática declaración de amor o compasión o cólera resumía sus tortuosos vínculos con la realidad... "Dolly" lo amó como era: con su bohemia, su desasosiego y su insaciable apetito por otras mujeres. Le aseguró a Vargas Llosa que fue feliz a su lado. Ahora la ilusiona que se lo esté leyendo más: "Estos homenajes lo traen a la vista pública", dijo hace unas semanas, cuando inauguró el "Año Onetti" en Uruguay con la lectura de fragmentos de "El pozo", la primera novela. Logró, de algún modo, reconciliarlo con sus orígenes: en la cúpula del legendario teatro Solís, una foto que el artista Hermenegildo Sábat le tomó a Onetti, retrabajada por el fotógrafo Juan Carlos Urruzola, lo muestra, gigante, mirando a la Montevideo de sus infinitas derrotas.

Cristina Peri Rossi (1941). Nacida en Montevideo, se licenció en Literatura Comparada y comenzó su carrera literaria en 1963 con la publicación de su libro de cuentos "Viviendo". Tras el golpe militar en su país tuvo que exiliarse en España, donde obtuvo la nacionalidad  en 1974. Ha sido profesora de literatura, traductora y periodista, actividad esta última que ejerció en "El País", "Diario 16", "La Vanguardia", "El Mundo" y "El Periódico de Catalunya". Su primera colección poética -"Evohe"- le aparejó un escándalo debido a su erotismo y sus transgresiones sexuales. Luego publicó otros poemarios como "Descripción de un naufragio", "Diáspora", "Lingüística general", "Europa después de la lluvia", "Babel bárbara", "Otra vez Eros", "Aquella noche", "Poemas de amor y desamor", "Inmovilidad de los barcos", "Las musas inquietantes", "Estado de exilio", "Por fin solos" y "Estrategias del deseo". Su obra narrativa comprende los libros de cuentos "Los museos abandonados", "Indicios pánicos", "La tarde del dinosaurio", "La rebelión de los niños", "El museo de los esfuerzos inútiles", "La ciudad de Luzbel y otros relatos", "Desastres íntimos" y "Te adoro y otros relatos"; las novelas "El libro de mis primos", "La nave de los locos", "Una pasión prohibida", "Solitario de amor", "Cosmoagonías", "La última noche de Dostoievski" y "El amor es una droga dura"; y los ensayos "Fantasías eróticas", "Acerca de la escritura", "Julio Cortázar", "Cuando fumar era un placer" y "El pulso del mundo". En abril de 2009 escribió en Barcelona un breve texto titulado "Cien años del nacimiento de J.C. Onetti", algunos de cuyos párrafos se reproducen a continuación:  

Autor de numerosos relatos y de varias novelas donde los personajes aparecen y desaparecen (como ocurre en la obra de Balzac), Onetti fue un hombre depresivo, incrédulo, alejado de cualquier mistificación, en primer lugar, de la mistificación de la literatura y de su propia obra... Quizás por esos mismos rasgos de su carácter, la tendencia depresiva, la falta de comunicación, un angustiado pesimismo, J.C. Onetti fue muy amado por algunas mujeres, y no sólo por aquellas a quienes despertaba el instinto maternal y de protección. Había, en su desolación, un rasgo de elegante coquetería, una especie de demanda de amor, de un amor que él difícilmente prodigaba... Ninguno de sus personajes, ni Aránzuru en "Tierra de nadie", ni Ossorio en "Para esta noche", ni Brausen en "La vida breve", ni Larsen en "El astillero" dejaron de ser ese hombre solitario, incapaz de integrarse, de superar la distancia afectiva y emocional que va de un yo a otro, y confundirse con la materia o con la carne... El gran tema de todos sus libros es la soledad. Una soledad ambivalente: es la fuente de angustia, pero, al mismo tiempo, es una señal de identidad, un escudo para protegerse de cualquier ilusión, fundamentalmente, de la ilusión amorosa o sensual. Porque ante el riesgo del desengaño, los personajes de Onetti optan por no tener ilusiones, en una especie de budismo desplazado y sin doctrina... Todos los vínculos y las adscripciones humanas son negadas en la obra de Onetti, pero también es negado el vínculo, la proyección en el paisaje urbano. Es la ciudad, es la noche, pero el protagonista (otro yo del autor, como en casi todas sus novelas) no tiene nada que ver con ella... En una especie de ecuación invariable, las fábulas de Onetti repiten el mismo esquema psicológico: aislamiento y soledad, tentación de romperlos, y luego, la confirmación de que son irrompibles, con el sentimiento de que se ha fracasado. Sin embargo, sutilmente, nos engañan: de verdad, nunca lo han intentado. Han sido tan cobardes, tan abatidos, tan ensimismados que ni siquiera lo han intentado. No están de vuelta, como parecen: no han llegado a ir. No es una literatura del fracaso, como se ha dicho, porque el fracaso implica una empresa. Sólo en "El astillero" (admirable alegoría de la decadencia de Uruguay, su país de nacimiento) hay un asomo de proyecto, pero el protagonista no lo asume porque crea posible refundirlo, sacarlo adelante, sino todo lo contrario. Como ocurre a menudo en las grandes alegorías de uno de sus contemporáneos, J.G. Ballard, los personajes sólo aceptan el espejo de la catástrofe: la catástrofe ya ha ocurrido en un tiempo anterior, previo a la irrupción del protagonista... Es cierto que la estética de uno y otro escritor no se asemejan (Ballard es pródigo en metáforas, en descripciones pictóricas, su estilo es el de un poeta que escribe en prosa, en cambio J.C. Onetti es experto en omisiones, elipsis, menos visual y menos metafórico), pero los antihéroes del británico tienen algo de los personajes onettianos: solitarios, encuentran cierto goce en el fracaso, en la ajenidad, en el extrañamiento, en la incomunicación. En toda la obra de J.C. Onetti no hay una sola historia de amor. Por lo menos de lo que entendemos como "enamoramiento", o sea, florescencia de lo imaginario, euforia; aquello que los ingleses denominan como "infatuation". En J.G. Ballard, tampoco... Lo más parecido al enamoramiento que hay en algún relato de J.C. Onetti es cierta velada atracción por las adolescentes hurañas y esquivas, pero miradas desde lejos, con la óptica del fracaso anticipado... Parece imposible separar ciertos temas de la narrativa de J.C. Onetti (el desprecio ambivalente de las mujeres, la nostalgia por la juventud perdida, la soledad inevitable) de la estética del tango. En el relato "El perro tendrá su día", hay un diálogo entre el asesino y el comisario que parece la letra de más de un tango. El asesino dice: "Todas las mujeres son putas. Peor que nosotros. Mejor dicho, yeguas. Y ni siquiera verdaderas putas". La violencia de la imagen nos deja boquiabiertos: las mujeres son "yeguas". Hay otra lectura posible y necesaria de su obra: la misoginia, la incapacidad de amar a las mujeres. Quizás todo el fracaso y la melancolía vienen de allí, de esa imposibilidad de darse, de entregarse, de dialogar, en suma, con "La Otra".

28 de agosto de 2010

Entremeses literarios (CXI)

MONOLOGO DE LA CAMISA
David Lagmanovich
Argentina (1927)

Una corbata roja pretendió anudarse a mi cuello, so pretexto de abrazo. Soy una camisa con experiencia de la vida, así que me libré de ella con algunas oportunas ondulaciones. Avergonzada, volvió a instalarse con sus hermanas. ¡A mí con zalamerías que esconden propósitos aviesos! En cambio la cercanía de los pañuelos resulta reconfortante, aunque el consuelo sea transitorio. Mejor acogerme al amparo de esa chaqueta de muchos botones, esa que dice ser "de gala" y no como mi otra vecina, "de fajina". Todos necesitamos protección.

 
EL NEGADOR DE MILAGROS
Herbert Allen Giles
Inglaterra (1845-1935)
 
Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se horrorizó. "Oh, venerado suegro" suplicó, "no destruyas mi fe de que son imposibles los milagros". El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe.
 
 
LOS JUEGOS DEL TIEMPO
Eduardo Galeano
Uruguay (1940)
 
Dizquedicen que había una vez dos amigos que estaban contemplando un cuadro. La pintura, obra de quién sabe quién, venía de China. Era un campo de flores en tiempo de cosecha. Uno de los dos amigos, quién sabe por qué, tenía la vista clavada en una mujer, una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas. Ella llevaba el pelo suelto, llovido sobre los hombros. Por fin ella le devolvió la mirada, dejó caer su canasta, extendió los brazos y, quién sabe cómo, se lo llevó. El se dejó ir hacia quién sabe dónde, y con esa mujer pasó las noches y los días, quién sabe cuántos, hasta que un ventarrón lo arrancó de allí y lo devolvió a la sala donde su amigo seguía plantado ante el cuadro. Tan brevísima había sido aquella eternidad que el amigo ni se había dado cuenta de su ausencia. Y tampoco se había dado cuenta de que esa mujer, una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas, llevaba, ahora, el pelo atado en la nuca.


SINFONIA CONCLUIDA
Augusto Monterroso
Guatemala (1921-2003)

Yo podría contar -terció el gordo atropelladamente- que hace tres años en Guatemala un viejito organista de una iglesia de barrio me refirió que por 1929 cuando le encargaron clasificar los papeles de música de La Merced se encontró de pronto unas hojas raras que intrigado se puso a estudiar con el cariño de siempre y que como las acotaciones estuvieran escritas en alemán le costó bastante darse cuenta de que se trataba de los dos movimientos finales de la Sinfonía inconclusa así que ya podía yo imaginar su emoción al ver bien clara la firma de Schubert y que cuando muy agitado salió corriendo a la calle a comunicar a los demás su descubrimiento todos dijeron riéndose que se había vuelto loco y que si quería tomarles el pelo pero que como él dominaba su arte y sabía con certeza que los dos movimientos eran tan excelentes como los primeros no se arredró y antes bien juró consagrar el resto de su vida a obligarlos a confesar la validez del hallazgo por lo que de ahí en adelante se dedicó a ver metódicamente a cuanto músico existía en Guatemala con tan mal resultado que después de pelearse con la mayoría de ellos sin decir nada a nadie y mucho menos a su mujer vendió su casa para trasladarse a Europa y que una vez en Viena pues peor porque no iba a ir decían un Leiermann guatemalteco a enseñarles a localizar obras perdidas y mucho menos de Schubert cuyos especialistas llenaban la ciudad y que qué tenían que haber ido a hacer esos papeles tan lejos hasta que estando ya casi desesperado y sólo con el dinero del pasaje de regreso conoció a una familia de viejitos judíos que habían vivido en Buenos Aires y hablaban español los que lo atendieron muy bien y se pusieron nerviosísimos cuando tocaron como Dios les dio a entender en su piano en su viola y en su violín los dos movimientos y quienes finalmente cansados de examinar los papeles por todos lados y de olerlos y de mirarlos al trasluz por una ventana se vieron obligados a admitir primero en voz baja y después a gritos ¡son de Schubert son de Schubert! y se echaron a llorar con desconsuelo cada uno sobre el hombro del otro como si en lugar de haberlos recuperado los papeles se hubieran perdido en ese momento y que yo me asombrara de que todavía llorando si bien ya más calmados y luego de hablar aparte entre sí y en su idioma trataron de convencerlo frotándose las manos de que los movimientos a pesar de ser tan buenos no añadían nada al mérito de la sinfonía tal como ésta se hallaba y por el contrario podía decirse que se lo quitaban pues la gente se había acostumbrado a la leyenda de que Schubert los rompió o no los intentó siquiera seguro de que jamás lograría superar o igualar la calidad de los dos primeros y que la gracia consistía en pensar si así son el allegro y el andante cómo serán el scherzo y el allegro ma non troppo y que si él respetaba y amaba de veras la memoria de Schubert lo más inteligente era que les permitiera guardar aquella música porque además de que se iba a entablar una polémica interminable el único que saldría perdiendo sería Schubert y que entonces convencido de que nunca conseguiría nada entre los filisteos ni menos aún con los admiradores de Schubert que eran peores se embarcó de vuelta a Guatemala y que durante la travesía una noche en tanto la luz de la luna daba de lleno sobre el espumoso costado del barco con la más profunda melancolía y harto de luchar con los malos y con los buenos tomó los manuscritos y los desgarró uno a uno y tiró los pedazos por la borda hasta no estar bien cierto de que ya nunca nadie los encontraría de nuevo al mismo tiempo -finalizó el gordo con cierto tono de afectada tristeza- que gruesas lágrimas quemaban sus mejillas y mientras pensaba con amargura que ni él ni su patria podrían reclamar la gloria de haber devuelto al mundo unas páginas que el mundo hubiera recibido con tanta alegría pero que el mundo con tanto sentido común rechazaba.

 
ERASE UNA VEZ
José Luis Zárate Herrera
México (1966)

Hachas, sangre, muerte. El cuento de la Caperucita es horrible, y más la versión que se cuentan entre sí los lobos.


MI HERMANO
Rafael Novoa
España (1971)

Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos. Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y los que a la postre, determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá. Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine -aunque ello me costara el final de la película-. Un día me distraje y mi hermano salió antes que yo a la calle, y mientras me miraba con aquella sonrisa adorable, un coche se lo llevó por delante. Recuerdo que mi madre, al oír el golpe, salió de la casa y pasó ante mí corriendo y gritando mi nombre, con los brazos extendidos hacia el cadáver de mi hermano. Yo nunca la saqué del error.


LA MANZANA
María Laura Orfila
Argentina (1966)
 
Juan levantó la manzana del piso, la lustró contra el pulóver de dudosa higiene y se la acercó a la boca, decidido a darle un mordisco. Entonces se le ocurrió... le podía pasar lo mismo que a la heroína del relato que acababa de leer. Le dirigió una mirada de desconfianza al libro tirado descuidadamente sobre la hierba: "Blancanieves y los siete enanos". Sin embargo, recordó a su madre: "No te preocupes; es tan solo un cuento, Juan". Se lo repitió a sí mismo y, olvidado ya de sus temores, mordió la fruta. Al volver en sí, Juan quiso incorporarse pero su cabeza chocó contra una superficie dura. Levantó la vista y lo que vio le demostró que el libro no mentía... siete enanos lo miraban desde fuera de una tapa de cristal pero sus miradas no expresaban ninguna alegría, sino furia, rencor.. ¡Este descubrimiento lo horrorizó! Quiso gritar pero ningún sonido surgió de su garganta. Mientras, los enanos iban levantando la tapa lentamente, muy lentamente... pero con seguridad, la seguridad de unas bestias famélicas mientras unos ojos crueles y deformes se apretaban contra el cristal...

 
VIVIR PARA SIEMPRE
James George Frazer
Escocia (1854-1941)
 
Un relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado de Holstein, trata de una dama que comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y que deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer ni beber. Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en la iglesia. Todavía está ahí, en la iglesia de Santa María, en Lübeck. Es del tamaño de una rata, y una vez al año se mueve.
 
 
CANCER
Fernando Di Tomaso
Argentina (1978)

Hacía meses que mi padre no se levantaba de la cama. Yo tenía siete años y me habían prohibido verlo más que un ratito, una vez al día; pero me colaba en su cuarto cada vez que podía. Una mañana, bien temprano, me escabullí y lo encontré viejísimo, llorando sin ruido, casi sin mover la cara. Me dijo que no me asustara, que el monstruo se había ido, pero que tenía que traerle la escopeta, por si volvía... Cerca del mediodía, estaba ayudando a mi madre en la cocina cuando escuchamos el disparo. "¡Papá mató al monstruo!", grité.


MONSTRUOSIDAD
Jordi Cebrián
España (1964)

Llevaba meses haciéndolo sin que nadie sospechara sus atrocidades. Los sábados entraba de noche en la iglesia descolgándose desde el tejado por unas vigas de madera, abría la puerta de la sacristía, y cambiaba el vino sacramental por vino de taberna. Se arrodillaba en medio de la pequeña sala, rezando a dioses diferentes para que quitaran de aquel lugar toda la fuerza, toda la magia. El domingo por la mañana se sentaba en un banco a ver salir la gente de la iglesia, y sentía un placer cruel en la certeza de que les había condenado a todos al infierno.

Exabruptos, confidencias y revelaciones (XXVI)

ROBERTO FRANCESCO BELLARMINO
Cardenal de la Iglesia Católica Apostólica Romana (1615)

"La doctrina de que la Tierra no es ni el centro del universo ni inamovible, sino que se mueve incluso con una rotación diaria, es absurda, tanto filosófica como teológicamente falsa, y como mínimo un error de fe. Afirmar que la Tierra gira alrededor del Sol es tan erróneo como proclamar que Jesús no nació de una virgen".


JOHN N. LOUGHBOROUGH
Pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (1892)

"Pronto notamos que la profetisa era insensible a las cosas terrenales. Después de contar en voz alta las lunas de Júpiter, y poco después las de Saturno, hizo una hermosa descripción de los anillos de este último. Luego dijo: 'Los habitantes son personas altas, majestuosas, bien diferentes de los habitantes de la tierra. El pecado nunca ha entrado allí'".


ELLEN G. WHITE
Profetisa y fundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (1897)

"Algunas mujeres poseen en forma natural cinturas pequeñas. Pero en lugar de considerar estas formas como hermosas, deberían ser consideradas defectuosas. Estas cinturas de avispa podrían haberle sido transmitidas de sus madres como resultado de su indulgencia en la práctica pecaminosa de usar corsés apretados, y como resultado en una respiración imperfecta. La moda recarga las cabezas de las mujeres con trenzas y almohadillas artificiales que calientan y excitan los centros nerviosos de la médula espinal en el cerebro. La acción de la sangre sobre los órganos inferiores o animales del cerebro causa una actividad antinatural y una tendencia hacia la temeridad en la moral, y la mente y el corazón están en peligro de corromperse. Al excitarse y fortalecerse los órganos animales, la moral se debilita. Los poderes morales e intelectuales de la mente se convierten en siervos del animal. Muchos han perdido la razón y se han vuelto locos sin remedio después por seguir esta moda deformadora".


AGNES GONXHA BOJAXHIU
Madre Teresa de Calcuta (1979)

"En los barrios más pobres de muchas ciudades donde vivimos y trabajamos, al abordar a las personas que viven en casuchas, lo primero que nos piden no es pan ni ropa, pese a que muchas se están muriendo de hambre y andan casi desnudas. Nos piden que les enseñemos la Palabra de Dios. La gente tiene hambre de Dios. Anhela escuchar Su Palabra. Creo que es muy hermoso que los pobres acepten su carga, que la compartan con la pasión de Cristo. Creo que el mundo está siendo ayudado mucho por el sufrimiento de la gente pobre".

  
H.A. BUSTER DOBBS
Predicador de la Iglesia de Cristo norteamericana (1990)

"La tradición de los profetas es ser fuerte y usar un lenguaje apropiado para cada situación. La incapacidad o falta de voluntad para odiar hace inservible a una persona. Si no odiamos las cosas detestables, la calidad de nuestro carácter es sospechosa. La Biblia nos manda que odiemos".


 
PAT ROBERTSON
Predicador cristiano fundamentalista estadounidense (1991)

"Sé que a las damas les duele oír esto, pero si se casan, han aceptado el liderazgo de un hombre, su esposo. Cristo es la cabeza del hogar, y el esposo es la cabeza de la esposa, y así es como son las cosas, punto... Nunca habrá paz en el mundo hasta que la casa de Dios y el pueblo de Dios reciban su recto lugar de liderazgo en la cima del mundo. ¿Cómo puede haber paz cuando borrachos, traficantes de drogas, comunistas, ateos, adoradores de Satán, de la Nueva Era, humanistas seculares, dictadores opresivos, banqueros ambiciosos, asesinos revolucionarios, adúlteros y homosexuales están en la cima?".


ISAAC ASIMOV
Bioquímico y escritor ruso nacionalizado estadounidense (1991)

"Examinen fragmentos de pseudociencia y encontrarán un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarse. Y, ¿qué ofrecemos nosotros a cambio? ¡Incertidumbre! ¡Inseguridad! No hay creencia, sin importar cuán absurda sea, que no gane seguidores fieles que la defiendan hasta la muerte. Rendirse ante la ignorancia y llamarla Dios siempre ha sido prematuro, y sigue siéndolo hoy... Si insistimos en que la Biblia es cierta en su literalidad, entonces tenemos que abandonar total y completamente el método científico. No hay modo en que podamos al mismo tiempo tratar de descubrir la verdad mediante la observación y la razón, y aceptar la Biblia como verdadera... Soy ateo, y punto. Me tomó mucho tiempo decirlo. He sido ateo por años y años, pero de alguna manera sentía que era intelectualmente poco respetable decir que uno era ateo, porque asumía un conocimiento que no tenía. De alguna manera era mejor decir que uno era humanista o agnóstico. Finalmente decidí que soy una criatura de emoción además de razón. Emocionalmente soy ateo. No tengo evidencia para probar que Dios no existe, pero sospecho tanto que no existe que no quiero perder el tiempo".


JOHN D. MORRIS
Geólogo creacionista estadounidense (1997)

"Desafortunadamente, Dios no nos da todos los detalles. Todo lo que podemos hacer es comenzar con lo que sabemos y hacer inferencias razonables. Puedo pensar en varias posibilidades que son bíblicamente aceptables... ¿Es posible que este ser altamente inteligente Lucifer haya realizado experimentos de cría o ingeniería genética tanto en hombres como en animales, en su intento de remedar al verdadero Creador/Dios y usurpar Su autoridad? Quizá incluso las antiguas leyendas de híbridos de varias bestias y de medios hombres y medias bestias tengan alguna base real".


SCOTT BIDSTRUP
Ensayista y activista estadounidense (2000)
 
"La religión que usted sigue es el resultado en gran parte de los decretos del emperador romano Constantino que poco le importaba la religión que estaba ayudando a formar. Y el dios Jehová que usted adora es el descendiente directo de divinidades filisteas y babilónicas que sus escrituras ahora difaman. Fingir que eso no es verdad es cometer el mismo error que la Iglesia Católica cometió con Galileo. Usted acabará pasando por idiota exactamente como lo fue la Iglesia Católica... ¿Quiere un dios airado, escandaloso, vengativo, destruyendo todo lo que le sirve de tropiezo, exigiendo genocidios, infanticidios y hasta la misma esclavitud? Entonces el 'Exodo' es su libro. ¿Quiere un código de vida duro, rígido, inexorable, inflexible, sin misericordia? Entonces su libro es el 'Levítico'. ¿Quiere un dios discreto, sutil, insondable que raramente interfiere, pero que puede ser conocido solo a través de las oraciones sinceras y las suplicas del fondo del alma, además de ser gentil y misericordioso? Lea las 'Epístolas' de Pablo. Todo en el mismo libro".


DAVID ATTENBOROUGH
Naturalista británico (2003)
 
"Cuando los creacionistas hablan acerca de Dios creando cada especie individual como un acto separado, ellos siempre se refieren a los colibríes, o las orquídeas, los girasoles y organismos hermosos. Pero, en lugar de ello suelo pensar en un gusano parásito que barrena a través del ojo de un niño sentado en un banco de un río de Africa occidental. Un gusano que está dejándolo ciego. Y les preguntó a los creacionistas: ¿están diciéndome que el Dios en el que ustedes creen, el cual dicen es un dios de misericordia, que cuida de cada uno de sus criaturas, creó este gusano que no puede vivir en otro lugar diferente que en el globo ocular de un inocente niño? Porque eso no me parece que coincida con un dios lleno de misericordia".

26 de agosto de 2010

Alberto Manguel: "Ya estamos al borde de la catástrofe porque hemos destruido el mundo natural y ahora estamos haciendo todo lo posible para destruir el mundo intelectual"

Alberto Manguel (1948) nació en Buenos Aires, creció en Israel -donde su padre trabajaba como embajador de la Argentina-, vivió en Canadá -dónde se nacionalizó- y actualmente reside en Francia. De sus obras, originalmente escritas en inglés, se destacan "Guía de lugares imaginarios", "Noticias del extranjero", "Una historia de la lectura", "En el bosque del espejo", "Leyendo imágenes", "Stevenson bajo las palmeras", "Con Borges", "Diario de lecturas" y "El regreso". Dos acontecimientos signan su presente: la publicación en castellano de "La librería de noche" y la construcción de un edificio para albergarar su propia biblioteca. El libro es un recorrido por las grandes bibliotecas del mundo, desde la Biblioteca de Alejandría hasta las bibliotecas de la actualidad, para finalizar en la figura de la biblioteca como el hogar al que siempre se vuelve. En cuanto a su biblioteca -a la que bautizó Le Presbytère-, Manguel la construyó en Mondion, un pequeño pueblo cerca de Poitiers, en una antigua propiedad que la Iglesia perdió después de la Revolución Francesa. Sobre estos temas, el escritor conversó con Fernando Peirone para la revista "Ñ" nº 360 aparecida el 21 de agosto de 2010, una charla que se acopla con otra sostenida tres años antes con María Luisa Blanco para la edición del 13 de enero de 2007 del diario español "El País".


El punto de partida de su nuevo libro, "La biblioteca de noche", es la pregunta por el sentido del universo. ¿Por qué esa necesidad de encontrar un sentido?

Los seres humanos podemos ser definidos como animales lectores. Creemos que el mundo natural hay que descifrarlo. Vivimos en esa paradoja: saber por un lado que este mundo no tiene ningún sentido y preguntarnos el porqué de las cosas. Las respuestas están en los libros. Por eso lamento que hoy el libro no goce del prestigio de otro tiempo. Las calidades que tiene la tecnología, por razones económicas, son las que nuestra sociedad pone por delante. Hace cincuenta años la biblioteca estaba en el centro de la sociedad, nadie discutía que leer era importante, pero el capitalismo salvaje actual no puede permitirse un consumidor lento. La literatura, en cambio, requiere lentitud, requiere que te detengas, que reflexiones, que nunca alcances una conclusión. Nunca puedes saber si Don Quijote está loco o no. Como sociedad tenemos que decir que el acto intelectual es importante. No puedes pedir a un adolescente que lea cuando le estás diciendo que toda actividad que no te dé una ganancia inmediata y visible es inútil. Creo que no existen seres humanos no lectores. En la sociedad actual es como si fuésemos misioneros de una religión en la que la iglesia central ya no cree.

¿Cuáles son sus bibliotecas preferidas?

Una es la Biblioteca Circular de Aby Warburg, en Hamburgo. Heredero de una gran fortuna, Warburg lo dejó todo en manos de su hermano con la condición de que le diera el dinero suficiente para mantener su biblioteca y comprar todos los libros que quisiera. El lema de este hombre singular era "Vive y no me hagas daño". Pero hay otras bibliotecas que me parecen ejemplares: la London Library, una biblioteca privada circulante que envía los libros que quieras allí donde estés y compran los libros que tú necesitas, una librería para la que los libros no son piezas de museo. Y las bibliotecas circulantes de Colombia, los biblioburros para acceder a las poblaciones perdidas de la sierra. Alguien del pueblo cuida la bolsa y luego vuelven a recogerlas al cabo del tiempo.

¿Cómo se llevan los libros con el poder?

Los libros nunca se han llevado bien con el poder, por eso insisto en la necesidad de la lectura como elemento de protección. La historia del libro corre paralela a la de la censura. Una de las cosas esenciales que proporciona la lectura es aprender a pensar, y no hay nada más peligroso para el poder que un pueblo pensante. La tarea del político es más fácil frente a un pueblo idiota, educarnos en la estupidez es quitarnos los libros, y eso siempre ha sido tarea de dictadores. En la actualidad existen otras formas de censura, el editor cuya vocación era la literatura ya no puede trabajar de la misma manera porque tiene que conseguir un provecho financiero, y eso elimina el 90% de la literatura. Si Borges se presentase hoy con un nuevo libro no podría publicarlo. Ahora un editor se fija en las ventas anteriores de ese autor y si el anterior no se ha vendido, no se publica. Esta situación se complica porque ahora también son los compradores para las grandes superficies los que deciden. En el mundo anglosajón, a la mesa del editor se sienta el crítico, el gerente y ese comprador que opina sobre el libro, y si aceptan sus condiciones compra cincuenta mil ejemplares que, además, puede devolver. Estamos en esa situación y las consecuencias serán catastróficas.

¿La lectura queda finalmente como un acto de rebeldía?

Siempre lo ha sido. Primero porque se valora la acción y no la inacción y porque conduce a la reflexión, y eso siempre es peligroso. Y porque a través de la lectura empezamos a conocer quiénes somos. En el futuro, leer será no sólo un acto de rebeldía, sino también un acto de supervivencia. Si como lectores nos resignamos a que nos impidan leer la buena literatura nos vamos a condenar a ser menos humanos. Es un riesgo que, por supuesto, no podemos correr. Ya estamos al borde de la catástrofe porque hemos destruido el mundo natural y ahora estamos haciendo todo lo posible para destruir el mundo intelectual. Hay que actuar ahora. Pero ahora quiere decir hoy.

¿Por qué el lema que preside Le Presbytère es "Lee lo que quieras"?

Porque no creo que el amor a los libros se pueda enseñar. El amor por la lectura es algo que se aprende pero no se enseña. De la misma forma que nadie puede obligarnos a enamorarnos, nadie puede obligarnos a amar un libro. Son cosas que ocurren por razones misteriosas, pero de lo que sí estoy convencido es que a cada uno de nosotros hay un libro que nos espera. En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita para nosotros.

En su libro usted resalta la porfía humana de conferirle sentido y orden a un mundo que al mismo tiempo parece obstinarse en el caos y la imprevisibilidad. ¿Es posible extraer de ese juego una lectura del mundo? Y en tal caso, ¿la lectura puede ordenar o es sólo un sucedáneo?

Nosotros, seres humanos, podemos definirnos como "especie lectora". Venimos al mundo condicionados para leerlo, es decir, para imaginarlo e interpretarlo. Nuestra habilidad imaginativa nos permite reconstruir la experiencia del mundo para aprender a conducirnos en él, en un sentido práctico. Y esa reconstrucción es el resultado de una lectura. Quiero decir, a través de los sentidos, recibimos señales neutras que las recibimos al mismo tiempo que las interpretamos y las cargamos de sentido: el color rojo no lleva en sí mismo el significado de peligro o de combate, un dromedario no posee en sí mismo la calidad de feo o lindo. Todo eso no lo recibimos como un conjunto de sensaciones arbitrarias sino como parte de un lenguaje que, imaginamos nosotros, está narrándonos algo. De allí surge la antigua metáfora del mundo como libro.

¿Y hay un orden posible?

El "orden" que leemos en el mundo es, por supuesto, ficticio. No proviene de un supuesto "autor" divino o natural, proviene de nuestros deseos y necesidades de sobrevivencia. De la misma manera que leemos animales y dioses en las constelaciones, y supuestas historias en la gente que vemos en el subte, así leemos el mundo, aunque no obedezca el orden que imaginamos. Y esa lectura del mundo, eso que a veces traducimos en lo que llamamos literatura, nos permite creer que podemos entender algo de ese orbe incomprensible.

¿Cuál es el vínculo entre los libros y la noche?

De día, los libros en una biblioteca obedecen a normas más evidentes, más estrictas: a la luz del día, podemos ver cómo han sido clasificados, con qué otros se codean, cuál es su posición en la biblioteca. De noche, sobre todo en las bibliotecas oscuras que me gustan, ese contexto desaparece y estoy a solas con el libro en un espacio que para mí tiene algo de fantasmagórico. De noche, siento la presencia del libro de un modo más secreto, menos categórico. Para entender lo que estoy diciendo, pruebe leer "Il deserto dei tartari" (El desierto de los tártaros), solo, de noche, en una biblioteca sin gente...

¿Internet es la prolongación digital de la enciclopedia?

No sé si es válido comparar Internet a una enciclopedia. Una enciclopedia es un instrumento estrictamente ordenado, que tiende a resumir y a canonizar. Internet obedece a una multitud de órdenes y sistemas o programas preestablecidos, y en vez de resumir, explaya, se multiplica, no pretende decir una verdad sino muchas. Además, los primeros enciclopedistas, gente como Diderot y Voltaire, creían en la educación de la inteligencia, en la búsqueda del conocimiento profundo y lógico. Internet, si bien permite ese uso inteligente, es sobre todo un instrumento que brinda la ilusión de conocimiento sin esfuerzo, a través de la acumulación ilimitada, y prefiere lo superficial a lo profundo, lo inmediato a aquello que requiere tiempo y fatiga. Pero claro, como todo instrumento, su valor depende de quién lo usa y de cómo es usado.

¿Cómo piensa su vínculo con el futuro un escritor que cabalga entre dos épocas?

Mi vínculo con el futuro es preguntarme, con mínima curiosidad, si voy a despertarme a la mañana siguiente. Después veremos. Hay quienes sostienen que los nativos digitales han decidido prescindir de la profundidad, la radicalidad y la gravedad para habitar un mundo más superficial, menos ambicioso y más liviano, pero más humano.

¿Qué opina de esta generación de Bartlebys que, sin rupturas ni revoluciones, con un simple "preferiría no hacerlo", abre una nueva dimensión política?

No creo que la generación digital sea una generación de Bartlebys. El Bartleby de Melville prefiere no hacer nada pero activamente. La generación digital deja, en gran medida, que la elección la hagan otros. Es útil recordar, hablando por ejemplo de "lectura interactiva", que es interactiva sólo en la medida en la que el programa utilizado lo permita. Yo no puedo explorar una palabra no programada, o conectarme con otro sitio con el cual no se haya establecido un "link" de antemano. Y quien quiera utilizar Internet para lo que sea -buscar información, enviar un e-mail, ver un video- debe hacerlo sometido a un diluvio de imágenes y anuncios publicitarios impuestos por otros. Edith Wharton decía no poder escribir una carta sabiendo que había alguien en la habitación de al lado. No quiero imaginar lo que hubiese sentido la pobre mujer, escribiendo en medio de una cacofonía de anuncios y solicitudes, vigilada por un programa electrónico que subraya sus errores de ortografía y gramática, y sabiendo que al menor descuido alguna persona extraña leerá su correspondencia. En tal contexto, es difícil rescatar el libre albedrío.

¿Cómo convive con los avatares políticos del lugar en que despliega su vida cotidiana?

Samuel Beckett decía que, siendo un extranjero en Francia, no le correspondía dar su opinión sobre la situación política del país que lo albergaba. Nunca firmaba peticiones, no iba a manifestaciones, no escribía cartas de protesta a los diarios. Yo, menos sabio que Beckett, no puedo quedarme callado. Viviendo en un país donde se ha instalado un abominable Ministerio de Identidad Nacional e Imigración para definir quién es y quién no es francés; donde el presidente tacha a los habitantes de los barrios pobres de "racaille" (basura); donde otro ministro dice de los imigrantes argelinos que "uno de ellos está bien, pero el problema empieza cuando hay muchos"; donde el presidente pregunta en público para qué sirve leer el clásico francés más importante del siglo XVII, como lo es "La princesse de Clèves" (La princesa de Cléves); donde la ministra de finanzas declara que los franceses deben "pensar menos y trabajar más"; viviendo en un país así siento la obligación de denunciar estas infamias. Si no lo hago, no tengo derecho a dar mi opinión ni sobre literatura ni sobre nada.

Usted homologa la Torre de Babel y la Biblioteca de Alejandría como símbolos de la ambición humana: desafiar a Dios y poseer todo el conocimiento. Esas pulsiones también inspiraron el Iluminismo que hoy capitula frente a nuevos paradigmas. ¿Cuál considera que es el vínculo con la autoridad y el conocimiento que conlleva este cambio de paradigmas?

La maquinaria económica que hemos construido necesita, para funcionar, que no seamos curiosos, que no reflexionemos. Para avanzar, esa maquinaria debe hacerlo en un mundo en el que todo incite a la estupidez, a hacernos creer que no somos lo suficientemente inteligentes para merecer Alejandría ni hábiles como para construir Babel. A menos que la detengamos y la destruyamos, esa maquinaria nos destruirá a nosotros. Pero quizás no sea demasiado tarde para cambiar... Nuestra sola esperanza está en volver a insistir en que somos criaturas inteligentes. No es sólo decirle a los chicos que sean lectores, sino recordarles que son inteligentes, que no se conformen con esas cosas fáciles que les tiran para que se entretengan. ¡Conviértanse en subversivos!, ésa es la única salvación en esta sociedad.

24 de agosto de 2010

Conversaciones (XXXV). Werner Schroeter-Michel Foucault. Sobre el amor y la pasión

"Abfallprodukte der liebe" (Los escombros del amor), "Maria Callas porträt" (Retrato de Maria Callas), "Tag der idioten" (El día de los idiotas) y "Palermo oder Wolfsburg" (Palermo o Wolfsburgo) son algunas de las películas más conocidas del director alemán Werner Schroeter (1945-2010). Apasionado por la ópera y la música desde muy joven, durante algún tiempo estudió psicología en la Universidad de Mannheim, para luego inscribirse en la Escuela Superior de Cine y Televisión de Múnich. A partir de 1967 comenzó a realizar cortometrajes hasta que, en 1969, estrenó su primer largometraje: "Eika Katappa". En 1971 fue descubierto por el cineasta y director teatral Peter Zadek (1926-2009), quien lo llevó a interesarse por la actividad teatral. A partir de entonces, su carrera en el cine se desarrolló paralelamente al teatro y la ópera, llegando a realizar más de cuarenta films y ochenta puestas en escena. Considerado uno de los grandes renovadores del nuevo cine alemán en los años '60 y '70,  nunca ganó amplia popularidad con sus películas ni éstas alcanzaron una gran distribución internacional; sin embargo obtuvo un gran reconocimiento por su capacidad creadora. Su último film fue "Nuit de chien" (Noche de perros) en 2008, basado en la novela "Para esta noche" de Juan Carlos Onetti (1909-1994). En 1973, cuando se estrenó "Der tod der Maria Malibran" (La muerte de Maria Malibran), Michel Foucault (1926-1984) quedó fascinado por la película y escribió un texto que a su vez sedujo a Schroeter, su director. Como consecuencia de ello, el 3 de diciembre de 1981 el autor de "Surveiller et punir" (Vigilar y castigar) y "L'archéologie du savoir" (La arqueología del saber) se encontraron por única vez en París, en presencia del cineasta y escritor francés Gérard Courant (1951) quien grabó la conversación entre ambos. La transcripción de aquel diálogo es la siguiente.


W.S.: ¿Qué lo ha impactado al ver "La muerte de Maria Malibran"?

M.F.: Me llamó la atención, tanto en "La muerte de Maria Malibran" como en "Willow springs", que no se trate de películas sobre el amor, sino más bien de películas sobre la pasión.

W.S.: La idea principal de "Willow Springs" consistía en una obsesión de dependencia que unía a los cuatro personajes, cada uno de ellos ignorando los motivos de esta dependencia. Por ejemplo, Ila von Hasperg, la que hace de mucama, no sabe por qué es víctima de este vínculo de dependencia con Magdalena. Lo veo como una obsesión.

M.F.: Salvando alguna palabra, creo que hablamos de lo mismo. Primero, no podemos decir que estas mujeres se aman entre ellas. No podemos decir que haya amor en Maria Malibran tampoco. Mejor sería hablar de pasión. ¿Qué es la pasión? Es un estado, algo que nos ocurre, que se apropia de nosotros, que nos agarra de los hombros, que no tiene pausa ni origen. En realidad, no sabemos de dónde viene. La pasión llega así como así. Es un estado siempre móvil, pero que no tiene dirección. Hay momentos fuertes y momentos débiles, momentos que alcanzan la incandescencia. Flota. Balancea. Es una suerte de instante inestable que se prolonga por motivos oscuros, tal vez por inercia. Busca mantenerse y desaparecer. La pasión se atribuye todas las condiciones para continuar, y a la vez se destruye ella misma. En la pasión, uno no está ciego. Son situaciones en las que uno simplemente no es uno mismo. Ya no tiene sentido ser uno mismo. Las cosas se ven distintas. En la pasión también hay una cualidad de sufrimiento-placer muy diferente de la que se encuentra en el deseo o en lo que se llama sadismo, o masoquismo. No veo ninguna relación sádica o masoquista entre estas mujeres, mientras que sí hay un estado de sufrimiento-placer indisociables. No son dos cualidades que se mezclan. Es una sola y misma cualidad. Hay en cada personaje un sufrimiento muy grande. No se puede decir que una la haga sufrir a la otra. Son tres tipos de sufrimiento permanente, que a la vez son totalmente decididos, ya que no hay necesidad alguna de que estén aquí, presentes. Estas mujeres se han encadenado a un estado de sufrimiento que las une, del cual no logran deshacerse, y sin embargo hacen todo para liberarse. Todo esto es diferente del amor. En el amor hay, en cierta forma, un titular de este amor, mientras en la pasión circula entre los partenaires.

W.S.: El amor no es tan activo como la pasión.

M.F.: El estado de pasión es un estado mixto entre los distintos miembros de la pareja.

W.S.: El amor es un estado de gracia, de alejamiento. En una charla que tuve hace poco con Ingrid Caven, ella me decía que el amor era un sentimiento egoísta porque no convoca a la pareja, no es problema de él.

M.F.: Se puede amar perfectamente sin que ame el otro. Es una cuestión de soledad. Por ese motivo es que en el amor siempre sobran las demandas de uno hacia el otro. Este es su gran defecto, pedirle siempre algo al otro, mientras que el estado de pasión entre dos o tres personas permite una comunicación intensa.

W.S.: Lo cual significa que la pasión contiene, intrínseca, una gran fuerza comunicativa donde el amor es un estado aislado. Encuentro muy deprimente saber que el amor es una creación, una invención interior.

M.F.: El amor puede devenir pasión, es decir, ese estado del cual hemos hablado.

W.S.: Ese sufrimiento, por lo tanto.

M.F.: Ese estado de sufrimiento mutuo y recíproco es, verdaderamente, la comunicación. Me parece que es lo que ocurre entre esas mujeres. A esos rostros, a esos cuerpos, no los atraviesa el deseo pero sí la pasión. He pensado que su película se originaba en "Le malentendu" (El malentendido) de Albert Camus, esa historia también clásica de otros relatos europeos del albergue a cargo de mujeres que matan a los viajeros que se aventuran en el lugar.

W.S.: Desconocía aquella historia cuando realicé "Willow Springs". En realidad fue generada por Christine Kaufmann, con quien habíamos colaborado en teatro. Un día apareció su ex marido, Tony Curtis, y a pesar de que ella tenía la custodia de los dos niños, se los llevó. No teníamos dinero para combatir a ese padre irresponsable. Nos fuimos a Estados Unidos con Christine Kaufmann, Magdalena Montezuma e Ila von Hasperg porque con Christine habíamos pensado en recuperar a los niños. Era mi primer viaje a Los Angeles y California. La idea de "Willow Springs" surgió durante los encuentros con los abogados y al descubrir la región. En Alemania algunas personas vieron en la película una crítica del terror homosexual. Estábamos en un pequeño motel a diez kilómetros de Willow Springs, totalmente encerrados, o sea en la misma situación que los protagonistas de la película.

M.F.: ¿Qué hace que esas tres mujeres vivan juntas?

W.S.: Ante todo quiero decir que nosotros estábamos juntos. Willow Springs reflejaba lo que vivíamos en aquella época, y lo que las tres mujeres me habían inspirado en años de colaboración. Ila siempre resaltaba su fealdad de manera poética, Christine era de una belleza fría y muy amigable a la vez, y Magdalena era tan depresiva como dominante. Esta situación se había generado en un clima político desfavorable si los hay, en un lugar donde vivían fascistas. El pueblo lo manejaba un nazi norteamericano. Era un lugar de terror... ¿Usted se inclina por la pasión o el amor?

M.F.: La pasión.

W.S.: El conflicto del amor y de la pasión es el sujeto de todas mis obras de teatro. El amor es una fuerza perdida, que ha de perderse ya, porque nunca es recíproca. Siempre es sufrimiento, nihilismo total, como la vida y la muerte. Los autores que quiero son todos suicidas: Kleist, Hölderling -alguien que creo comprender, pero fuera del marco de la literatura-... Sé desde mi infancia que debo trabajar, no por haber escuchado que era indispensable; era demasiado anarquista y turbulento para creer eso, sino porque sabía que eran tan pocas las posibilidades de comunicar en esta vida que había que aprovechar el trabajo para expresarse. En realidad, trabajar es crear. Conocí a una puta muy creativa que tuvo con su clientela un comportamiento creativo y artístico. Es mi sueño. Cuando no alcanzo esos estados de pasión, trabajo... ¿Cómo es su vida?

M.F.: Muy razonable.

W.S.: ¿Me puede hablar de su pasión?

M.F.: Hace dieciocho años que vivo en un estado de pasión hacia alguien, por alguien. En un momento dado tal vez tomó la forma del amor. A decir verdad, se trata de un estado de pasión entre nosotros dos, un estado permanente, que no tiene otro motivo para acabarse que no sea él mismo, un estado que me convoca por completo, que me atraviesa. Creo que no hay absolutamente nada en este mundo capaz de determe a la hora de encontrarlo, de hablarle.

W.S.: ¿Qué diferencias observa entre el estado de pasión vivido por una mujer y el vivido por un hombre?

M.F.: En esos estados de comunicación sin transparencia que constituyen la pasión, cuando uno desconoce el placer del otro, lo que es el otro, lo que le ocurre al otro, diría que es imposible saber si es más fuerte para los homosexuales.

W.S.: Mi pasión está en Italia. Es una pasión imposible de definir de manera exclusivamente sexual. Es un chico que tiene sus amigos, y amantes femeninas también. Es alguien que a su vez siente, creo yo, una pasión por mí... ¡Sería demasiado bello si fuera cierto! Desde la infancia vengo diciendo que para mí ser homosexual es una ventaja, porque es bello.

M.F.: Tenemos la prueba objetiva de que la homosexualidad es más interesante que la heterosexualidad: mientras es asombrosa la cantidad de heterosexuales que quisieran devenir homosexuales, conocemos muy pocos homosexuales que demuestren ganas reales de devenir hétero. Es como pasar de Alemania del Este a Alemania del Oeste. ¿Conoce muchos alemanes del Oeste con ganas de instalarse en el Este?

W.S.: Bertolt Brecht.

M.F.: Es cierto, la excepción que confirma la regla. Además era otra época, las relaciones entre ambas partes eran distintas. Volviendo a nuestros pagos: nosotros podremos amar a una mujer, tener una relación quizás hasta más intensa que con un chico, pero jamás tendremos ganas de devenir heterosexuales.

W.S.: Mi gran amiga Rosa von Praunheim, que ha hecho muchas películas sobre el tema de la homosexualidad, me dijo un día: "Sos cobarde e insoportable", porque me negué a firmar una petición contra la represión de los homosexuales. Era una campaña iniciada por una revista donde los homosexuales se declaraban como tales. Yo le dije que estaba de acuerdo en firmar su petición, pero no en reclamar en contra de la represión, porque si de algo no he sufrido jamás en mi vida es de la homosexualidad. Al ser ya muy amado por las mujeres, sabiéndome ellos homosexual, se detenían más en mi persona. Tal vez haya realizado "Willow Springs" por culpa, porque he hecho mucho cine y mucho teatro con mujeres. Veo claramente la diferencia entre mi pasión por una mujer como Magdalena Montezuma, con quien tendré una profunda amistad hasta mi último suspiro, y mi pasión por mi amigo italiano. Es extraña mi motivación. No la puedo definir. En Praga, para mi película "El día de los idiotas", he trabajado con treinta mujeres entre las que estaban todas las que colaboraron conmigo en los últimos trece años.

M.F.: ¿No podría explicarlo?

W.S.: No puedo definir la causa de mis sentimientos. Por ejemplo, cuando vuelvo a ver a ese amigo italiano, vuelvo a un estado de pasión.

M.F.: Voy a poner un ejemplo. Cuando veo una película de Bergman, otro cineasta que tiene como obsesión las mujeres y el amor entre mujeres, me aburro. Bergman me aburre porque creo que él intenta ver lo que pasa entre ellas, mientras que en sus películas hay como una evidencia inmediata: sin buscar decir lo que pasa, permite que ni nos lo preguntemos. Su manera de escapar del todo a la película psicológica me parece enriquecedora. Vemos cuerpos, rostros, labios, ojos. Les hace actuar una suerte de evidencia apasionada.

W.S.: No me interesa la psicología. No creo en ella.

M.F.: Volvamos a lo que usted decía hace un momento sobre la creatividad. Uno se pierde en su vida, en lo que escribe, en hacer una película, precisamente cuando quiere interrogar a la naturaleza de la identidad de algo. Ahí fracasa, porque entra en clasificaciones. El problema consiste en crear algo que ocurra y circule entre las ideas, algo que se mantenga innombrable, y así a cada instante tratar de darle una coloración, una forma y una identidad que nunca dice lo que es. ¡Eso es el arte de vivir! Es matar a la psicología para crear, con uno mismo y con los otros, individualidades, seres, relaciones y cualidades que no tengan nombres. Si uno no puede lograr eso en la vida, no merece ser vivida. No hago diferencia entre los que hacen de sus vidas una obra de arte y los que hacen en sus vidas una obra de arte. Una existencia puede ser una obra perfecta y sublime, algo que bien sabían los griegos y que hemos olvidado por completo, sobre todo desde el Renacimiento.

W.S.: Es el sistema del terror psicológico. El cine no es otra cosa que dramas psicológicos, películas de terror psicológico... No le tengo miedo a la muerte. Tal vez suene arrogante, pero es la verdad (hace diez años sin embargo lo tenía). Mirar la muerte de frente es un sentimiento anarquista que hace peligrar el orden establecido. La sociedad juega con el terror y el miedo.

M.F.: Una de las cosas que me tienen preocupado hace rato es la conciencia de cuán difícil es suicidarse. Pensemos y enumeremos las pocas posibilidades de suicidio que tenemos a nuestra disposición, cada una más asquerosa que la otra. El gas, por ejemplo, es peligroso para el vecino... Ahorcarse, convengamos que es desagradable para la mucama que descubre el cuerpo a la mañana del día siguiente... Arrojarse por la ventana ensucia la vereda. Además, la sociedad tiene del suicidio una consideración muy negativa. No solamente se dice que no está bien suicidarse, sino que también se considera, cuando alguien se suicida, que andaba muy mal.

W.S.: No entiendo que una persona muy deprimida tenga la fuerza para suicidarse. Sólo podría suicidarme en un estado de gracia, de placer extremo, pero para nada en un estado de depresión.

M.F.: Estoy a favor de un auténtico combate cultural que haga entender a la gente que no existe conducta más bella ni que merezca más atención que el suicidio. Cada quien debiera trabajar en su suicidio toda la vida.

W.S.: El sistema en el que vivimos opera desde la culpa. Mire la enfermedad. He vivido en Africa y en la India, donde las personas no temen mostrar su estado ante la sociedad. Hasta el leproso se puede mostrar. En cambio, en nuestra sociedad occidental apenas uno se enferma debe tener miedo, esconderse, y ya no puede vivir. Sería ridículo que la enfermedad no fuera parte de la vida. Tengo para con la psicología una relación totalmente esquizoide. Si agarro mi encendedor y un cigarrillo, es algo banal. Lo que importa es el gesto. Es lo que me da mi dignidad. Saber que cuando yo tenía cinco años mi madre fumó demasiado no me interesa desde el conocimiento de mi propia personalidad.

M.F.: Es uno de los grandes puntos de inflexión que hoy tenemos en cuanto a nuestras sociedades occidentales. El siglo veinte nos enseñó que uno ya no puede hacer nada si no conoce nada de sí mismo. La verdad sobre uno mismo pasó a ser una condición de la existencia, mientras bien se pueden imaginar sociedades que permitan no resolver la problemática de lo que uno es. Es una pregunta sin sentido. Lo importante es el arte de lo que uno hace para ser quien es. Un arte de uno mismo que vendría a ser lo más opuesto al sí mismo. Hacer de su ser un objeto de arte, eso es lo que vale la pena.

W.S.: De su libro "Les mots et les choses" (Las palabras y las cosas) recuerdo esta frase que me ha gustado mucho: "Si estas disposiciones desaparecieran... podríamos apostar a que el hombre se borraría como un rostro de arena en el límite del mar". Para mí la psicología es un misterio. Freud edificó por encima de nuestras cabezas un sistema muy peligroso adaptado a toda sociedad occidental. Quisiera dar un ejemplo significativo de un acto anodino que sería mal interpretado en un sentido freudiano. Cuando volví de Norteamérica después de "Willow Springs" estaba muy cansado y a mi madre le dio gusto darme un baño. En un momento empecé a mear en la bañera. Imagínese la situación: una madre de sesenta años y su hijo de veintisiete. Me reí mucho. De todas maneras, siempre meo en las bañeras. ¿Por qué no mear? Es la única respuesta para dar. Es una relación fraternal, fuera del incesto, ya que nunca tuve una relación erótica imaginaria con mi madre. La consideré una amiga. No veo ningún problema en eso, a no ser que reduzca esta acción al contexto psicológico burgués... Novalis escribió un poema que adoro: "Hymnen an die nacht" (Himnos a la noche). Explica por qué prefiere la noche al día. ¡Eso es el romanticismo alemán!

M.F.: ¿Cuando realizó "Maria Malibran" pensó primero en la música?

W.S.: Ante todo, pensaba en el suicidio, en las personas que quería, en las que me inspiraban pasión, como Maria Callas, que seguía amando. "La muerte de Maria Malibran" existió gracias a lecturas: un libro español sobre Maria Malibran, un texto sobre la muerte de Janis Joplin y otro sobre la muerte de Jimi Hendrix, dos artistas que admiraba muchísimo. Maria Callas era la visión erótica de mi infancia. A los catorce años, en mis sueños eróticos la imaginaba meando y yo, mirándola. Me sucedía siempre fuera del marco de su imagen, del respeto y de la gran amistad que tenía con ella. Es la mujer erótica. Maria Callas era una pasión total. De manera extraña, nunca me dio miedo. Recuerdo que ella me dijo, en una charla que tuvimos en París en 1976, que solamente conocía a gente que le tenía miedo. Le dije: "¿Cómo se le puede tener miedo?". Era de una amabilidad excepcional, y se parecía a una niña griega americana. A los cincuenta años era la misma cosa. Le había hecho una propuesta: "¿Quiere que publiquemos una nota en 'France Soir': Maria Callas busca un hombre?". Se rió mucho. "Ya verá, van a aparecer no menos de cien personas". Tanto miedo le tenía la gente que nadie se atrevía a ir a verla. Tenía una vida muy solitaria. Una lástima, porque dejando de lado su genio, era de una simpatía y amabilidad fabulosas. Algo me fascina. ¡Algo inimaginable! Doce años que trabajo con las mismas diez personas y casi no hay en ese grupo interés de un miembro para con otro. No hay interés profundo entre Magdalena Montezuma y Christine Kaufmann, ni entre Christine Kaufmann e Ingrid Caven, etcétera. Hay un interés vital entre Magdalena e Ingrid que se quieren y se admiran mucho, pero es una excepción. Si no estoy para la puesta en escena, no hay comunicación.