2 de marzo de 2009

Franz Schubert. El lirismo y la armonía de la canción alemana en el Romanticismo

Cuando Ludwig van Beethoven (1770-1827) contaba con veintisiete años y se hallaba radicado en Viena terminando sus primeras obras, en un barrio de esa ciudad, Lichtenthal, nacía el 31 de enero de 1797 Franz Peter Schubert. Su padre, un maestro de escuela, había obtenido el cargo de Director de un establecimiento parroquial, y fue quien le enseñó las primeras letras. A los ocho años lo inició en el aprendizaje del violín y, tiempo después, su hermano mayor le dio algunas lecciones de piano. También estudió canto, pero después de varias clases su profesor admitió que no sabía qué enseñarle, ya que todo lo captaba de in­mediato y debía limitarse a escucharle asombrado. Es que, con excepción de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), probablemente ninguno de los grandes músicos mostró tal precocidad creadora, ni progresó tan rápidamente como Schubert.
A los once años, en 1808, aprobó el ingreso a la prestigiosa escuela State Konvict, donde el profesor Antonio Salieri (1750-1825), que era maestro de la Capilla de la Corte, y los otros miem­bros del jurado, lo admitieron sin objeciones, pues aprobó con singular destreza todas los exámenes, tanto vocales como instrumentales. El Konvict dependía de la Academia Imperial de Música, con régi­men de internado gratuito, donde los alumnos aprendían música y, simultáneamente, cursaban estudios regulares. Además integraban el Coro de la Capilla y una orquesta, que se reunía para ensayar diariamente oberturas y sinfonías de Beethoven, Mozart, Joseph Haydn (1732-1809) y otros mú­sicos italianos y franceses.
Uno de los jóvenes músicos de la orquesta era Josef von Spaun (1788-1865), de quien pronto se hizo amigo e invitó a escuchar algunas de sus primeras com­posiciones. Ello a escondidas de sus profesores, que exigían limitarse al programa fijado. A él le confió, ingenuamente, que podría escribir mucho más, si "dispusiera de papel de música" cuya adquisición no estaba a su alcance. Generosamente Spaun se lo proporcionó, dando comienzo a una amistad perdurable y logrando que su nombre haya merecido el reconocimiento de la historia y aparezca siempre ligado al del músico.
Los alumnos aventajados dirigían la orquesta rotativamente, pero pronto Schubert fue designado para suplir al director estable, Wenzel Ruczizca (1758-1823), en su ausencia. Fue entonces cuando adquirió la seguridad y facilidad en la escritura de la música orquestal tan evidentes en sus partituras posteriores. Durante su primer año en el colegio, Schubert cumplió holgadamente las exigencias de los estudios generales, pero a partir del segundo año sus notas declinaron visiblemente, lo que puede explicarse por su dedicación casi total a los estudios musicales y a la composición. Esto llamó la atención de Salieri, quien habiéndose percatado de los dones excepcionales del joven, hizo que Ruczizca le enseñara composición. Poco después, ante el informe entusiasta de éste, resolvió hacerse cargo de su enseñanza personalmente, guiándolo adecuadamente durante varios años.
En 1813, cuando contaba con dieciséis años, su voz sufrió los cambios naturales de la edad por lo que debió abandonar el coro. Como no tenía mayor en­tusiasmo ni vocación por los estudios superiores humanísticos que podía brindarle el Konvict, decidió abandonarlo para dedicarse exclusivamente a la música con Salieri. Entonces hizo un curso que lo habilitó para el magisterio normal para poder desempeñarse como maestro en la escuela dirigida por su padre y contribuir al mantenimiento del hogar familiar. Sin embargo, esta tarea no despertaba en él mucho entusiasmo ya que era ajena a su vocación artística. En ese lapso, entre 1814 y 1816, escribió no menos de doscientas cincuenta "lieder" (canciones).Finalmente, con el consentimiento de su padre, dimitió a ese cargo y se fue a vivir con un amigo poeta de familia acaudalada, Franz von Schober (1798-1882). En la casa de éste, Schubert se dedicó devotamente a la composición. De esa época datan sus relaciones con el poeta Johann Baptist Mayrhofer (1787-1836), con quien tuvo una amistad que influiría mucho en él y del que escribió cuarentisiete canciones sobre sus textos.
En 1816 conoció al barítono Johann Michael Vogl (1768-1840), cantante de la Opera Imperial, quien pronto incluyó en su re­pertorio varias canciones que cantaba en sus frecuentes giras artísticas. Para el año siguiente, sus obras ya excedían las quinientas, incluyendo todo género de música, pero aún no lograba despertar interés en los editores. Vivía de sus lecciones a domicilio y de la venta de algunas canciones por sumas irrisorias. El gusto del público vienés se hallaba por entonces tan inclinado hacia el género operístico italiano, que la celebridad del compositor Gioachino Rossini (1792-1868) ha­cía que en una sola temporada se representaran cuatro de sus óperas.El conde Janos Esterhazy (1754-1840) lo contrató en 1818 como maestro de música para su familia, llevándolo a su residencia en Hungría. Allí conoció de cerca y escuchó las danzas y música folklóricas húngaras, cuyos giros melódicos y ritmos se verían reflejados en algunas composiciones suyas. Así, a sus veintiún años, Schubert por primera vez en su vida estuvo unos meses a cubierto de preocupaciones materiales. Sin embargo, la nostalgia lo hizo regresar a Viena para alojarse en casa de Mayrhofer, donde componía preferentemente durante la mañana, desde temprano, y luego de comer, deambulaba por las calles o el bosque próximo.En Viena, Schubert llevó una vida bohemia rodeado de intelectuales, amante de las tabernas y de los ambientes populares, alejado de los salones y de la etiqueta nobiliaria. De este entorno procede el famoso término de "schubertiadas", aquellas reuniones de artistas de todos los ámbitos que formaban un círculo brillante y animado dedicado a la música y a la lectura. En esa época también, contrajo la sífilis que padecería el resto de su vida.En 1819 acompañó a Vogl en una de sus giras por Oberösterreich, en el norte austríaco, que fue un verdadero éxito por el entusiasmo con que aquellos sencillos pobladores de Linz, Wels o Steyr recibieron las canciones del músico. Dos años más tarde y por iniciativa de sus amigos, se hizo una edición impresa de cien ejem­plares de veinte de sus "lieder" por ser vendidos por suscripción. La inexperiencia lo llevó a no hacer la reserva de derechos y, cuando se agotó la tirada, una casa de música impri­mió por su cuenta otra edición, asegurándose ingresos que el autor nunca percibió. En 1822 escribió por encargo la ópera "Alfonso und Estrella" y, al año siguiente, otra ópera: "Fierrabras", cuyo manuscrito abarcó mil páginas y elaboró con celeridad increíble. De esa época son algunas de sus obras más célebres como "Die schöne müllerin" (La bella molinera) y "Der tod und das mädchen" (La muerte y la doncella).
Entretanto, su salud se había resentido y debió internarse en un hos­pital. Sin embargo no permaneció ocioso, pues escribió el ciclo de veinticuatro canciones "Winterreise" (El viaje de invierno), sobre poemas de Wilhelm Müller (1794-1827). También en ese año escribió la música incidental para el drama "Rosamunde" (Rosamunda) que le demandó cinco días, con libretos de la poetisa alemana Helmina von Chézy (1783-1856), pero tampoco esta obra tuvo éxito y sólo se representó dos días.Con la salud quebrantada, en sus últimos años su producción varió entre la música de cámara y los "lieder", pero su carácter fue perdiendo la bonhomía de antes, su­friendo calladamente la serie de reveses que lo amargaban desde siempre. Re­cién entonces los editores empezaron a interesarse en sus obras, pero sin ofrecerle condiciones satisfactorias. Sólo en algunos momentos compartidos con sus amigos volvía a demostrar su buen humor, pero generalmente sufría fuertes dolores de cabeza y su salud empeoró. Finalmente, atacado de tifus, falleció en Viena el 19 de noviembre de 1828, a los treintiún años de edad.El término alemán "lied" es sinónimo de canción cuando la poesía es de calidad, de manera que la música que en ella se inspira debe igualar, por lo menos, su valor. La canción alemana era un género de segundo o tercer orden hasta que, entre los años 1800 y 1825, la poesía lírica de ese país tuvo un desa­rrollo asombroso y Schubert pareció ser el músico predestinado para captar ese florecimiento. Aunque se había educado en un am­biente sencillo, de burgueses bondadosos y simples, su cultura fue desa­rrollándose al contacto de un grupo de buenos poetas y escritores, que lo imbuyeron de la atmósfera del romanticismo. La poesía de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), por ejemplo, tuvo en él una influencia casi mágica.
No es que Schubert haya sido el creador del "lied" -compuso más de seiscientos-, puesto que otros composito­res le habían precedido en su desarrollo, pero sí quien halló soluciones ori­ginales, inimitables, convirtiendo cada poema en un molde independiente y definitivo. Los versos de Friedrich Schiller (1759-1805), por ejemplo, generalmente considerados no aptos para musicalizar por su sentido retórico y filosófico, fueron convertidos por aquél en maravillo­sas creaciones musicales, cuyo acompañamiento de piano produce la im­presión de que hubieran sido tratados sinfónicamente. Muchas de las poesías de Goethe que inspiraron a Schubert quedaron como esfumadas en el torbellino de sonoridades que les aplicó y quizás haya sido éste el motivo por el cual el poeta no le contestó cuando recibió los "lieder" dedicados, tal vez preocupado por que el público se viera ante la disyuntiva de admirar más la música que la poesía.Schubert amaba la existencia simple y cordial en compañía de sus ami­gos. Estaba desprovisto de toda ambición y no buscaba honores; no era vanidoso, ni se le hubiera ocurrido serlo. Su facilidad para componer y la rapidez en hacerlo era increíble y aumentaba si lo rodeaba gente que le resultara grata, pues entonces se sentía feliz, eufórico. Muchas de sus páginas fueron escritas para las agrupaciones de aficionados que abundaban en Viena, y como buen pianista, era aplaudido cuando se sentaba a improvisar sobre cualquier tema, incluyendo las danzas regionales. Sin embargo, no bastaba tanta y tan apreciada amistad; sus amigos no eran más pudientes que él, excepto algún burgués acomodado; no eran mecenas aristocráticos. Schubert vivió mal, miserablemente alimentado y peor vestido.
A pesar de la fecundidad de su producción, de la acogida favorable que merecían sus obras, de los augurios de sus maestros y del reconoci­miento de sus méritos, fueron infructuosas sus tímidas tentativas de con­seguir un cargo oficial, y nunca logró estabilizarse económicamente. Como no viajaba, tal como lo hacían regularmente los artistas de la épo­ca, vegetó sin alternativas en Viena. Cuando se hizo el inventario de las cosas que dejó, un enorme pa­quete de papeles "viejos" se tasó en ocho chelines. Era casi toda su gran música, obras importantes, casi todas inéditas, desde luego olvidadas, que fueron devueltas a la vida por otro com­positor del romanticismo: Robert Schumann (1810-1856).Aunque su celebridad provenga de sus "lieder", realizó otras obras de gran belleza y perfección, que van desde la música ligera hasta las grandes realizaciones sinfónicas. De hecho compuso nueve sinfonías además de varias oberturas, catorce cuartetos de cuerdas, sonatas para piano, música religiosa, corales, etcétera. Schubert no introdujo modificaciones en las estructuras; mantuvo las formas clásicas, pero adaptándolas a su emoción personal, en lo que debe verse el triunfo del individuo, característico del Romanticismo.