7 de febrero de 2009

Las diez reglas de escritura de Elmore Leonard

Elmore Leonard (1925), es un autor nacido en New Orleans al que la crítica ha califica­do de maestro de la novela policíaca y de la ironía. Sus personajes y descripciones del submundo son absolutamente reales, verosímiles y convincentes, y su estilo duro con una mezcla de humor lo han posicionado como uno de los escritores más talentosos dentro del género. Publicó sus primeros relatos en la Universidad de Detroit y, desde entonces, compaginó sus tareas en una agencia de publicidad con la literatura. A partir de 1961 se volcó de lleno en la redacción de sus novelas -cul­tivando sobre todo el género del western y el poli­cial-, la realización de guiones cinematográficos y la adaptación de sus propias obras para la gran pantalla. Leonard tiene en su haber varios premios literarios: en 1983, obtuvo el Edgar Allan Poe a la mejor novela; en 1991, el Premio Hammett, y en 1992, el Grand Master Award, galardón concedido por la Asociación de Escritores de Misterio de Norteamérica en reconocimiento a su sólida e innovadora trayectoria en el género. Es autor de alrededor de cincuenta nove­las, entre las que se encuentran "Maximum Bob" (El juez), "Rum punch" (Cocktail explosivo), "Pronto", "LaBrava" (Joe LaBrava), "Touch" (Toque), "Glitz" (Brillo), "Tishomingo blues" (El blues del Misisipi), "Bandits" (Bandidos), "Pagan babies" (Almas paganas), "Cuba libre", "Out of sight" (Tú ganas, Jack), "Be cool" (Tómatelo con calma) y "Get shorty" (Cómo conquistar Hollywood). En un reportaje realizado por el diario "The New York Times" y publicado el 16 de julio de 2001, Leonard definió sus reglas para la escritura diciendo: "A lo largo del camino me hice con algunas reglas que me ayudan a permanecer invisible cuando estoy escribiendo un libro, que me ayudan a mostrar más que a contar lo que está pasando en la historia. Si tienes imaginación y facilidad para la palabra, y el sonido de tu voz te satisface, la invisibilidad no es lo que estás buscando, y podrías saltearte estas reglas. Pero aún así, deberías mantenerlas vigiladas". Dichas reglas son las siguientes:

1. Nunca empieces un libro hablando del clima. Si sólo te sirve para crear atmósfera y no para mostrar la reacción de algún personaje ante el clima, no debes usarlo demasiado. El lector buscará las reacciones del personaje. Hay algunas excepciones, claro. Si te llamas Barry Lopez y conoces más maneras de describir el hielo y la nieve que un esquimal, puedes hablar del clima tanto como te den las ganas.2. Evita los prólogos. Pueden resultar molestos, especialmente un prólogo después de una introducción que viene antes de la dedicatoria. Por lo general se los encuentra en los ensayos. En una novela, el prólogo cuenta los antecedentes de la historia, pero no hace falta contarlos al principio, puedes ponerlos donde quieras. Siempre hay excepciones, claro. En "Sweet thursday" (Dulce jueves), por ejemplo, John Steinbeck pone un prólogo, pero está bien porque un personaje del libro deja claras las reglas, explicándonos como le gusta que le cuenten las cosas.3. No uses más el verbo "dijo" en el diálogo. La frase, en el diálogo, pertenece al personaje. El verbo viene a ser el escritor husmeando donde no debe. De todos modos, el verbo "decir" es bastante menos invasivo que "gruñir", "exclamar", "preguntar" o "advertir". Cierta vez leí un "ella aseveró" al final de una frase de un personaje de Mary McCarthy y tuve que parar de leer y conseguir un diccionario.4. Nunca uses un adverbio para modificar el verbo "decir". Usar un adverbio de esta manera (o de casi cualquier manera) es un pecado mortal. El escritor se expone a interrumpir el ritmo de la charla cuando usa este tipo de palabras. Un personaje cuenta en una de mis novelas cómo solía escribir sus romances históricos "llenos de violaciones y adverbios".5. Controla los signos de exclamación. Se permiten alrededor de dos o tres exclamaciones por cada cien mil palabras en prosa. Ahora, si aprendes a utilizar los signos de exclamación como lo hace Tom Wolfe, entonces sí, puedes usarlos profusamente.6. Nunca uses las expresiones "de pronto" o "repentinamente". Esta regla no requiere ninguna explicación. He notado que los escritores que usan "de pronto" suelen tener menos control en el uso de los signos de exclamación.7. Usa los dialectos o las jergas locales muy de vez en cuando. Si empiezas a llenar la página de diálogos ininteligibles, ya no podrás parar. Salvo que escribas como Annie Proulx, que es capaz de captar muy bien el sabor del habla de Wyoming.8. Evita las descripciones demasiado detalladas de los personajes. Algo de lo que Steinbeck se cuidó mucho. En "Hills like white elephants" (Colinas como elefantes blancos), Hemingway usa una única descripción para el personaje de la mujer que acompaña al norteamericano: "Se quitó el sombrero y lo dejó en la mesa". Es la única referencia física en la historia, pero aún así vemos a la pareja y la conocemos por los tonos de voz, sin adverbios que los acompañen.9. No entres en demasiados detalles al describir lugares y cosas. Si no eres Margaret Atwood, que pinta escenas con el lenguaje, o no puedes describir el paisaje como lo hace Jim Harrison, no lo hagas. Pero aún si eres bueno en esto, ten en cuenta que el meollo de la historia debe ser la acción, no la descripción.10. Trata de eliminar las partes que los lectores tienden a saltear. Piensa en lo que te salteas de una novela: largos párrafos de prosa que contienen demasiadas palabras. Ahí el escritor está hablando del tiempo o ha entrado en la mente del personaje, y el lector, o bien ya sabe lo que piensa el personaje, o bien no le interesa. Apuesto lo que sea a que, en cambio, no te salteas los diálogos.Mi regla más importante es una que las engloba a las diez. Si la gramática se inmiscuye en la historia, la abandono. No puedo permitir que lo que aprendí en las clases de redacción altere el sonido y el ritmo de la narración. Lo que intento es permanecer invisible, no distraer al lector de lo que es escritura obvia. Joseph Conrad habló una vez de las palabras que se inmiscuyen en lo que uno quiere contar. Si escribo una escena, siempre desde el punto de vista del personaje que me da la mejor visión de la vida en esa escena en particular, puedo concentrarme en las voces de los otros personajes contando quienes son y cómo se sienten, qué ven y qué sucede. Así es como desaparezco de la escena.