30 de noviembre de 2009

Santiago Kovadloff: "Uno no escribe para decir lo que sabe, sino para llegar a saber lo que quiere decir"

Santiago Kovadloff (1942), ensayista y poeta argentino, se graduó en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y se ha desempeñado como profesor dictando cursos y conferencias en universidades de Bélgica, Brasil, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Israel, Italia, México y Portugal. Escribe actualmente en el diario "La Nación" de Buenos Aires y ha colaborado en publicaciones como "Cuadernos Hispanoamericanos" de Madrid y en la revista "Plural" de la Sociedad Hebraica Argentina. Ha traducido al castellano, entre otros escritores de Brasil y Portugal, a Vinicius de Moraes, Mario de Andrade, Manuel Bandeira, Murilo Mendes, Carlos Drummond de Andrade, Joáo Cabral de Melo Neto, Machado de Assis, Joáo Guimaráes Rosa, Mario de Sá Carneiro y Fernando Pessoa. También tradujo al portugués a numerosos poetas argentinos y muchas de las composiciones de Joan Manuel Serrat, así como uno de los espectáculos del conjunto humorístico musical argentino "Les Luthiers", presentado en San Pablo, Brasil, en 1975. Algunos de sus ensayos y poemas han sido traducidos al alemán, italiano, francés, inglés y hebreo. En 1998 se incorporó, como miembro de número, a la Academia Argentina de Letras. Su obra poética incluye: "Zonas e indagaciones", "Canto abierto", "Ciertos hechos", "Ben David", "El fondo de los días" y "Hombre en la tarde". Como cuentista ha dado a conocer "Mundo menor" y varios tomos de relatos para niños. Sus libros de ensayo son: "El silencio primordial", "Lo irremediable", "Sentido y riesgo de la vida cotidiana", "La nueva ignorancia", "Una cultura de Catacumbas", "Argentina, oscuro país", "Ensayos de intimidad", "Males antiguos", "Por un futuro imperfecto" y "Una biografía de la lluvia". Federico von Baumbach lo entrevistó para la revista de libros y cultura "Lea" en su versión virtual del 11 de diciembre de 2007.En su último libro de ensayo, "Una biografía de la lluvia", en el capítulo "El acto de escribir", usted hace hincapié en la importancia que tiene el proceso de creación durante el acto de escritura. ¿Cuáles son los sentimientos o las emociones que pasan por su mente y su cuerpo mientras está dentro de ese proceso? ¿Qué imágenes aparecen?
La experiencia de escribir es vertiginosa. No necesariamente porque se desarrolla con velocidad, sino porque se desarrolla en una dirección que normalmente no está preestablecida. Cuando la dirección está preestablecida, no diría que llevamos adelante una experiencia de escritura, diría que lo que hacemos es más bien trasladar al papel lo que de algún modo ya tenemos claro o concebido. Pero para mí el auténtico escritor no es el que traslada al papel lo que ya ha comprendido, sino el que va buscando, mediante la escritura, la configuración de lo que quisiera entender. Habría allí una simultaneidad entre el proceso de enunciación y el proceso de configuración de lo enunciado. Cuando esto tiene lugar, la alegría de estar viviendo una aventura, y lo extenuante de estar viviendo una aventura, van juntos. Normalmente lo que proviene de una experiencia de esta índole, sorprende, ante todo, a su propio redactor. Una vez escribí algo en lo que creo profundamente: "Uno no escribe para decir lo que sabe, sino para llegar a saber lo que quiere decir". Y esto es, a mi modo de ver, fundamental en la escritura, con independencia del género. Desde el artículo más intrascendente en apariencia, desde el punto de vista del proceso creativo, hasta el poema, el ensayo o el cuento que se esté abordando. La experiencia de creación es la de sentirse disparado en una dirección imprevisible. Y las emociones son muchas. La alegría de componer es muy grande, el agobio de no saber es muy grande, la paciencia puede llegar a ser grande, si uno se vuelve un veterano de guerra, aprende a esperar. No hay textos que surgan con facilidad en su versión definitiva. Pero este es el repertorio o el abanico de emociones que recorren mi sensibilidad.

¿La búsqueda de la palabra exacta para la entonación del texto, también es parte de ese proceso?

Creo que todo proceso creativo, en mi caso, implica dos pasos. El primero es tratar de configurar un campo temático a través de las palabras espontáneamente disponibles. El segundo, que es el de la escritura propiamente dicho, es el del afinamiento o afinación de esa enunciación, para que pueda tener el mayor porte estético posible y la mayor transparencia emocional posible. En un género como el ensayo, lo que importa es la intensidad en la enunciación de las ideas. Aquellas ideas que nos toman o se adueñan de nosotros, uno debe tratar de expresarlas con la intensidad con que las vive, para que a su vez se vuelvan comunicativas. No es la mera transmisión de un contenido, es, básicamente, el impacto de una idea sobre una sensibilidad, que se traduce como intensidad. Y en este trabajo hay un segundo momento, que es el de la corrección, de la búsqueda, del perfeccionamiento de la enunciación, que abarca desde la eufonía de la frase, hasta su poder de sugerencia. Este trabajo es lento, infinitamente perfectible, casi siempre. A veces, no. A veces uno advierte leyendo un texto que compuso hace muchos años, que no lo podría escribir mejor. Lo cual habla no de la perfección del texto, sino del límite del compositor. Pero el momento culminante de la experiencia creadora es la tachadura. Ahí te sentís un trabajador.

¿Cómo se le ocurrió escribir sobre el insomnio -uno de los temas que también aparece en "Una biografía de la lluvia"-, abordar la idea de estar presente sin estar despierto?

A fuerza de frecuentarlo. Me pareció que podía sacarle el jugo a la imposibilidad de dormir. Empecé a observar lo que veía cuando estaba insomne, lo que vivía, lo que procesaba el insomne, me puse a estudiar sobre el tema, tomaba mis notas sobre lo que vivía, y así fue surgiendo ese ensayo, que es uno de los ensayos de auto-observación más intensos del libro. Observaba y tomaba nota: eso le daba al hecho de no poder dormir un sentido. Después descubrí un club de insomnes cuando lo publiqué, porque parece que el ensayo tuvo muchos adeptos.

Edgar Allan Poe establecía una distinción entre la poesía y la prosa. Afirmaba que si uno quiere buscar la belleza en aquello que escribe, debe remitirse a la poesía, ya que la prosa expresa la búsqueda de la verdad. ¿Está de acuerdo con esta distinción? ¿O cree que la literatura es un arte estéticamente unificado, donde no es necesario establecer esa clase de distinciones?

La distinción de Poe no me parece feliz. ¿Qué es la verdad? Si la finalidad de la prosa es buscar la verdad al precio de la belleza, me cuesta creer que haya entendido bien qué es la verdad. Y por otro lado, no siempre en la poesía hay belleza. Depende del poeta, depende del poema, depende de los poemas del poeta. Y, ¿por qué no habría de haber verdad en la poesía? Quién puede no sentir, palpar, la presencia de la verdad en la lectura del "Infierno" de Dante. Todo depende, entonces, de la posibilidad de entender a qué se remite con los términos. La belleza es la transparencia de una presencia. Cuando una presencia logra transparentarse, hacerse evidente, diría que hay belleza: epifanía. Y diría que hay verdad cuando, justamente, esa presencia alcanza a tener una incidencia persuasiva en nuestro entendimiento, en nuestra comprensión. Lo verdadero no es lo inequívoco, es lo imprescindible para uno. No hay géneros literarios, entonces, que tengan el monopolio de una cosa o la otra. He leído artículos periodísticos de una belleza enceguecedora, y novelas profundamente aburridas. Los géneros no garantizan el cumplimiento de uno u otro requisito. Más bien es el modo de ejercerlos el que le da la pauta de si estamos ante algo bello y verdadero, o no. Nunca creí en el contenido inequívoco de los géneros.

¿Qué es lo que más admira de la personalidad y la obra de Fernando Pessoa, para que haya sido, y siga siendo, una de las influencias más importantes en su formación como escritor?

Se me impuso como una presencia verdadera (volviendo a la pregunta anterior). Lo que admiro en Pessoa, lo podría resumir en un verso que él le atribuye a Ricardo Reis: "Lo que en mí siente, está pensando". Esa posibilidad de convertir la emoción en reflexión, la reflexión en emotividad. Su hondo sentido de la composición dramática -en el sentido teatral del término-, su capacidad para ejercer la versatilidad en los modos de enunciación, de conformidad con lo que le interesa plasmar en un caso o en otro, su sentido del humor extraordinario, y la perfección de su domino del idioma portugués. Para mí Pessoa es en portugués lo que Borges es en español. La prosa de Pessoa es de una singularidad inconfundible. Es, a su manera, un Borges. Empecé a leerlo muy joven y sigue siendo para mí una compañía casi diaria. Aun cuando no lo esté traduciendo, siento el placer de leerlo. Pero lo que le debo primordialmente a Pessoa, se lo debo también a Rilke, que es la conciencia de que el escritor es un artesano. Es un hombre que se calza los guantes y trabaja para tratar de darle a su enunciación la hospitalidad indispensable, como para que el otro al leerlo se encuentre consigo mismo.

¿Qué posibilidades de expresión habilita el hecho de escribir para chicos que no proporciona la escritura para adultos? ¿Y qué posibilidades o efectos de sentido abre la literatura para adultos que no pueden trasladarse al género infantil?

Me parece que es muy difícil desprenderse en la literatura para niños de una cierta actitud de cuidado hacia el lector. Cuidado en cuanto a preservarlo en el marco de una percepción que no conoce el desencanto todavía, ni el dolor. En esa medida, uno escribe como cómplice del niño, entra en ese mundo que presume que es el de él, y lo acompaña a través de un pronunciamiento que participa de sus fulgores, de sus valores. En la literatura para adultos no hay concesiones de ninguna índole. Soy implacable conmigo cuando escribo, en el sentido de que me interesa mucho más conocerme que tener razón. Y eso tiene sus costos para el que lee también. La única cortesía que creo indispensable es la de escribir bien, si uno puede. Siempre tengo la impresión de estar hablando con un chico cuando escribo para chicos. Estar conversando con uno o más. Pero también como importante es haber asistido al modo en que mi hija menor empezó a hablar. Haber visto como se desplegaba el lenguaje. Eso me maravilló. Ese pasaje del sonido al sonido articulado. Eso me pareció extraordinario. Ahí escribí unos cuantos cuentos. Motivados por cosas que tienen que ver con la palabra, con la presencia de las cosas antes los ojos. Por eso leo con frecuencia literatura infantil, me interesa mucho. Creo que la literatura para niños que producimos en la Argentina es excelente. El lector de los cuentos infantiles que uno escribe -el niño o la niña- normalmente es de un grado de compromiso con el escritor, cuando entran en contacto con él, extraordinario. Siempre es muy grato ver la naturalidad con que el mundo fantaseado se convierte en verdad.

¿Ser consciente de ser un sujeto en falta (tomando este término desde la concepción lacaniana) le ayuda a la hora de escribir?

Sí. Me ayuda a ser paciente. Si hay algo inexplicable, es la gracia. Tener gracia para escribir. La gracia en el sentido teológico de la palabra. El talento es un verdadero misterio, es un don. Es inexplicable que uno articule las palabras de cierta manera que le resulten significativas a otro. No sé como se hace eso. Que es lo que uno sabe: equivocarse. Es altamente improbable escribir una página perdurable. Perdurable quiere decir que dentro de quinientos años sea leída. De modo que uno siempre se acerca a los tanteos, a los manotazos, sopesando en la medida de sus fuerzas cada vocablo. Pero es precario. No sé como puede uno acceder a la entonación, no entiendo como puede uno convertir las palabras que están ahí en algo tan expresivo. A veces lo logra sin saberlo, pero no se puede uno sentir autor, más bien depositario de un milagro. No me puedo adjudicar el mérito como si supiera de qué hablo. Normalmente que es lo que siento: mi falta. La ineptitud, la dificultad, la insuficiencia. Saber escribir encierra un peligro, y es repetirse. Uno tiene que estar muy atento, porque en el momento que llega a tener una voz, la explota, y se vuelve redundante. En la medida de lo posible hay que escribir por segunda vez como si fuera la primera.

¿Se ha psicoanalizado alguna vez?

Sí. Actualmente me analizo. Promueve una movilización interna que seguramente redunda en la percepción de determinados temas. Actualmente estoy escribiendo un ensayo, breve, sobre la tristeza, que diría que guarda relación con algunas cosas que estuve viendo en mi análisis.

Si su intención al escribir es construirse, ¿cuál cree que será la imagen que de sí mismo se proyectará al final de esa construcción?

Puedo decirle lo que yo desearía. No sé hasta cuando voy a escribir. Mi deseo de hacerlo está tan vivo como a los quince años. Me gustaría ser leído como un hombre que le habla al oído al que lee. Que está vivo. Sé que irremediablemente la literatura envejece, pero no necesariamente todo lo que uno ha escrito tiene que morir. Tal vez algunas líneas se salven, y signifiquen algo para generaciones venideras también. Yo sólo me he propuesto honrar la hermosura de la lengua y la emoción de pensar. Mis temas en poesía o en prosa son los mismos, hablo de pequeñas cosas, que son las que me deslumbran, las que me sugieren las problemáticas más abismales. Me gustaría escribir sobre un vaso de agua, sobre una silla sola en una casa. Allí encuentro la fuente de inspiración. Creo que allí hay un secreto que si lo sé escuchar, terminaría aprendiéndolo. Me gustaría saber que no traicioné mi vocación. Sentir que fui fiel, que sostuve mi vocación. Que nadie me diga "fuiste un traidor". Una vez escribí un poema que dice: "Escribo, escribo, escribo, soy lo que quise, un hombre perdido en su propio lugar". Y creo que es verdad. Hice de mí lo que quise. Quise ser un escritor y pude serlo. Lo sé porque tengo la alegría de saber que lo hice.

¿La labor de traducir también es parte de esa construcción?

Sí. Para mí uno de los orgullos más grandes de mi vida es ser el traductor de Pessoa. Vale la pena haber vivido para traducir "El libro del desasosiego". Estoy convencido. Mi vida está justificada.

Entremeses literarios (LXXXIV)

PISA Y VENECIA
Thomas Bernhard

Austria (1931-1989)

Los alcaldes de Pisa y Venecia se pusieron de acuerdo para contrariar de súbito a los visitantes de sus ciudades, que durante siglos se han sentido por igual encantados, tanto de Pisa como de Venecia, haciendo trasladar y erigir, en secreto y de la noche a la mañana, la Torre de Pisa en Venecia y el Campanile de Venecia en Pisa. Sin embargo, no pudieron mantener secreto su propósito y, la noche misma en que querían transportar la Torre de Pisa a Venecia y el Campanile de Venecia a Pisa, fueron internados en un manicomio. Como es natural, el alcalde de Pisa en el manicomio de Pisa y el alcalde de Venecia en el manicomio de Venecia. Las autoridades italianas supieron llevar el asunto con toda discreción.


CUANDO LA VEN LLORAR
Juan Alberto Núñez

Argentina (1932)

¿Por qué? Eso quisiera saber. Hace ya un tiempo que tomo alcohol sólo los fines de semana, pero esa noche, un miércoles, creo, cuando la chica del sombrerito rojo ofrecía sus labios a los belfos del yobaca blanco del general, o tal vez un lunes, quizas unos de esos lunes en que el Gran Libertador se apeaba para desocupar su vejiga contra El Honorable Ombú victimado por la ineptitud ecológica, mientras cruzaba a paso lento ese laberinto en el que, a ciertas horas de la madrugada, parece asemejarse la Plaza de Morón, volví a hacerme la pregunta y de nuevo no supe qué responder. Tenía ganas, no sé, de caminar, de gastar los zapatos, de terminar caminando con las rodillas y de rodillas llegar a casa y pedirle perdón, pero no sin antes haber dado una respuesta a esos interrogantes que me urticareaban por dentro. Yo no era, nunca lo había sido, este soberano hijo de puta en que me ha convertido esta nauseabunda y competitiva forma de vivir, este individualismo sicótico, el demencial consumismo en el que estamos metidos, y en el que el precio de nuestros valores individuales lo impone el plasma, el celular o la marca de cigarrillo con que pudrís tus fueyes. Nos han amaestrados para que nos asumamos, conscientes o no, nuestras propias miserias humanas. ¡O al menos lo han hecho conmigo! Soy un reverendo malparido, una mierda, ¡como suena! Eso dice la bruja. No encuentro otras palabras para decirlo... ¡Hasta eso nos han robado! La ofensiva de los que no están dispuestos a ceder, nos lanza a un enfrentamiento donde uno tiene que aniquilar al otro. Criminalizan cada instante de nuestra puerca vida, y no estamos lejos de que los chicos nazcan ya criminalizados. Vivir, quiero decir, vivir así, de esta manera, sin respeto por nadie, sumidos en la inmoralidad que nos incita a revolvernos el uno contra el otro por cualquier estupidez, peleándonos por subir al tren. Agarrotados de egoísmo, mufa, desprecio, asediados por deseos insatisfechos, amando sin encontrar palabras que no sean las de las telenovelas para decírselo aunque sea una sola vez. ¡¡Una sola!! Pero estoy tan lleno de nada, sin sueños ni utopías, tan vacío de humanidad, que cuando llego a casa, sólo esta bestia, este troglodita, este nazi en potencia que asusta a los chicos cuando ven a su madre llorar, es el que entra, se saca los zapatos, se tira en la cama y manotea el control.


BARBARIE
Federico Demarchi
Argentina (1973)

Entran a la ciudad, ofenden a nuestros dioses, incendian los templos, los edificios públicos, abren a patadas las puertas de las casas, matan a los hombres, someten a las mujeres, se ganan el cariño de los hijos, los instruyen en la no imposible felicidad que hará de esta tierra un motivo de su orgullo y, borrando toda memoria de nuestras sufridas tradiciones, se quedan a vivir.


TODO LO IMPORTANTE
Antonio J. Cebrián
España (1964)

Sentado en el viejo sillón de la residencia de ancianos convino en recordar y hacer recuento de todas las cosas importantes que acaecieron a lo largo de su vida. "No puedes llegar tarde, te despedirán" decía Marga, su esposa. El jefe ahora está muerto y su empresa ya no existe. "No podemos invitar a tu primo Ezequiel a la boda de la niña. El no nos invitó a nosotros". Ezequiel murió, "la niña" se divorció y ahora trabaja en otro país, esperando su próxima jubilación. "Si seguimos así no vamos a poder pagar la hipoteca de la casa este mes". La casa la vendimos y el dinero voló. En el lugar donde estaba, ahora hay un hipermercado. ¿Qué fue de todas aquellas cosas importantes? ¿Dónde están ahora? ¿Y todas esas personas, amigos y familiares…? Todos muertos y olvidados. Hasta los lugares conocidos desaparecieron. Y Marga… ¿Qué queda sino sentarse y esperar a la muerte? De pronto, a sus ochenta y dos años, se levantó del sillón, abrió el baúl donde guardaba sus escasas pertenencias y sacó un maletín con óleos y un lienzo. Se puso a pintar y pintó el mejor cuadro de toda su vida. En él estaban fundidos los infinitos colores de los años de experiencia, la riqueza y el relieve de los cientos de lugares que había conocido y el complejo entramado de luz y sombra de todas las emociones que alguna vez habitaron su interior. Y entonces pensó: "La muerte puede venir cuando desee. Aquí nadie la espera".


FRAUDE
Sergio Gaut vel Hartman
Argentina (1947)

- ¿De verdad funciona? -preguntó con gesto desconfiado el jefe de la tribu.
- Por supuesto que funciona -respondió el conde Propotovski-. ¿Cómo cree usted que logré procrear cuarenta y siete hijos bastardos? Desde luego, debe usted utilizarlo correctamente -agregó, ansioso por comenzar a recuperar la fortuna que había dilapidado en los burdeles de Moscú.
- Está bien, la compro -dijo el jefe sacando del taparrabos la bolsita con esmeraldas con las que pagaría el extraño artefacto.
Dos días después, mientras caminaba por las soleadas calles de Río de Janeiro, el conde Propotovski fue sorprendido por agentes de inmigración, que lo llevaron ipso facto a la cárcel.
- Yo les juro que entré al país legalmente. Y que las esmeraldas son producto de un negocio, no las robé.
- No lo procesaremos por robo, señor conde, sino por contrabando.
- ¿Contrabando? -preguntó el ruso, sorprendido.
- Tenemos conocimiento de que contrabandea usted con aspiradoras de manufactura china y que las vende entre los xavantes, quienes desconocen la existencia de trámites arancelarios.
Mientras Propotovski se pudría tras las rejas gracias a una sífilis contraída en Thailandia, el jefe de la tribu seguía preguntándose si debía introducir el miembro en la manguera del artefacto mientras estaba apagado o si había que encenderlo primero. De cualquier modo, no hubiese funcionado: la aldea carecía de energía eléctrica.



REGALO SOSPECHOSO
Diego Muñoz Valenzuela

Chile (1956)

Era un paquete enorme, delicadamente envuelto en papel celofán verde y ornamentado con un abultado moño de cinta roja. Lo abrí con recelo, pensando en alternativas desagradables: bombas de tiempo, perros muertos, lavadoras descompuestas, esculturas modernas. Errores todos ellos. Era un hermoso caballo de madera tallado y barnizado al natural, sostenido sobre una plataforma rodante. El Caballo de Troya, pensé. Tenía la pata izquierda levantada, eso le otorgaba movimiento y elegancia. Del recelo pasé al temor, y de allí al sobrecogimiento. ¿Qué oscuro enemigo podía haber ideado este plan homérico en mi contra? Repasé la lista y eso me tomó un buen tiempo. Todos podían haber sido; no pude descartar a ninguno. Ahora, qué contenía el caballo, ésa era la pregunta. Me aproximé con cautela y golpeteé la madera con los nudillos. Madera maciza. O interior repleto de explosivos plásticos. O cobalto radiactivo, para eliminarme lentamente. O una masa de arácnidos letales. No había tarjeta ni indicación de remitente. Me subí sobre el regalo. Instantáneamente echó a rodar por el mundo. Me llevó lejos, a lugares maravillosos y desconocidos. Muy tarde comprendí la trampa, pero ya era feliz.


LA OBLIGACION
Héctor Ranea

Argentina (1950)

No me llamó la atención que me mandaran a buscar de Cambridge. Muchas veces debí viajar hasta ahí para corregir -según lo mencionaban los académicos- la Historia. Ellos solían poner el término en mayúsculas, pero para mí la historia era como una ruta para un camionero. Desde que había obtenido esta máquina tan versátil y esta ocupación tan requerida, nada me era ajeno y tanto podía asesinar a alguien en la Roma de Tiberio (de hecho me ocupé de muchos de sus famosos niños y padres) como ir a quitarle los manuscritos a Erasmo en Leuven para pasárselos a algún catedrático de Oxford a punto de perder su cargo por falta de producción, siglos más tarde. No me preocupó siquiera matar a un ancestro del Conde de Cornualles o a un supuesto amante de la suegra de mi abuela en Paris. Ni me hubiera molestado en asesinar algún general antes de la invasión al territorio de los ranqueles o los mapuches si me hubieran pagado para hacerlo (y aún lo espero). Pero esta vez el mandante quiso mantener el anonimato, lo cual me causó gracia, e inventó un nombre absurdo para sí. Pero cualquiera podrá descubrirlo. Aparentemente el anónimo cambridense quería deshacer un entuerto sobre la creación de un sistema de cálculo de órbitas planetarias que mantenía con un matemático en cierto reino en la región alemana. Obviamente, acepté, como hacía siempre. No le haré asco a nada ni podría, porque la máquina tiene esa maldición. Me quita la cuestión ética de encima, me da pingües beneficios, pero me obliga a tomar los encargos de quienes saben de mí. Debí excogitar un plan para deshacerme del fulano: yo no eliminaba con armas, me estaba vedado. El alemán este estaba escribiendo un libro sobre los orígenes de la Humanidad y analizaba unos huesos que cierto campesino (yo, disfrazado para la ocasión) le había hecho llegar. El filósofo interpretó erróneamente que se trataba de un gigante pero le acerqué pruebas, mostrándole (disfrazado de nigromante y cirujano dental) huesos del cráneo de un elefante que había muerto en el palacio de Hofburg, en Viena, y se convenció de que era un elefante remoto. Y eso escribió en su libro. De más está decir qué pasó luego. El libro se vendió como pan caliente (no como su predecesor) y la teoría de la evolución de este filósofo llegó a oídos del Vaticano y se alzaron clamores acerca de que un día este señor diría que descendemos de los monos, por lo cual fue quemado junto a su libro. El míster de Cambridge, aparte de mis honorarios, me agradeció con una medallita de buen contribuyente al Reino pero le dije que se la metiera donde no le daba el sol. Y eso que era de oro. Una cosa es que te usen para cambiar la historia, otra que te tenga que gustar.


SOBRE LOS FESTINES Y BANQUETES
Marco Denevi
Argentina (1922-1998)

Es seguro que, a cierta hora de la noche o al amanecer, los invitados, borrachos, se dejarán caer al suelo o se derrumbarán sobre las mesas. Se habrán acabado las historias obscenas, las escandalosas risas, las disputas sin motivo, las súbitas reconciliaciones, la gemebunda ternura, la lascivia y el rencor. Todos callarán, todos dormirán beatíficamente. Alguno quizá ronque, otro tal vez murmure en sueños. Parecerán las víctimas de una peste repentina. Pero ustedes manténganse en vela. Uno de los borrachos finge. Y cuando crea que también ustedes se han dormido se incorporará y dirá la palabra esperada.


EL AHORRO SIEMPRE BENEFICIA A LOS MORIBUNDOS
Alfonso Alcalde

Chile (1921-1992)

En un mismo tren van dos pasajeros desconocidos que tienen igual identidad, la misma cantidad de vivencias y pavores, similar estatura y rostro. Cuando se produce el choque, a la altura de la estación Las Tralcas, las dos imágenes -como es obvio- se juntan. Sólo el pasajero que venía en primera clase queda un poco descentrado del molde original. El resto coincide en todo de tal manera que el sacerdote al darles la extremaunción se ahorra una hostia, lo que no es poco decir.


LA MUERTE COMO ENSAYO
Guillermo Del Zotto

Argentina (1968)

En la aldea había una costumbre: se ensayaban los velorios. Pero menos que un apasionamiento teatral, era más bien una efectiva terapia para el buen morir, bautizada así por su creador, uno de los doctores fundadores del lugar. Ya sea por edad o por diagnósticos irreversibles, el propio futuro difunto era el encargado de organizar la velada y de convocar a los seres queridos. Por costumbre, y porque también estaba en los planes de la teoría del doctor Edy Llikej, la mayoría de los asistentes celebraba una ceremonia bastante parecida al velorio real. Y ya nadie se asombraba de escuchar al muerto responder esas preguntas que cualquiera olvida hacer en vida y que ante un ataúd cerrado lamenta en silencio mientras despide al ser apreciado. El verdadero beneficiado de la terapia era el futuro muerto. Hay que tener en cuenta que el velorio en "avant premiere" se realizaba con todos los detalles del real. Solamente se permitía al enfermo mover apenas los labios desde su posición para comunicarse con los demás. La despedida final sí que conmovía. Y por supuesto era mucho menos teatral y más efectiva que la que se realizaba posteriormente en el velorio real. La costumbre lleva siglos en la aldea. Y muy pocos de los que la practican conocen el verdadero motivo que tuvo el doctor Llikej en desarrollarla. Luego de su correspondiente ensayo, él murió de viejo convencido de que alguna vez se acabarían las muertes repentinas o por accidente. Creía fervientemente en que en algún momento la Muerte, conmovida por las escenas en las que se le rendían honores, sólo empezaría a presentarse ante aquellos que ya las habían ensayado.

28 de noviembre de 2009

Marcelo Cavarozzi: "Aquí hay enormes masas de población que antes de nacer están excluidas y morirán excluidas"

Marcelo Cavarozzi (1943) es uno de los politólogos de mayor prestigio de la Argentina y de América Latina. Nacido en Buenos Aires, se recibió de Contador Público Nacional en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires en 1964, y luego de estudiar en la Universidad de California de Berkeley, Estados Unidos, recibió el título de Doctor en Ciencias Políticas. Ha ejercido la docencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Como Profesor Titular Visitante ha trabajado en distintas universidades de Estados Unidos, España, Italia, Chile, Colombia, Uruguay y México. Actualmente es decano de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín. Es autor de varios libros, entre ellos "Autoritarismo y democracia (1955-1983)", un clásico para los estudiantes argentinos, además de "Sindicatos y política en Argentina (1955-1958)", "Populismos y partidos de clase media", "Elementos para una caracterización del capitalismo oligárquico", "Asilo diplomatico mexicano en el Cono Sur", "Consolidación del sindicalismo peronista y emergencia de la fórmula política argentina durante el gobierno frondizista", "Peronismo y radicalismo: transiciones y perspectivas" y "El capitalismo político tardío en América Latina". Para hablar del descrédito de la política y el consiguiente vacío de contenido de la democracia como forma de gobierno, Victoria Azurduy lo entrevistó para la revista "Nómada" nº 5 de junio de 2007.¿De qué manera la globalización ha desarrollado una forma mundial de autoritarismo?

Esta forma de capitalismo se caracteriza por el reinado de los mercados financieros, y uso la palabra reinado en lugar de gobierno porque hasta ahora no ha sido capaz de desarrollar una fórmula hegemónica. Por eso reina y no gobierna, porque para lograr sustentarse sobre esa forma de capitalismo necesita que se estructuren sociedades viables, engarzarse con mecanismos político-culturales que lo apoyen, aunque a veces estén en contradicción con él. En esa búsqueda de una fórmula que no se ha encontrado en el mundo occidental, aparece la democracia como la fórmula política universal. Pero con el problema que dicha democracia, a diferencia de la del capitalismo organizado de los años '50 o '60, no puede gobernar porque los mercados financieros socavan esa posibilidad. Y en ese proceso la democracia se va vaciando de contenido. Es por eso que en los últimos años se da un fenómeno recurrente: la política se desacredita, pierde sentido para la mayoría. Entonces, si hay autoritarismo no lo es en el sentido del autoritarismo político tradicional del siglo veinte, sino autoritarismo de mercado que no logra encontrar su fórmula política. De ahí que el mundo esté tan volátil. En ese contexto, el gobierno de Estados Unidos vendría a representar esta especie de capitalismo capaz de arrasar con cualquier sociedad, como lo ha hecho en Irak.

¿Esa hegemonía de mercado es la causante del descrédito de la política?

La política se ha desacreditado porque el Estado regula menos, interviene menos, ha dejado sus fronteras abiertas a medida que el comercio es mucho más abierto. Buena parte de las acciones cotidianas dependían de la política y ésta, a su vez, del Estado. Al desaparecer una parte bien importante del Estado que conocíamos en la época del '30 en adelante, la política perdió su ancla. El descrédito de la política tiene que ver con ese achicamiento del Estado. La política se muestra como una rueda loca que hace que los políticos aparezcan girando en una especie de vacío, buscando su propia supervivencia.

Entonces, ¿qué lugar ocupa el voto en este contexto?

El voto no ha perdido importancia todavía. Se manifiesta como voto castigo para el que está en el poder, y muy ocasionalmente como voto a favor. Aparece como un voto muy limitado en su capacidad porque sólo puede expresar el oponerse a, no alcanza a expresar el yo estoy a favor de tal cosa. Entonces, el voto es muy negativo porque no es el voto elección. Esto es más exacerbado en países donde el Estado siempre fue más débil.

¿Es correcto hablar hoy de ciudadanía?

En América Latina la ciudadanización durante todo el siglo veinte fue un proceso de aumento de la participación y de hibridación de modalidades de ciudadanía. A partir de los años '80, cuando se dan todas las transiciones de la democracia, hubo una etapa de encantamiento con la idea de ciudadanía democrática liberal. Pero como ésta tiene un soporte estatal, se evaporó con las sucesivas crisis que condujeron a las panaceas neoliberales que dicen: el Estado no hace falta, el ciudadano es en tanto individuo, no en tanto miembro del pueblo. Y esa ciudadanía individual prueba que aislada no funciona, y menos en este momento del mundo. Creo que eso se vincula al tema achicamiento del Estado, al sesgamiento del voto. Hay sociedades en América Latina que nacieron y crecieron con una fusión de sociedad civil-Estado. Entonces, aquí no se aplica la idea europea occidental de que sociedad civil es lo que se opone a Estado. Aquí hay enormes masas de población que antes de nacer están excluidas y morirán excluidas, por lo que los achicamientos del Estado y la ciudadanía, el sesgamiento del voto, cobran un sentido mucho más dramático.

¿El neopopulismo es la respuesta a los problemas de absoluta exclusión que apareja el capitalismo dependiente y la hegemonía neoliberal?

Con el neoliberalismo en decadencia pero manteniendo sus secuelas, han aparecido en algunos países de América Latina, no en Argentina, ciertas variantes de liderazgos personales. Se pueden encontrar dos ejemplos antinómicos de neopopulismo: el de derecha colombiano y el de izquierda de Venezuela, con todas las salvedades que tiene hoy utilizar las palabras derecha e izquierda. En el caso de Alvaro Uribe, el liderazgo personalista con las masas se vincula con la idea de seguridad, la de ley y orden que significa arrasar sin orden y sin ley con todo lo que aparezca como enemigo. El Estado colombiano es el más terrorista de América del Sur, y esto se ha exacerbado con Uribe. La población que lo apoya con el 65 o 70%, liquidó los partidos colombianos porque lo que les importa es "no corro el riesgo de volar con una bomba en un atentado", aunque eso este vinculado con la parapolítica. Al neopopulismo chavista se lo asocia con la idea de rescatar una revolución nacionalista y socialista. El rasgo positivo es que en una sociedad profundamente dividida como la venezolana, sobre todo a partir de los '90, Chávez representa a los excluidos mediante la creación de mecanismos de inclusión material y simbólica, ya que él es como ellos, tiene su discurso. Lo negativo del chavismo es el autoritarismo personalista y el uso de una retórica socialista "demodée" al mismo tiempo que se practica el capitalismo, lo cual más o menos es inevitable en un mundo actual. Esa retórica socialista es muy peligrosa en la medida que oculta lo muy poco que se hace para transformar al Estado en una herramienta estable de cambio social. Estos dos ejemplos sirven para mostrar que el neopopulismo ni siquiera es una ideología, sino una manera de hacer política muy adaptable, capaz de ilusionar que mediante mecanismos retóricos o represivos salvajes es posible suplir la enorme debilidad que muestra una estructura colectiva como la estatal. El problema es que en América Latina el efecto del neoliberalismo sigue siendo muy fuerte y no se ha encontrado la manera de que el Estado vuelva a ser una buena palabra.

En ese panorama tan desolador, ¿dónde ubica algunos signos de esperanza?

Yo diría que en América del Sur se abre una rendija de oportunidades a partir de la crisis que tuvo su expresión máxima en Argentina con la debacle de fines de 2001-2002, que en realidad fue una debacle continental. El primer elemento favorable es la desacreditación de la panacea neoliberal que se acompaña de un debilitamiento de la hegemonía norteamericana. Ahora se da una situación semejante a la que se vivió en América Latina en la década del '30, después de la crisis mundial, cuando se armó una fórmula económico-social novedosa que fue la sustitución de importaciones, nuevas formas de participación y demás, con sus variantes nacionales. Ahora se da una buena coyuntura mundial para las exportaciones agrarias y mineras. El aprovechamiento de estas oportunidades dependerá de que se estructuren fórmulas políticas más o menos estables y consensuadas. Y para encontrar una fórmula política más allá de los liderazgos personales, hace falta tomar conciencia de que depende tanto de los liderazgos como de las ciudadanías, que la solución no pasa por mencionar todos los vicios y las terribles consecuencias del modelo neoliberal sino de construir una alternativa de más Estado, más desarrollo, más inclusión. En esto se ha avanzado muy poco.

Usted habla de "involucramiento responsable". ¿Cómo se produce ese cambio cultural en la Argentina del "no te metas"?

En este momento hay ejemplos locales de involucración responsable bastante novedosos, que siempre pasan por el contacto cara a cara. Se dan en ciudades de cincuenta, cien mil habitantes, no más grandes porque faltaría ese tipo de contacto, y en todas las regiones, ricas o pobres. El cara a cara no es una gran virtud, pero permite solidaridades muy difíciles de crear en grandes concentraciones, gobernadas además por la cultura de los medios. Hay interesantes ejemplos de involucración responsable, donde hay también liderazgos honestos, y en este momento la virtud de la honestidad es muy importante.

¿Esos ejemplos locales pueden transformarse en mística nacional?

Es fundamental que las personalidades de la cúpula del poder estén libres de toda sospecha de deshonestidad, porque hoy ser y parecer limpio de corrupción es un elemento imprescindible para sostener el actual proceso de recuperación, para crear ese ida y vuelta en una ciudadanía poco dispuesta a involucrarse, para fundar confianza no sólo en el líder que atrae sino en el líder honesto. No se puede sostener ningún proyecto en la medida que aparezca teñido por la corrupción, y si este gobierno no lo percibe, este proceso no va a ser sostenido. Además, hay que tener cierta idea de qué hacer con el Estado a manera macro y micro, porque si no se aprovecha esta oportunidad vamos a tener otro ramalazo de crisis, quizás no tan catastrófica como la de 2001, pero puede ser una caída en la anomia. Creo que la política hay que hacerla con los escombros que tenemos, que sean de adobe o lo que fuera, y que por supuesto, a los escombros se le pueden agregar cosas nuevas.

26 de noviembre de 2009

Horacio Castillo: "Para Sarmiento, la poesía era la verdadera manifestación de la literatura"

En su ensayo "Sarmiento poeta", el poeta, traductor del griego moderno y ensayista argentino Horacio Castillo (1934-2010) sustenta la idea de que la escritura del autor del "Facundo" se asienta en una sensibilidad poética y en el lenguaje figurado propio de este género. Un género al que prestó especial atención ya que, además de escribir algunos poemas, fue un fervoroso lector de la lírica internacional e incluso escribió comentarios críticos. El autor sostiene que Sarmiento, lejos de rechazar el género, lo consideraba "la verdadera manifestación de la literatura". Castillo es autor de una dilatada obra poética, esencial para la poesía contemporánea, conformada por "Descripción", "Materia acre", "Tuerto rey", "Alaska", "Los gatos de la acrópolis", "La casa del ahorcado", "Cendra", "Música de la víctima", "Mandala" y "Por un poco más de luz". Miembro de número de la Academia Argentina de Letras y correspondiente de la Real Academia Española, Castillo ha traducido al castellano a varios poetas griegos, entre ellos, Calímaco de Cirene, Odysseas Elytis, Yanis Ritsos, Konstantinos Kavafis, Giorgos Seferis, Nikiforos Vretakos y Takis Varvitsiotis. En diálogo con Jorge Boccanera para la revista "Nómada" nº 18 de octubre de 2009, Castillo explicó los resultados de su investigación sobre el autor de "Recuerdos de provincia" y abundó sobre la peculiaridad de la celebrada prosa del sanjuanino.


Es bastante extraña la noción de Sarmiento poeta. Usted mismo empieza su ensayo con esta línea: "¿Sarmiento poeta?".

Cuando definí el título del libro tuve en cuenta, precisamente, lo extraño, lo desprevenido, lo aparentemente exagerado de esa calificación. Todo ello me llevó a trasladar la responsabilidad a Bartolomé Mitre que, como surge del epígrafe que abre la obra, le dice a Sarmiento con todas las letras: "Todo eso es poesía, y por eso lo bautizo a usted poeta, derramando sobre su cabeza el óleo sacro de los elegidos". La distinción entre prosa y verso, en la época en que Mitre lo llama poeta a Sarmiento, era contundente, sin perjuicio de lo cual aquél intuyó que la poesía, o si se prefiere la condición de poeta, no dependía de determinada forma sino -como digo en el libro citando a Blanchot- del hecho de escribir "en el límite de la escritura", es decir donde el lenguaje deja de ser comunicación para convertirse en simbolización.

Según su libro, hay un Sarmiento que escribe poemas, lee fervorosamente a los poetas clásicos e inclusive comenta libros de poesía.

Sarmiento escribió versos convencionales, en general ignorados, pero su prosa está fundada en recursos propios de la poesía. Más aún, su sensibilidad, su espíritu, su percepción del mundo, son fundamentalmente las de un poeta. Además, a lo largo de su extensa obra, cita permanentemente a poetas: Byron, Lamartine -ídolos de su juventud- y Homero, Virgilio, Dante, Víctor Hugo, Hidalgo, Mármol, Echeverría. También comentó poesías y libros de poesía y vivió toda su vida entre poetas, desde Godoy o Mitre a Longfellow, entonces el más importante lírico de lengua inglesa, que lo distinguió con su amistad y a quien le escribió un par de cartas que encontré en Harvard.

¿Cree usted que la prosa sarmientina, especialmente el "Facundo", tiene su base en el lenguaje figurado de la poesía?

Un capítulo de mi libro está dedicado a lo que llamo el "Facundo implícito". Es decir, un arquetipo, basado en elementos retóricos (imágenes, metáforas, metonimias, hasta metros tradicionales) que instituyen un "Facundo" esencialmente poético. Sarmiento mismo dijo que lo escribió en "un rapto de lirismo". Y es, precisamente, ese lirismo, fundado en el paradigma clásico, el soporte determinante de su escritura y del propio mito.

Aun conmovido por la poesía, Sarmiento desdeña a los versificadores...

Sarmiento contribuyó, con agudas críticas a los poetas y a la poesía de su época, a crear una leyenda negra que sus biógrafos, sin investigar suficientemente, siguen repitiendo sobre su resentimiento hacia el género. Pero en distintos pasajes de su obra dice cosas que desmienten esa superchería: la poesía es "la verdadera manifestación de la literatura"; es un "fuego eléctrico"; el poeta es la "rara avis", el que ha alcanzado lo "sublime"; y trata a los versificadores como "la plaga de la época", los cultores de una literatura "verbosa y hueca".

¿Podría hablarse, en el caso que nos ocupa, de una poesía en prosa, como lo hicieron grandes maestros: Rubén Darío, José Martí, Gabriela Mistral?

Lo "poético" de la escritura sarmientina surge, por un lado, de lo que podríamos llamar el "ornato" retórico, y por otro, de la conciencia "rythmisante". Esta conciencia "rythmisante" -un concepto de Nicolás Abraham en "Rythmes de l'oeuvre de la traduction et de la psychanalisé" (Ritmos de la labor de traducción y el psicoanálisis)-, está constituida por ritmos a priori que, en el caso de Sarmiento, se manifiestan en un empleo de metros tradicionales que, salvo el octosílabo, nunca había practicado y que abundan a lo largo de toda su obra. El "ornato" lírico tiene que ver con una serie de recursos de naturaleza poética, como la adjetivación, la comparación, la hipérbole, la imitación, etcétera. Sin perjuicio de este aspecto, que impregna toda su escritura, pueden efectivamente considerarse poemas en prosa -aunque Sarmiento no tenía conciencia de ello- muchos cuadros que estéticamente podemos calificar de impresionistas.

Usted dice que a Sarmiento "todo lo conducía a la poesía". ¿Podría abundar en esta idea?

Sarmiento tuvo una extraordinaria sensibilidad artística. Cultivó la pintura, incursionó en el teatro, amaba la música clásica, tenía una singular capacidad para percibir el misterio del mundo, ahondó en el drama de la existencia en un grado del que dan cuenta algunas frases dignas del más encumbrado filósofo: "El alma humana es un palimpsesto escrito y vuelto a escribir encima"; "Los muertos son tiempo condensado"; "Sobreponerse a la materia, espiritualizarla, darle vida". Todo eso lo llevaba a la poesía, y si no fuera por la vigencia de la forma -que conspiraba contra su necesidad de libertad expresiva- y por la pobre tradición poética de su país, hubiera sido un gran poeta. Un Whitman.

¿Cuál sería esa relación de Sarmiento con Walt Whitman?

La admiración por la técnica, que le pareció una de las grandes conquistas de la civilización, lo hizo añorar a un poeta que cantara "la maquinaria", un Dante que exaltara al ferrocarril, la máquina de vapor, el telégrafo. En lo literario, resistía la poesía de su tiempo que, decía, encajona ideas, emociones y sentimientos en esos moldes. Esta exigencia de libertad, sumada a su deslumbramiento por la máquina, lo vincula estrechamente con Whitman, con quien tiene notables coincidencias: Whitman anuncia "El mundo democrático" y Sarmiento habla del "Poema épico de la democracia"; Whitman canta al "Hombre moderno" y Sarmiento vio en el yanqui un nuevo tipo de hombre; Whitman presintió un nuevo mundo y otro tanto hizo Sarmiento.

¿La reivindicación que hace Sarmiento del maquinismo es una anticipación del furor mecánico reivindicado mucho después por el futurismo y las vanguardias?

Con la diferencia que en Sarmiento o en Whitman el maquinismo era la energía del progreso y el bienestar, en tanto para el futurismo fue un elemento estético.

¿Sarmiento sintió algún resentimiento porque no se lo considerara poeta?

Sarmiento derivó naturalmente desde sus ejercicios poéticos iniciales a su escritura definitiva, que aceptó sin plantearse nada teóricamente. "He escrito, pues -escribió- lo que he escrito, porque no sabría cómo clasificarlo de otro modo, obedeciendo a instintos y a impulsos que vienen de adentro y que a veces la razón misma no es parte a refrenar". No se planteó la opción verso o prosa y, como el pensador francés Edmond Jabés, podría haber dicho: "Cómo saber si escribo en verso o en prosa: yo soy el ritmo". Consecuentemente, no guardó -como algunos pretendieron- ningún resentimiento contra el género, al que consideró el más alto grado de la literatura. A tal punto que, a la muerte de Dominguito, hizo su duelo en las páginas de una elegía de Lord Tennyson.

¿Manejaba imágenes eróticas en su escritura?

Si bien vivió sobre todo en su juventud en "el éxtasis permanente del entusiasmo", lo apolíneo lo elevaba al Bien, la Armonía, la Belleza. Veneraba -son sus palabras- la belleza femenina, pero su literatura es, a tono con la época, recatada. Sin perjuicio de ello, pueden advertirse, aquí y allá, rasgos de erotismo, como en los versos sobre Zonda, en alusiones a las fiestas dionisíacas o en confesiones de la madurez; así cuando cuenta que a los cincuentiséis años -"yo, un hombre viejo", dice- compra una escultura de bronce de la Venus de Milo.

Hay un momeno en que Sarmiento rechaza el castellano...

Gilles Deleuze dice que para poder escribir se debe odiar la lengua materna. Y Sarmiento odió, en ese sentido, no el español, sino el español de los puristas, y proclamaba -lo que lo llevó a polemizar con Andrés Bello- la soberanía del pueblo en la sanción de la lengua. Rechazaba un idioma plagado de galicismos, de lo que llamaba "antiguallas", pero admira a Cervantes, Lope de Vega, Calderón. Y tal fue su rechazo que, como Borges, tuvo que crear un español propio.

¿Se anticipa el autor del "Facundo" al llamado realismo mágico y al relato fantástico?

No sé si puede afirmarse rotundamente tal anticipación, pero varios pasajes, en particular de "Recuerdos de provincia", inducen a esa asociación. Es el caso de las páginas dedicadas a los "derroteros", antiguas relaciones que guiaban a los aventureros hacia paraísos de oro; la locura de Malles; o el ambiente que rodeaba a doña Antonia Igarzábal, rica y poderosa dama vinculada con sus ancestros. En un párrafo sobre este último tema puede leerse: "En la dorada alcoba de doña Antonia, dormían dos esclavas jóvenes para velarla el sueño. A la hora de comer, una orquesta de violines y arpas, compuesta de seis esclavos, tocaba sonatas para alegrar el festín de sus amos; y en la noche dos esclavas, después de haber entibiado la cama con calentadores de plata y perfumado las habitaciones, procedían a desnudar al ama de los ricos faldellines de brocato, damasco o melania que usaba dentro de casa, calzando su cuco pie media de seda acuchillada de colores, que por canastadas enviaba a repasar a casa de sus parientes menos afortunados". Además de estos textos anticipatorios del realismo mágico, Sarmiento escribió en "El Zonda" en 1839 el relato "La pirámide", que bien puede considerarse un antecedente del relato fantástico en nuestro país. Transcurre en una noche enrarecida por el viento zonda y describe encuentros espectrales que, sin perjuicio de un matiz alegórico, crean un clima realmente fantasmagórico. Sería interesante recoger éste y otros relatos magistrales, como el que abre su libro "Viajes", en el cual refiere su recalada en la isla de Más Afuera y la impresión alucinante que le produce un ahogado, porque en esos textos su pluma adquiere una extraordinaria potencia ficcional.

Su libro revela una investigación exhaustiva. ¿Puede hablarnos de ese proceso?

Puede parecer insólito que alguien que se dedicó a la poesía y a la traducción de poetas griegos aparezca escribiendo un libro sobre Sarmiento. Yo soy el primer sorprendido. Todo se dio naturalmente a partir de un artículo de Rafael Alberto Arrieta, que leí hace muchos años, referido exclusivamente al poema que Sarmiento le envió a Alberdi. Luego, en el curso de mis lecturas de la obra de Sarmiento, advertí elementos relacionados con la poesía y descubrí un espíritu mucho más notable que el que habían mostrado sus exégetas. Me propuse, entonces, escribir un pequeño ensayo, pero a medida que ahondaba en sus textos aparecían cosas de las que nadie había hablado: epigramas, críticas de libros de poesía, recursos retóricos propios de la poesía, hasta metros tradicionales: octosílabos, decasílabos, endecasílabos, dodecasílabos, alejandrinos. Un Sarmiento iniciado en la literatura con versos de Byron y Lamartine, que citaba a poetas de todos los tiempos, con una actitud ante la vida y el misterio del mundo propios del poeta; en fin, un Sarmiento que excedía al educador y al político para adquirir una dimensión superior y universal. De manera que aquel proyecto de ensayo se convirtió en un libro de casi trescientas páginas que me llevó cinco años de investigación y que, me parece, aporta una perspectiva de Sarmiento mucho más profunda que su procerato oficial.

Florence Gauthier: "Robespierre defendió el proyecto de una democracia fundada sobre el ejercicio efectivo de la soberanía popular" (2)

Maximilien de Robespierre (1758-1794), abogado y político de la Revolución Francesa, fue un defensor de las ideas liberales y democráticas más avanzadas de su época. Integro, virtuoso y austero -por lo que fue llamado el "Incorruptible"- fue, no obstante, una de las figuras políticas más calumniadas de la historia, en particular en Francia. Para la historiadora Florence Gauthier, su objetivo no fue otro que pensar y poner en práctica una democracia económica, social y política a escala mundial. Inventar, pues, una democracia partiendo de los tres problemas principales que en aquel momento había planteados: la cuestión de los campesinos quienes, por entonces, representaban más del 85% de la población y luchaban para liberarse del régimen feudal pero también contra el capitalismo agrario, con el fin de promover una agricultura que diese respuesta a las necesidades de la sociedad; la cuestión de los artesanos y los trabajadores asalariados, que se hallaban enfrentados al capital comercial y a las nuevas formas de un capitalismo que manejaba las riendas del comercio; y la cuestión de las relaciones con otros pueblos, empezando por los vecinos europeos, potencias en disputa, pero también con las colonias esclavistas y segregacionistas heredadas del antiguo régimen en América. Dijo Robespierre en "La théorie du gouvernement révolutionnaire" (La teoría del gobierno revolucionario): "¿Qué nos importan a nosotros las combinaciones que balancean la autoridad de los tiranos? Lo que hay que hacer, precisamente, es extirpar la tiranía. Es por esta misma razón que yo ya no soy partidario de una institución del tribunado. La historia me ha enseñado a no respetarla. Yo no confío en la defensa de una causa tan grande a hombres débiles o corruptibles. No hay más que un tribuno del pueblo al cual yo pueda tener confianza, y ese tribuno es el pueblo mismo. Es, en cada sección de la República francesa, que yo deposito la capacidad tribunicia. Y es fácil organizarla de una manera que esté, a la vez, alejada de las tempestades de la democracia absoluta y de la pérfida tranquilidad del despotismo representativo". Y, en otro párrafo, agregó: "La teoría del gobierno revolucionario es tan nueva como la revolución que la ha traído. No hay que buscarla en los libros de los escritores políticos, que no han visto en absoluto esta Revolución, ni en las leyes de los tiranos que contentos con abusar de su poder, se ocupan poco de buscar la legitimidad; esta palabra no es para la aristocracia más que un asunto de terror; para los tiranos, un escándalo; para mucha gente un enigma. El principio del gobierno constitucional es conservar la República; la del gobierno revolucionario es fundarla. El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil; y el gobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimen constitucional es suficiente con proteger a los individuos de los abusos del poder público; bajo el régimen revolucionario, el propio poder público está obligado a defenderse contra todas las facciones que le ataquen. El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte". A continuación, se reproduce la segunda y última parte de la brillante entrevista que realizara Joan Tafalla a Florence Gauthier, una de las editoras de las obras completas de Robespierre y, en gran medida, responsable de la actual renovación de la historiografía de la Revolución Francesa.Siguiendo la estela de Rousseau y de Montesquieu, la Montaña (partido radical del que formaban parte, entre otros, Robespierre, Danton y Marat) defendía el derecho humano a la existencia como un derecho básico e inalienable. Para hacer realidad este derecho, era preciso limitar el derecho de propiedad, como propuso Robespierre, en el debate sobre la Constitución de 1793. Esto supone que existen unos derechos humanos que son prioritarios y otros, que lo son menos. Supone la reciprocidad de los derechos...

Lo que es prioritario es la reciprocidad del derecho: si tengo un derecho, todos los demás lo tienen también. De entrada, esta prioridad impone justamente límites al ejercicio de los derechos y de los poderes. En nuestras sociedades dominadas por una economía de tipo capitalista, los economistas llamados clásicos y los políticos corrompidos quieren imponer la idea que "la instancia económica" sería "independiente" de todo control social, político o filosófico. En la filosofía del derecho natural moderno, la independencia de una instancia está considerada como despótica y debe ser reintegrada en una política que vendrá a imponerle límites. Es lo que propusieron Robespierre y la Montaña. El poder económico había reivindicado su independencia de todo control político, con el fin de poder mantener la esclavitud en las colonias, someter los mercados públicos de las subsistencias al poder de los negociantes que organizaban un mercado privado (secreto o privatizado justamente) y reclamaba la ley marcial para llevar a cabo las resistencias. Robespierre propuso imponer un control político y moral al poder económico para respetar los principios de los derechos de hombre y del ciudadano. Concretamente, esto significa que el poder político hará leyes para forzar al poder económico a respetar los límites decididos. De esa manera, fueron abolidas la feudalidad y la esclavitud. Los desastres de la libertad ilimitada del comercio de las subsistencias fueron combatidos por una legislación que imponía un equilibrio entre salarios, precios y beneficios. Fue la política del "maximum" (política de precios y salarios máximos) la que impuso estos límites y esta política fue puesta en práctica por lo que se llamó en la época el "gobierno revolucionario" de la Montaña.

Los defensores actuales de la Renta Básica miran a veces hacia Thomas Paine para encontrar una inspiración, pero posiblemente deberían también mirar hacia Robespierre.

Sí, por supuesto. Pero Paine y Robespierre, o la Montaña, tenían la misma concepción de este derecho a la existencia. La historiografía girondina consiguió apropiarse de Paine mediante un número de prestidigitación que no debería resistir mucho tiempo al análisis. Paine está considerado en Inglaterra como uno de los padres del movimiento obrero, por haber propuesto un notable programa de derechos sociales en su libro "Rights of man" (Los derechos del hombre) de 1791-1792. En cambio, en Francia se le confunde con la Gironda, partido "liberal-económico", colonialista, esclavista, conquistador y responsable del inicio de una guerra de conquista en Europa tan desastrosa como ridícula. Pero cuando Paine fue elegido diputado a la Convención en Francia, en septiembre de 1792, no hablaba una palabra de francés y fue cortejado por algunos diputados o allegados de la Gironda que hablaban inglés. Paine acabó siendo tributario de sus traductores. Sin embargo, la claridad se impuso -y pienso que también lo hará pronto entre nosotros- cuando el 9 termidor del año II, la caída de la Montaña por un golpe de Estado parlamentario mostró la realidad a Paine. El debate sobre la nueva constitución de 1795 abrió los ojos de Paine, que denunció el proyecto de supresión de la declaración de los derechos naturales del hombre y del ciudadano. Tomó partido por este derecho natural y entonces fue atacado por el ala derecha que lo comparaba a… ¡Robespierre! En Inglaterra, fue Malthus quien denunció a Paine, el derecho a la existencia y la filosofía del derecho natural moderno.

El capitalismo proponía (tanto en el siglo XVIII, como hoy) la libertad total de mercado, y sometía al pueblo a una guerra permanente por las subsistencias. Contra este atropello se levantaban las viejas costumbres, las tradiciones morales y colectivistas que afirmaban que la sociedad tenía la obligación de respetar el derecho a la existencia. Robespierre denominó a esta visión popular "economía política popular", retomando la visión de Rousseau. ¿Cuáles eran los principios básicos de esta "economía política popular"?

Economía política popular... la expresión es notable. En Robespierre, esta expresión se contrapone a lo que llama "economía política tiránica". Ello hace referencia a los numerosos debates que se abrieron en el siglo XVIII ante la ofensiva de los economistas, que intentaban apoderarse del sector del comercio de las subsistencias, que habían comprendido que podía ser más jugoso que el de los productos de lujo. Montesquieu ya había abierto una reflexión crítica; luego, cuando se produjeron las experiencias de "libertad ilimitada" del comercio de los granos en 1764 y en 1775, los debates habían proseguido con gran vigor. Rousseau ya había esbozado, de modo tan genial como de costumbre, pero sin profundizarla, esta oposición entre dos tipos de economía política. Gabriel Bonnot de Mably y otros habían ido mucho más lejos en la crítica de la economía política de esta época y Robespierre formuló la cosa de modo nítido y preciso. La economía política popular se basa en impedir que el ejercicio del poder económico sea independiente de leyes que le imponen límites. Robespierre pone el énfasis en el papel esencial de la democracia. El papel de los ciudadanos es, en efecto, participar en la elaboración de la ley y controlar su aplicación. Para Robespierre, la economía política popular significa que el poder económico debe ser reglamentado por la política y la política es la propiedad común del pueblo, de los ciudadanos, que realmente ejercen el poder. Esta cuestión concierne pues al mismo funcionamiento de la democracia.

Durante el año II (1793-94), esta economía política popular llegó al gobierno y trató de defender las aspiraciones igualitarias de las masas campesinas y obreras. ¿Cuáles fueron las medidas sociales que adoptó el gobierno revolucionario? ¿Constituían una vía alternativa al desarrollo capitalista?

¡Naturalmente! La Revolución, en Francia, fue un movimiento profundamente anticapitalista, en todos los planos. Destruyendo realmente el régimen feudal, no solamente frenó un movimiento de concentración de la propiedad de la tierra en las manos de una clase de rentistas, sino que también realizó una reforma agraria redistribuyendo la mitad de las tierras de cultivo, gratuitamente, a los campesinos que las explotaban, ya fuesen ricos o pobres. También reconoció los bienes comunales como propiedad colectiva de los municipios, que en Francia aún lo son. En el fondo, la Revolución Francesa fue realmente una revolución campesina. Además abolió la esclavitud en las colonias y ayudó a la crítica radical del colonialismo: cuando la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano penetró por primera vez en suelo americano en 1793, se produjo una apertura extraordinaria que permitió realizar la primera independencia negra de este continente. Contribuyó, en fin, a elaborar un programa de sociedad democrática, fundando el derecho a la existencia, oponiéndose a todas las formas capitalistas: la reforma agraria frenó el éxodo rural en Francia durante más de cincuenta años, pero también contribuyó a frenar la concentración de la gran explotación agrícola capitalista. En Francia, el comercio de los granos nunca ha sido abandonado a los comerciantes y el precio del pan ha sido "tasado" hasta muy avanzado el siglo XX. Por eso la interpretación marxista que quiso transformar la Revolución Francesa en una revolución burguesa se convirtió en un verdadero rompecabezas para la izquierda, no sólo en Francia, sino en el mundo, si tenemos en cuenta que constituye un contrasentido asombroso. Digo "marxista" y no "marxiana", porque el pobre Karl Marx jamás tuvo la pretensión de ser un historiador de este acontecimiento y sus conocimientos sobre este tema evolucionaron con sus lecturas, lo que es muy normal. ¡Que se sepa, Marx no era en absoluto un Dios todopoderoso y sabelotodo! Esto forma parte de un curioso capítulo de manipulaciones de las ideas y de montajes, a veces calumniosos y muy sabios. Ahora asistimos, a una ofensiva también asombrosa, que consiste en utilizar ideas atribuidas a Marx o a un "marxismo" ambiente, y oponerlas abiertamente a acontecimientos de la Revolución. ¡Francois Furet se había prestado a este juego curioso en "Penser la Révolution Francaise" (Pensar la Revolución Francesa), en 1979, cuando no vaciló en adelantar la tesis absurda de la Revolución Francesa como "matriz de los totalitarismos" del siglo XX! ¡El también levantaba un Marx defensor encarnizado del capitalismo que reenviaba desdeñosamente la Revolución Francesa a la utopía! El filósofo Jean Pierre Faye respondió luminosamente a Furet con su "Dictionnaire politique portatif" (Diccionario político portátil) en cinco palabras: demagogia, terror, tolerancia, represión, violencia, que retomaba la historia política de la Revolución de los derechos de hombre y del ciudadano hasta hoy, pasando por la Revolución Rusa, el estalinismo, los fascismos. ¡Faye recordaba que el Estado totalitario de Mussolini pretendía ser una inversión de la teoría política de los derechos del hombre elaborada por la Ilustración! Gracias a esta interesante aportación, Furet llegó a renunciar a su filiación de una Revolución Francesa matriz de los totalitarismos. ¡No se puede decir lo mismo de tantos de sus perezosos turiferarios, que aún no han comprendido lo que le había ocurrido a Furet, y que continúan vulgarizando temas a los cuales él mismo había renunciado antes de morir!

Guerra de las harinas en el siglo XVIII, "arma alimenticia" de la que habla Susan George en el siglo XXI. ¿Cuál es el hilo conductor que va de los fisiócratas a los neoliberales?

Me temo que se trata de la misma cosa, es decir, de la ofensiva de los partidarios del sistema capitalista. Las potencias imperialistas tienen un objetivo común: imponer su control de las subsistencias por todas partes. No se trata solamente ya del control de los mercados de los granos y de la transformación de los mercados públicos en mercados privados, como decía anteriormente, sino de la casi totalidad de las subsistencias y de las materias primas, es decir, el conjunto del sector agrícola. Vayamos más allá, el espíritu capitalista se apoderó, además, de todos los sectores de la vida corriente: ¡la vivienda se ha transformado en un problema cada vez menos soluble! El trabajo se hizo un mercado, las relaciones entre la gente, los sentimientos, la cultura, la naturaleza misma todo está siendo transformado en mercado del mismo modo, por el espíritu capitalista, cuya crítica verdaderamente tiene que proseguir desde el principio de su historia... si todavía estamos a tiempo. Desde los años 1970-80, una crisis profunda disuelve en todo el mundo a las fuerzas de izquierda. Hemos podido ver cómo el espíritu capitalista las penetraba por vías muy diversas. En Francia, las corrientes socialistas se transformaron en bardos del liberalismo, este viejo chisme con más de dos siglos, vuelto a poner de moda con vestidos realmente viejos. Hay que leer a los economistas del siglo XVIII para encontrar las mismas promesas jamás mantenidas, la misma creencia en las leyes de la economía y en la técnica, el mismo desprecio del pueblo, de su soberanía y de la política. Mably, crítico de la economía política tiránica, en su "Du commerce des grains" (Del comercio de los granos), respondía así a los economistas que, en 1775, pretendían ser los únicos capaces de conocer la realidad: "¿Si por casualidad, o más bien por torpeza de espíritu, yo fuera persuadido de que la libertad del comercio de los granos es una cosa muy funesta para el estado, por qué, le ruego, sería un mal ciudadano no compartiendo sus inquietudes? Usted ve un bien donde yo veo un mal; así, amando igualmente a nuestro país, usted detesta los motines que pueden quebrantar la firmeza del Ministerio y derribar su sistema y sus proyectos; y yo, puedo excusarlos y hasta gustarlos, porque no es imposible que ellos sean la causa de una feliz revolución". ¡Si conociéramos mejor la historia podríamos protegernos mejor y prevenir su repetición! ¡La ignorancia siempre fue grata al despotismo y a las dictaduras, sean militares o económicas, cuando no a ambas!

En fin, y para terminar: ¿ Por qué un joven de hoy debiera leer a Robespierre?

Estamos en un nuevo período de ofensiva del capitalismo, revestido con el traje del liberalismo y los desastres ahora son claramente visibles. Estos desastres empiezan a asustar incluso a aquellos que se encuentran próximos a las esferas dirigentes, se hace sentir la misma espera de formas y de prácticas políticas nuevas. Tanto en 1789 como hoy se plantean las mismas preguntas: ¿Por qué nos formamos en sociedades? ¿ Cuáles son las relaciones de las sociedades entre ellas? ¿Cuál es el fin de la sociedad? ¿Para qué sirve una declaración de derechos? ¿Sobre qué, cómo fundar una sociedad justa? ¿Cómo una ley puede ser justa y legítima? ¿Cómo podemos resistir a los despotismos? La Revolución respondió que las sociedades serían humanas sólo con la condición de que los derechos del más débil fueran garantizados y Robespierre llamó a esto "economía política popular". El nos cuenta esta experiencia.

25 de noviembre de 2009

Florence Gauthier: "Robespierre defendió el proyecto de una democracia fundada sobre el ejercicio efectivo de la soberanía popular" (1)

La historiadora francesa Florence Gauthier (1951) obtuvo su doctorado en Historia en la Université Paris I y es actualmente catedrática de Historia de la Revolución Francesa en la Université París VII de Saint Denisse. Los temas sobre los que ha centrado su investigación giran en torno a la historia de los movimientos populares franceses durante la Revolución; la de los derechos humanos y del ciudadano durante los siglos XVI-XVIII; la de los campesinos bajo el antiguo régimen y la Revolución; la de los sistemas agrarios, de propiedad comunal y de los derechos colectivos en las comunidades de aldeas y municipios; la de la economía política, especialmente en el ámbito del comercio de alimentos en el siglo XVIII; la de las colonias francesas en América; y, fundamentalmente, la del controvertido Maximilien Francois Marie Isidore de Robespierre (1758-1794) el "Incorruptible", artífice de la consigna Libertad-Igualdad-Fraternidad. Entre las obras de Gauthier sobresalen "La voie paysanne dans la Révolution Francaise" (La vía campesina en la Revolución Francesa), "La guerre du blé au XVIIIe siécle. Critique du libéralisme économique" (La guerra del trigo en el siglo XVIII. Crítica del liberalismo económico), "Triomphe et mort du droit naturel en révolution. 1789-1795-1802" (Triunfo y muerte del derecho natural durante la revolución. 1789-1795-1802), "Contributions á l'histoire de l'abolition de l'esclavage" (Contribuciones a la historia de la abolición de la esclavitud) y "L'aristocratie de l'épiderme. Le combat de la société des citoyens de couleur, 1789-1791" (La aristocracia de la piel. La batalla de la sociedad de los ciudadanos de color, 1789-1791). Es asimismo autora de una abundante cantidad de artículos publicados en diversos medios especializados, entre ellos "La Révolution abolit l'esclavage" (La Revolución abolió la esclavitud), "Une révolution paysanne. Les caractéres originaux de l'histoire de la Révolution francaise" (Una revolución campesina. Las características originales de la historia de la Revolución Francesa), "L'origine de la théorie physiocratique du capitalisme" (El origen de la teoría fisiocrática del capitalismo) y el esencial "Critique du concept de révolution bourgeoise appliqué aux révolutions des droits de l'homme et du citoyen du XVIIIe siécle" (Crítica del concepto de revolución burguesa aplicado a las revoluciones de los derechos del hombre y del ciudadano del siglo XVIII). En el nº 231 de la revista española "El Viejo Topo", correspondiente a abril de 2007, fue entrevistada por Joan Tafalla para referirse al pensamiento social de Robespierre. Lo que sigue es la primera parte de esa extensa y significativa entrevista.Robespierre es el único gran hombre de la Revolución que no cuenta con ningún nombre de calle en París. Después de la Ocupación, con el gobierno surgido de la resistencia hubo una tentativa que no fructificó, y así hasta ahora. ¿Cuál es la razón de este hecho?

¿El único? En todo caso, Robespierre comparte el "privilegio" de la exclusión con Jean Paul Marat, pero también con muchos otros de los que desempeñaron un papel central, por ejemplo en la revolución colonial y en la abolición de la esclavitud. Pienso en Julien Raimond, animador de la Sociedad de los Ciudadanos de color, Vincent Ogé, pero también con Etienne Polverel o Léger Félicité Sonthonax, que fueron comisarios civiles de Santo Domingo e impulsaron con todas sus fuerzas físicas y morales la abolición de la esclavitud en la isla en 1793. Y esto sólo en una rápida aproximación.

Desde 9 thermidor del año II (27 de julio de 1793), son más de doscientos años de campaña difamatoria. Montañas de infamia se amontonan al lado de numerosas biografías tendenciosas. Robespierre continúa siendo el "maldito".¿Qué hizo Robespierre para merecer tantas calumnias?

De forma sintética, podemos decir que fue porque tomó la defensa de la "causa del pueblo", como él mismo la llamaba, pero también de la "causa de los pueblos" y de sus derechos, y, en resumidas cuentas, "la causa de la humanidad" contra las diferentes formas de opresión colonialista que se imponían en su época. Para atenerme a la "causa del pueblo", Robespierre, como diputado en los Estados Generales entre marzo y junio de 1789, luego en la Asamblea Constituyente entre junio de 1789 a 1791 y en la Convención, entre septiembre de 1792 y 9 termidor el año II, defendió los derechos del pueblo. Uso pueblo en el doble sentido del término. En primer lugar en el sentido de "pueblo constituido" por la práctica del ejercicio de los derechos del ciudadano, eligiendo a sus representantes y participando en la elaboración de las leyes. El intervino para defender los derechos de todos los excluidos, como los comediantes, los judíos y los protestantes a quienes la Iglesia Católica excluía de la vida de los "cristianos buenos", pero también de los "libres de color", que los colonos que se decían "blancos" excluían de los derechos de ciudadano en las colonias, así como de los esclavos privados de todos los derechos civiles y políticos. También defendió al pueblo en el sentido de la "gente menuda", para que sus derechos y su dignidad de seres humanos fueran tan respetados como los de las capas superiores de la sociedad. Defendió el proyecto de una democracia fundada sobre el ejercicio efectivo de la soberanía popular y fue uno de sus principales promotores. ¡En una sociedad donde dominaban la "nobleza de la sangre" y la del dinero, tomar partido por el pueblo, a quien la "gente honesta" trataba ordinariamente con palabras tan insultantes como "canalla" o "populacho", era no sólo valiente, sino todo un programa político!

En tu obra historiográfica, rechazaste la concepción "clásica" de la Revolución Francesa como una "revolución burguesa con apoyo popular", para proponer el concepto la "Revolución de los derechos del hombre y del ciudadano". Explícanos por qué adoptaste este concepto y sus consecuencias tanto para el conocimiento de la Revolución Francesa, como para las actuales lecturas políticas de la misma.

¿Clásica? Verdaderamente, no lo es. Más bien se trata de la interpretación "marxista", que no "marxiana", de las revoluciones de la época "moderna" (siglos XVI- XVIII). Es una cuestión esencial y, por tanto, complicada. Trataré de presentarla a grandes trazos. A finales del siglo XIX e inicios del XX, los promotores de la noción de la "revolución proletaria" acabaron por cambiar el sentido de la Revolución Francesa, que hasta entonces aparecía como una tentativa de realización de una República popular, democrática y social, portadora de las mayores esperanzas de los pueblos en todos los continentes. En Francia, fue Jaurés quien, en 1904, afirmó con fuerza esta nueva tesis en su "Histoire socialiste de la Révolution Francaise" (Historia socialista de la Revolución Francesa). ¡Los Montagnards (Montañeses, minoría de la Convención Nacional) que hasta entonces habían sido percibidos como los defensores de la causa del pueblo y tachados de "anarquistas", de repente se vieron transformados en "pequeño-burgueses" de nariz empolvada y de mentalidad estrecha! De nuevo, Robespierre fue el primero en pagar los platos rotos. Con esta operación, la "revolución burguesa" se convertía en un paso obligatorio de la historia del "progreso" y el capitalismo se transformaba en el instrumento de este "progreso". ¡Para Jaurés, el héroe de la Revolución ya no estaba al lado del pueblo, sino al lado del "capitalismo" y Pierre Joseph Marie Barnave se transformó, por necesidades del guión, en una prefiguración del propio Marx! ¡Hay que leer las páginas asombrosas en que Jaurés compara a Barnave con Marx en el tema del carácter progresista atribuido al capitalismo y de un materialismo que les sería común! Estas dos afirmaciones merecerían ser revisadas en modo crítico. Será bien difícil encontrar lo que Marx podía tener en común con un "liberal económico" y con un defensor del colonialismo esclavista y segregacionista. Pero aquí nos encontramos ante un nuevo capítulo de esas historias enmarañadas…

Si te parece... podemos empezar a hablar del joven abogado de provincias. En Arras, pequeña ciudad del norte de Francia, el joven Robespierre adopta la causa de los pobres, la causa del pueblo...

Robespierre había obtenido una beca para estudiar en París. Regresó a Arras, donde ejerció como abogado, en 1781, con veintitrés años. Sus alegatos muestran enseguida su interés por la justicia. Defendió a los débiles de todos los medios sociales y adquirió un conocimiento concreto de las miserias individuales y sociales. Dejó penetrantes descripciones de las condiciones espantosas de detención, por ejemplo. Pero mostró toda su talla en el proceso que transcurre entre la convocatoria de los Estados Generales en 1788, hasta su elección como diputado del tercer estado de Arras en abril de 1789. Para él fue un auténtico descubrimiento conocer los abusos de poder cometidos por una pequeña camarilla que controlaba el poder local en los Estados de Artois. Estos Estados eran una institución antigua, en la cual cada uno de los tres órdenes: clero, nobleza, tercer-estado, estaba representado por cargos electos. Gracias a recientes reformas reales (que fechaban de 1771), el obispo de Arras y el gobernador habían sustituido las elecciones por un nombramiento. El resultado fue que una pequeña camarilla formada por algunos nobles y miembros del muy alto clero eliminaron a los electos del tercer estado. Sólidamente instalado en el poder local, este pequeño grupo pretendía que las elecciones para los Estados Generales se hicieran de la misma manera. Esto provocó la cólera del pueblo y de todos los excluidos. Robespierre redactó varios textos en defensa de las instituciones electivas y del principio de soberanía popular. Esta batalla coincidía con la de diversas provincias que conocían la misma suerte y el rey se vio obligado a legislar: él mismo puso fin a estos Estados Provinciales que se habían transformado en el instrumento de una tiranía local insoportable y abrió el derecho de voto, para el tercer estado, a todos los cabezas de familia de más de veinticinco años. En este proceso, Robespierre encontró al pueblo en lucha, con sus prácticas de democracia rural y municipal, abiertas a ambos sexos en el campo. Animó las reuniones del tercer estado de Arras, participó en la redacción del cuaderno de quejas de la provincia y fue elegido uno de sus ocho diputados. Por otro lado, el cuerpo de los zapateros remendones le pidió ayuda para redactar su cuaderno de quejas. ¡Fue en este ambiente donde Robespierre se inició en las prácticas de la democracia y en su renacer!

Durante la Asamblea Constituyente, la burguesía traicionó en diversas ocasiones la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano votada el 26 de agosto de 1789. Robespierre adoptó, en cambio, otra actitud. La lista de hechos es larga: la lucha por el sufragio universal y contra el derecho de voto censatario, la lucha por el derecho de todos los ciudadanos a formar parte de la guardia nacional, la oposición del "Incorruptible" a la ley marcial que se aplicaba contra los motines populares producidos por la carestía de la vida, su lucha contra la esclavitud, su lucha contra la pena de muerte...

Sí, la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano merece un instante de atención. Pero antes, precisemos que el término "burguesía" es inadecuado para designar a la mayoría de la Asamblea Constituyente. No olvidemos que esta asamblea de los Estados Generales, transformada en junio de 1789, en Asamblea Constituyente, estaba formada por numerosos señores, nobles o plebeyos, algunos cultivadores acomodados y por una miríada de profesiones liberales. Es mejor hablar de "clase de los poseedores", en la que se mezclaban señores feudales y poseedores, del capitalismo de esta época (negociantes, plantadores de las colonias, grandes granjeros). ¡Esto es más preciso! La Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano sintetiza la teoría de la revolución del período moderno, desde el siglo XVI. No fue solamente un texto circunstancial, sino una nueva tentativa para hacer reconocer, a escala de toda una sociedad, principios de derecho de las personas, los pueblos y de la humanidad que debían ser respetados por los poderes públicos. ¡Habían habido unas tentativas anteriores, en Inglaterra en el siglo XVII, con dos revoluciones sucesivas, luego en Holanda, que desarrolló una guerra de independencia contra un ocupante extranjero, que duró cerca de un siglo! En 1788, una revolución en las "provincias belgas", que intentaban seguir las huellas de Holanda, había precedido, en Europa, a la Revolución Francesa. De hecho, un ciclo inmenso de revoluciones había comenzado ya a sacudir el dominio colonial europeo en América, luego había alcanzado Europa, para volver de nuevo a América a principios del siglo XIX. El voto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue uno de los primeros actos de la Revolución en Francia. Cuando los Estados Generales se reunieron en mayo de 1789, la imprudencia del Rey le hizo creer que podría reprimir este "barullo", pero esa actitud tuvo consecuencias inversas, y los diputados tuvieron el coraje de arrebatarle la soberanía al Rey para reconocérsela al pueblo que acababa de elegirles. Este fue el sentido del Juramento del Jeu de Paume, el 20 de junio de 1789. En ese momento, los campesinos, que no veían mejorar su suerte, pasaron a la acción en julio siguiente y formularon claramente su voluntad de suprimir el régimen feudal y de repartir el dominio señorial en dos partes, quedando una mitad para los señores y la otra mitad para los campesinos, que verían por fin sus tierras libres de toda renta. Este gran levantamiento campesino, llamado Gran Miedo, obligó la Asamblea a legislar. Esta reconoció el principio de la supresión completa del régimen feudal, en el contrato social en Francia, y el de la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano, como principios de carácter constituyente. En cuanto al régimen feudal, la Asamblea aceptó ese enunciado radical, rechazando posteriormente las medidas concretas. En cambio, la Declaración de los Derechos fue votada el 26 de agosto de 1789.

La "clase de los poseedores" acogió las movilizaciones populares contra la escasez con la ley marcial. Robespierre, apoyando al pueblo, se opuso a esta medida. ¿No hay que establecer el relato verdadero de cómo y por qué la ley marcial surgió y contra quién fue utilizada?

En efecto, la ley marcial era una creación reciente de los "economistas" quienes, como Jacques Turgot, intentaron cambiar el comercio controlado de granos y transformarlo en un capitalismo comercial de nuevo género. Hasta los años 1760-80, el mercado de las subsistencias se hacía bajo el control del poder municipal de las ciudades y las villas, para velar por el abastecimiento de los mercados e impedir especulaciones alcistas de los precios de los granos. Estas alzas de los precios eran verdaderamente asesinas -la palabra no es exagerada- para los salarios bajos. Diversos estudios han mostrado que la parte de los salarios bajos reservada para la alimentación oscilaba entre el 50 y el 75%. Lo que significa que la menor subida de los precios provocaba una escasez artificial en el sentido de que los pobres se veían forzados a emplear todo su salario en alimentarse, y si la subida sobrepasaba este umbral, no tenían nada que comer. Economistas, como los fisiócratas en los años 1760, después los "turgotinos" (partidarios deTurgot) en 1775, pensaron que la subida de los precios de los granos era una buena cosa porque permitiría enriquecer a los productores y a los vendedores de granos y, por consiguiente, al fisco. ¡Tenían razón sin duda, pero en detrimento de los salarios bajos! La libertad del comercio de los granos era el nombre "científico" dado a una operación de especulación alcista de los precios de los granos y de las harinas que eran la base de la alimentación del pueblo. Se efectuaron dos experimentos sucesivos y se provocaron "motines de subsistencia" espectaculares. ¡Por dos veces consecutivas el Rey intentó imponer la libertad de comercio de los granos, y por dos veces, analizando los efectos muy negativos de estas "emociones populares", había renunciado y prefirió proteger a sus súbditos! El partido de los economistas, porque verdaderamente se organizaron en partido, pensó que la Revolución era el momento propicio para volver a probarlo. Esta vez había que imponer la reforma por la fuerza. Turgot ya había pensado establecer la "ley marcial": su objetivo era impedir a los poderes municipales tasar el precio de los granos en los mercados, o si se prefiere, imponer "manu militari" la subida de los precios que volvía a absorber los salarios y las rentas fijas, con riesgo de provocar escaseces artificiales, enfermedades y crisis de mortalidad en las capas más pobres… Había nacido el arma alimentaria. El discurso de los economistas enmascaraba la cosa tras una argumentación impecable, salpicada por conceptos tan nuevos como bellos. Por ejemplo: "la libertad del comercio va a vivificarlo todo, la agricultura será floreciente, la economía crecerá, la felicidad está en el consumo sin freno, los gritos del pueblo son los gritos de ignorantes que no comprenden nada de economía", etcétera… Y para no oír más el grito del pueblo, los economistas apelaron a la "ley marcial". Podemos añadir que los economistas eran unos "creyentes": para ellos, en efecto, la economía tenía leyes que ellos consideraban que eran de naturaleza divina, un poco a la manera de las leyes de Newton. ¿La economía era una ciencia de la naturaleza o una actividad humana? La cuestión se planteó de este modo en aquella época. Lo cierto es que, el 29 de agosto de 1789, la Asamblea Constituyente votaba el principio de la "libertad ilimitada del comercio de los granos". Luego, el 21 de octubre, la "ley marcial" que se refería expresamente a toda tentativa de oponerse a eso. Una nueva idea había germinado en los cerebros fértiles de los economistas: ¡para evitar los disturbios en los mercados, el precio del pan fabricado en las panaderías sería subvencionado por las municipalidades... La especulación alcista de los precios de los granos podía desplegarse, financiada por los impuestos locales!

El público español suele ignorar que la Asamblea Constituyente constitucionalizó la esclavitud, en un contraste agudo con la Declaración de 1789, que proclamaba la igualdad de los hombres. Se ignora aún más que Robespierre fue el jefe de la pequeña minoría de diputados que defendió en esta ocasión la abolición de la esclavitud.

El problema colonial es en efecto, en el contexto de la historiografía sobre la Revolución Francesa, un frente de investigación totalmente nuevo. Es difícil entender por qué la historiografía de la Revolución Francesa tardó tanto en interesarse en ese tema. Esta cuestión verdaderamente sólo salió a la luz de los estudios después de 1989. Incluso hubo ocultación de este sujeto. He aquí un ejemplo. El Rey de Francia era, desde finales del siglo XVII poseedor de colonias en América, entre las que estaban las "islas de azúcar", donde la mano de obra estaba formada por cautivos africanos esclavizados en las plantaciones. La parte francesa de Santo Domingo se transformó en el primer productor de azúcar del mundo de la época y los beneficios, de naturaleza especulativa, eran verdaderamente prodigiosos. Los grandes plantadores azucareros eran allegados del Rey, quien les distribuía las tierras y los privilegios. En la segunda mitad del siglo XVIII, los nuevos colonos procuraron hacer fortuna en Santo Domingo, pero las tierras azucareras eran cada vez más raras. Sabiendo que la capa superior de los colonos franceses era mestiza, porque se habían casado en matrimonios legítimos con las mujeres africanas, estos recién llegados intentaron introducir la discriminación racial en la legislación colonial, esperando que las víctimas serían forzadas a abandonar sus bienes. Conocíamos estas prácticas de exclusión y sus resultados,
similares a las practicadas en la época de las guerras de religión, donde los bienes de los católicos fueron confiscados en los países protestantes y viceversa. Sin embargo, el Rey negó esta política de división de la clase de los colonos, por la excelente razón de que en el Reino, la indiferencia del color era entonces la norma y que una gran parte de la nobleza era mestiza desde hacía varias generaciones. Se formó un "partido colonial segregacionista" que quiso romper con el Rey y hasta procuró ponerse al servicio de otra potencia colonial protectora. Este "partido segregacionista" sacó provecho de la Revolución para introducir a sus diputados en la Asamblea, pero lamentó que se votara la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En efecto, el artículo primero afirmaba: "los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos". ¡El partido colonial denunció esta Declaración peligrosa y hasta la presentó como "el Terror" de los colonos, esta palabra está en sus propios textos! Muy inquietos con el giro de los acontecimientos, estos colonos pusieron en marcha una campaña a favor de la conservación de la esclavitud en las colonias y recibieron el apoyo del gran comercio de los puertos atlánticos y, conjuntamente, hicieron presión sobre los diputados corruptibles. Así es como el partido colonial consiguió imponerse a la Asamblea que votó, por mayoría, la constitucionalización de la esclavitud en las colonias el 13 de mayo de 1791 y la discriminación racial el 24 de septiembre. ¡Pues bien, este decreto del 13 de mayo que constitucionaliza la esclavitud en las colonias fue "ocultado" desde 1898! ¿Por qué? Probablemente porque la historiografía "funcionaria" quería rehabilitar el período de la Constituyente, al precio de algunas manipulaciones de la historia, y esta ocultación todavía dura… También pienso que es muy interesante comprender que la izquierda de la Revolución se formó a partir de este problema colonial. En 1789-91, el lado izquierdo era, en la Asamblea, muy pequeño: lo dirigían tres diputados, Gregoire, Pétion y Robespierre, quienes descubrieron la realidad colonial a partir de la Sociedad de los Ciudadanos de Color, que desarrollaba su lucha en el mismo París. Juntos, construyeron un proyecto revolucionario que pasaba por la destrucción de la sociedad colonial, esclavista y segregacionista, proponiendo una sociedad de "igualdad de epidermis" -el término es notable-, de introducción de los derechos universales del hombre y del ciudadano y de redistribución de las tierras. Este proyecto tomó cuerpo con la independencia de la república de Haití en 1804.

¿En qué concepción filosófica se basaban Robespierre y el "coté gauche" (la izquierda), cuando afirmaban que la Declaración de los Derechos del Hombre era universal?

La filosofía de la Revolución era la del derecho natural moderno, que aún es muy desconocida. Es lamentable, porque esta filosofía interesa a toda la humanidad. ¿Sabe que esa filosofía tuvo uno de sus puntos de partida en España? De hecho, se desarrolló en el mundo entero de la época, es decir, en Europa y en su imperio colonial, que comenzó en América, desde el principio del siglo XVI. Esta filosofía del derecho natural era una respuesta a los crímenes cometidos por los conquistadores de América: conquistas, pillajes, destrucción de las sociedades "indias", esclavización primero de los "indios", luego de los cautivos africanos… Fue el rechazo a estos crímenes contra la humanidad lo que parió la formidable idea de los derechos de los seres humanos. Esto suponía redefinir la propia humanidad y eso es lo que hicieron las universidades de Salamanca y de Coimbra: la humanidad es una y no está dividida en amos y esclavos, ni en dominantes y dominados, nace libre, y cada individuo del género humano tiene derechos que los poderes públicos deben defender. Esta filosofía política de los derechos de cada ser humano se acompañó con una defensa de los derechos de los pueblos a su territorio y a su soberanía. Vemos desde el principio esta concepción de un derecho natural que es a la vez político y cosmopolítico, que rechaza la conquista y el colonialismo, y esta conciencia es el producto de la abominable historia del "descubrimiento" de América, que Bartolomé de Las Casas llamaba la "destrucción de las Indias". En fin, esta filosofía del derecho natural moderno se completó entre los siglos XVI y XVIII, con las experiencias de diversas revoluciones que intentaron hacer reconocer estos derechos naturales del hombre. La Revolución inglesa los completó con los derechos del ciudadano, y los "Levellers" ingleses (Niveladores: ala izquierdista del parlamento que representaba a los artesanos, pequeños comerciantes y campesinos con propiedades) inspiraron a John Locke, que propuso una síntesis en su "Two treatises of government" (Dos tratados sobre el gobierno), de 1690. En el siglo XVIII, en Francia, esta filosofía del derecho natural moderno tomó un giro resueltamente laico que se explica por el gran movimiento intelectual que caracterizó la llamada época moderna que, durante tres siglos, emprendió la obra inmensa de separar la teología de otras facultades humanas. Ahora bien, en Francia, esta separación había conocido un giro radical desde que Francisco I se alió con el Imperio Otomano para conservar su Reino frente a los apetitos conjuntos de los Habsburgo y del Papa, y fundó la primera universidad laica, el Collége Royal, en París. En el siglo XVIII, la filosofía era la piedra de toque del saber, el punto de reunión de las demás facultades humanas. Quiero recordar que los tres primeros artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, expresan netamente la definición de los derechos del hombre (la palabra "hombre" tiene el sentido de "ser humano de los dos sexos") y de la Escuela de Salamanca y la aportación de los Niveladores ingleses: "1. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos... 2. El fin de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre... 3. El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación". ¡Durante la Revolución Francesa, la divergencia izquierda-derecha se produjo sobre la cuestión central de la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano, cuando al día siguiente del gran levantamiento campesino de julio de 1789, los propietarios de señorío comprendieron que la Revolución también interesaba a los campesinos! La divergencia se produjo pues en estos principios declarados. Por un lado la izquierda se empeñaba en defenderlos y en ponerlos en práctica, y por otro, la derecha se desembaraza de ellos tan pronto puede. Es preciso entender que en aquellos momentos, la Declaración de los derechos naturales apareció como "el Terror" para los poseedores. En septiembre de 1789, Rivarol, periodista monárquico, denunciaba lo que veía como un peligro en la Declaración de los derechos: "con la Declaración de los derechos en la mano, los negros en nuestras colonias y los domésticos en nuestras casas pueden echarnos de nuestras propiedades".