20 de junio de 2010

Juan Gelman: "El trabajo de la imaginación es interrogar a la vivencia como choque de la realidad"

A fines de noviembre de 2007, el poeta argentino Juan Gelman (1930) recibía en el Distrito Federal mexicano la noticia de que había sido galardonado con el Premio Miguel de Cervantes de Literatura. Autor de una extensa obra que se inició en 1956 con la publicación de "Violín y otras cuestiones", Gelman fue uno de los fundadores del grupo de poetas "El pan duro", integrado por jóvenes militantes comunistas que proponían una poesía comprometida y popular y actuaban cooperativamente para publicar y difundir sus trabajos. A mediados de los años '60 comenzó a trabajar como periodista en la revista "Panorama" y luego lo hizo sucesivamente en el suplemento cultural del diario "La Opinión", en la revista "Crisis" y en el diario "Noticias". Tras un largo exilio y posterior radicación en México, actualmente es colaborador habitual en el diario "Página/12". Jorge Boccanera, autor del ensayo "Confiar en el misterio (Viaje por la poesía de Juan Gelman)", lo entrevistó entonces y la charla fue reproducida en el nº 9 de la revista "Nómada" de febrero de 2008.


Tu labor es un hacer continuo animado por un espíritu de búsqueda constante. De ahí que el premio Cervantes -un reconocimiento a la trayectoria- recayó en un poeta que no vive de glorias pasadas.

Estoy escribiendo un libro nuevo -hace poco se publicó "Mundar"- y si después de cada libro hay una depresión tipo posparto, ahora pasó algo distinto. Sigo escribiendo.

No dejás de escribir, ya veo, ¿y de leer?

Hay dos autores que releo: Shakespeare y Cervantes. Pero no sólo "El Quijote", también las "Novelas ejemplares" y las obras de teatro que reflejan momentos de su prisión en Argel. Cervantes tuvo muchas peleas, pero además peleó con la pobreza, ¡ojo! Escribió "desde" la pobreza no sobre la pobreza. El nombre es algo que conmueve, porque es Cervantes.

Pero de España, respecto a tu obra, hay otras lecturas y vecindades: por ejemplo los místicos.

Leo a San Juan de la Cruz, el poeta más alto de la lengua castellana, y a Santa Teresa de Jesús; pero hay místicos alemanes -Eckhardt, Hildegarde de Bingen- y holandeses. Lo de San Juan me parece extraordinario; la riqueza de su lenguaje, las palabras que elige, la pluralidad de sentidos, esto de no saber sabiendo. El poeta español José Angel Valente escribió que San Juan "dice lo que dice y dice lo que calla". Yo digo que también calla lo que dice.

Entre tus muchas lecturas mencionaste la Cábala.

Me interesa por una visión exiliar. Somos exiliares en la tierra, en la existencia, en la historia. Una hermosa tradición de los indios de Guatemala cuenta que cuando la mujer tiene un hijo en el vientre lo lleva a que vea los árboles y los pájaros, le explica qué está viendo y el nombre que tienen para que aprenda a identificarlos con el respeto a la vida.

Hablemos de tu libro último, ese "Mundar" que es sustantivo y verbo…

Es un libro donde aparece una especie de reconciliación. Como a muchos, nos lastimaron la esperanza. El tema es que la realidad de este mundo cada vez peor provoca una reacción. Hay épocas grises y siempre aparece la reacción contraria. Oscar Wilde decía que un mapamundi en el que no existiera el país de la utopía, no merecía ser mirado. Es la utopía, digo yo, entendida como sueño. Ese es un país que la humanidad pisa cada noche.

Un libro anterior, "País que fue será", remite desde el título a tiempos trastocados y a una tierra yerma.

Entre "fue" y "será" no hay coma, no hay interregno. El título remite a un país que muchos quisimos que fuera y todavía no es. Lo quisimos no sólo en los años '60 y '70, también lo quisieron los abuelos y sus abuelos. No puede ser que en un país que puede alimentar a trescientos sesenta millones de personas cada año, haya bebés que mueren literalmente de hambre. El título también remite al país interior de muchos.

En "Opinión", un texto de "País que fue será", te referiste a los poemas que se escriben en estado de frialdad…

O a esa sangre le falta emoción o se la enfrían.

Uno de los núcleos de "País que fue será" es la memoria, esa que "entra de noche en una casa apestada".

Puedo decir algo sobre los usos de la memoria, de cómo el poder la veta cuando no le conviene. Recordar el pasado es un acto político.

La palabra "búsqueda" es el hilo que viaja de tu obra a tu vida. En otro de tus libros últimos, "Valer la pena", el poeta busca encontrarse consigo mismo.

Todo eso gira en torno a lo que pasamos durante años, la derrota, la utopía, los lazos de solidaridad que se rompen; toda esa cuestión. El libro abre una reflexión sobre eso, con el sentimiento de todas esas cosas. Uno se está preguntando quién era entonces y quién es ahora. Están las mismas preguntas, pero formuladas desde otro lugar.

Tus últimos trabajos subrayan un vacío "incesante", un estado de pérdida; esos "huecos del alarido".

Son pérdidas. Lo importante es cómo se las convierte en algo nuevo volviendo a ellas.

Una pugna entre lo vital y lo marchito, entre lo que cobra espesor y lo que se diluye, atraviesa esos textos. ¿Lo ves así?

Ojalá así sea, porque tu pregunta es una definición exacta de la vida: lo nuevo, lo que nace, tiene que emprender una lucha a muerte contra lo que se marchita. O contra lo que se marchitó ya y finge que no se ha enterado todavía.

La antítesis, la lucha de contrarios, ¿motorizan tu poesía?

Pasa normalmente en la vida esto de los contrastes, es verdad, no es ejercicio voluntario, siempre fue así. Creo que los contrarios nunca se resuelven en una síntesis, viven tensionados y viven uno del otro.

Aludís a la poesía como "lenguaje calcinado", lo que equivale a despojamiento. ¿Cómo se dosifica una usina de imágenes?

Lo que dosifica es la vida y eso a veces pasa a la escritura.

En tus textos el universo se manifiesta por medio de grafías; como si todo hacer se convirtiera en escritura.

Bueno, las cosas se comunican con uno, decía Walter Benjamin, y el Universo escribe desde el fondo del tiempo y todo el tiempo. Es desdichado y pobre el ser humano que no alcanza a leer esa escritura.

¿La imaginación es una herramienta?

El trabajo de la imaginación es interrogar a la vivencia como experiencia, para expresar lo que averigua. Esa es la relación entre vida, creación y escritura. Otra cosa es fantasear, tiene otros límites, está más ligado a la elucubración; pero la imaginación está profundamente hundida en la experiencia.

El poeta guatemalteco Cardoza y Aragón tenía la pretensión de calcar a la imaginación…

Hay casos en que la relación entre imaginación y memoria es tan intensa que crea otra memoria, en que el sueño de la realidad se rehace como sueño de la escritura. Pienso que la vivencia es hija de la experiencia. Como la realidad que la despierta, la vivencia tiene muchos rostros y la imaginación los interroga. El resultado es la escritura, la poesía, ese árbol sin hojas que da sombra. Por eso el trabajo de la imaginación es interrogar a la vivencia como choque de la realidad.

En tus libros últimos mencionás a poetas trovadores como Guillaume de Poitiers y Guido Cavalcanti. ¿Hay vecindad con ese "trobar clus"?

Sí, y no sólo a la trova de los siglos pasados. En la cubana de hoy se encuentran hallazgos notables, como los hubo en los payadores argentinos y uruguayos, como Carlos Molina, o en las coplas que se escuchan en el interior de cualquiera de nuestros países. Maiacovsky llamó a Esenin "vicecantor" porque el cantor es el pueblo, el que inventa el idioma.

Tradujiste sonetos de Cavalcanti. ¿Cómo sentís esa tarea?

Es más difícil traducir poesía que escribirla. Además de Cavalcanti, traduje del idish a un poeta judeonorteamericano de 1915; ahora no recuerdo el nombre. En los últimos años estoy tratando de traducir cosas de Carlos Drummond de Andrade, a mi modo de ver el más grande poeta brasileño. Me gusta su mirada del mundo desde lo cotidiano. Cansado de que le hablaran del modernismo brasileño, escribió un verso que me encanta: "estoy cansado de ser moderno, ahora quiero ser eterno". En sus obras hay un sentimiento trágico de donde sale mucha de su ironía.

Desfilan numerosos poetas en tus textos, incluso hay un "homenaje" al mexicano Ramón López Velarde.

En tercer grado tuve una maestra muy severa, "la Guarrochena" le decíamos, que nos leía poemas de López Velarde con la misma constancia con que nos pegaba reglazos en las puntas de los dedos cuando traíamos las uñas sucias. No recuerdo esos poemas, pero sí su música, las palabras extrañas, desconocidas para mí. Pensándolo hoy, es raro que entonces -estoy hablando más o menos del año 1939- alguien leyera a López Velarde en Argentina, donde ha sido escasamente publicado. A mi juicio es el primer poeta moderno de México y me gusta mucho la definición del poeta Hugo Gutiérrez Vega que lo llamó "el padre soltero de la poesía mexicana".

¿Es verdad que en el exilio escribiste sonetos en lunfardo romano?

Afuera pasé varios años sin poder escribir hasta que en el '79 escribí "Si dulcemente"; ahí aparecieron dos asuntos: el exilio y el idioma. Yo estaba en Italia y el italiano es un idioma dulce, flexible, que se mete en la oreja. Para contrarrestar esto escribí una serie de sonetos en lunfardo romano, algunos pornográficos, dichos por un personaje inventando: el Nono. Mis compañeros de trabajo de la agencia noticiosa se morían de risa. Luego traduje a poetas de siglos pasados, fue una forma de encontrar consuelo.

¿Cómo juega en tu escritura la relación entre poesía y periodismo? ¿Hay concordia, desacuerdo, mera convivencia?

El ejercicio del periodismo nunca molestó en mí al de la poesía. Son dos géneros literarios distintos -porque el periodismo es literatura- que en mí conviven como buenos vecinos. No hay conflicto sino armonía. Ocurre que el periodismo es, simplemente, un vecino que vive en un piso distinto al de la poesía. Y si bien no creo que el periodismo me haya ayudado como poeta, su ejercicio me permitió entrar en contacto con realidades diversas. Son lenguajes distintos, íntimamente enraizados con diferentes misterios de la vida.

Alguna vez dijiste que dentro del oficio preferías la entrevista.

Sí, y entrevisté a mucha gente, políticos, intelectuales, en fin; recuerdo una con Leopoldo Marechal. También entrevisté al músico griego Mikis Theodorakis; ahí me mandé un chiste. Theodorakis hablaba tanto que puse en el texto todo lo que decía, yo solamente intervenía a ratos con esta frase: "Puede ser". Para ahondar en la entrevista uno necesita que el otro lo acompañe y suscitar esa compañía. En los últimos tiempos entrevisté a Carlos Fuentes, al Subcomandante Marcos y a José Saramago, entre otros. La de Saramago fue realmente muy buena porque había respuestas y de fondo.


Siguiendo con periodismo, hace unos años recibiste el Premio Rodolfo Walsh por tu trabajo. Hablame de esa figura.

Es la de un hombre que buscó siempre la verdad, "lo más escondido y doloroso" dijo, de la verdad argentina, y lo hizo investigando y escribiendo con sumo rigor. Su búsqueda fue siempre rigurosa en vida y obra, y así como puede decirse que la primera marcó la última, me atrevería a decir que también su búsqueda de la escritura cavó y abrió cauces en su vida. "Operación Masacre" me parece excepcional, como la "Carta abierta de un escritor a la Junta Militar". Esos textos son algo más que testimonio; crearon algo nuevo que nadie acierta a definir con precisión: ¿es periodismo?, ¿es literatura?, ¿ambas cosas? De sus cuentos, me gusta "Esa mujer"; claro que "Irlandeses detrás de un gato" es extraordinario.

Por último, las obsesiones de la poesía, ¿se mueven en terrenos azarosos?

La poesía es un oficio ardiente en el cual uno trabaja mientras espera que se produzca el milagro del maridaje feliz de la vivencia, la imaginación y la palabra. Chesterton decía que lo verdaderamente milagroso de los milagros es que a veces se producen.