13 de junio de 2023

Karl Pärsimägi. La serenidad, la armonía y la simpleza

El pintor Karl Pärsimägi nació el 11 de mayo de 1902 en Sika Oe (hoy Antsla), distrito de Vóru, Estonia. Era hijo de un próspero granjero que intentó dar a su hijo una sólida formación universitaria como forma de hacerse de un medio de subsistencia seguro. Sin embargo, el joven aspirante a pintor estaba interesado en las artes plásticas y gráficas y no concluyó su educación elemental. En cambio, prefirió estudiar pintura en Tartu, la segunda ciudad más grande de su país. Allí se formó en la Escuela de Arte Pallas, responsable del surgimiento de una nueva generación de creadores locales. Su aprendizaje académico sufrió numerosas interrupciones debido a las prolongadas estadías en la granja donde creció. Las tareas rurales le servirían como tema de inspiración en su obra futura.
Sus colegas de la Escuela de Arte Pallas lo recordarían mucho después como un joven cálido y tranquilo, de buen humor, aunque enigmático y cerrado, que vivía a través del arte y era infinitamente creativo. Incluso se lo consideraba un bicho raro, que solía utilizar muchas palabras en una jerga desconocida para el resto del grupo. La conexión con su lugar de nacimiento era muy fuerte, por lo que sus primeras pinturas se basaron en figuras, retratos, bodegones y paisajes relacionados con los paisajes de su ciudad natal. El caserío y su entorno inmediato se convirtieron en uno de los puntos de referencia de sus obras, todas ellas relacionadas con el sur de Estonia.
En el período previo a la revolución bolchevique, bajo la influencia del rígido dominio zarista, los pintores y escultores estonios tuvieron la versatilidad de asimilar todas las corrientes artísticas más importantes de la época, desde el Art Nouveau hasta el Futurismo, sin dejar de lado al Fauvismo, el movimiento pictórico surgido en Francia a principios del siglo XX y extendido luego a otros países, caracterizado por un uso provocativo de los colores y de pinceladas rápidas creado por Henri Matisse (1869-1954). Se produjo entonces un retorno a las formas tradicionales y una cierta focalización en el arte folclórico estonio. Un artista de gran influencia fue el pintor Konrad Mägi (1878-1925), quien luego se convirtió en el maestro de Pärsimägi.


Siendo aún un adolescente, en 1919 se alistó para participar en la guerra independentista contra las fuerzas soviéticas y, aunque ninguna de sus pinturas muestra algún indicio, la política mundial influyó poderosamente en su destino. Su período más creativo coincide precisamente con la independencia política de la República de Estonia en los años 1920/1930. Entre los críticos de la época -a medida que su nombre adquiría fama como pintor- se lo llamó “el Matisse estonio”; para muchos estudiosos del arte, no obstante, este apelativo era equivocado, ya que encontraron en él más afinidad estilística con el suizo Paul Klee (1879-1940) y con el ruso Marc Chagall (1887-1985). La consonancia entre estos pintores estaba dada por el tipo de coloración usado en los lienzos y también por los recurrentes contornos desdibujados.


Siendo ya un artista consagrado, completó su aprendizaje académico en Tartu en 1936; por entonces, era un creador prolífico que se jactaba de realizar veinte o treinta pinturas diarias. La escuela de Tartu ejerció una fuerte influencia en la historia del arte estonio hasta que fue cerrada en 1940. El clima intelectual reinante en la escuela es difícil de definir ya que un gran número de fuertes personalidades estudió y enseñó allí. Así, por ella pasaron los pintores Konrad Mägi (1878-1925), Ado Vabbe (1892-1961) y Nikolai Triik (1884-1940), el escultor Anton Starkopf (1889-1966) y el historiador de arte Voldemar Vaga (1899-1999).


En 1937, Pärsimägi se instaló en París -un ritual para los artistas plásticos- financiado por su padre y no por el gobierno, como era corriente en Estonia. En la capital francesa conoció a Pablo Picasso (1881-1973), estudió en la Academia Colarossi y pasó horas en el Museo del Louvre copiando los cuadros de Rembrandt van Rijn (1606-1669), Eugéne Delacroix (1798-1863) y Jean Francois Millet (1814-1875), aunque la influencia más profunda del arte moderno francés la recibió de la obra de Paul Cézanne (1839-1906). Tiempo después llegó a viajar a su país natal y exhibir sus pinturas en el Art Hall de Tallinn, la capital de Estonia.


Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Estonia volvió a estar bajo el control del Kremlin y se convirtió en parte del territorio soviético. Pärsimägi permaneció en París y, según narró el profesor de teología Evald Saag (1912-2004), a la sazón oficial del ejército estonio, se unió al movimiento de resistencia francés hasta que, en septiembre de 1941, fue arrestado por la policía secreta de la Alemania nazi, la tristemente célebre Gestapo. Hay quienes afirman que tenía pasaporte soviético y otros, que ayudó a una muchacha judía perseguida por los nazis. Lo cierto es que estuvo detenido durante nueve meses en el campo de concentración de Drancy en las cercanías de París. Luego fue deportado a Auschwitz, donde fue ejecutado el 27 de julio de 1942. Pasó así a ser parte de las poco más de un millón de personas que murieron en ese campo de concentración.


La misma suerte correrían otros artistas como los pintores Jan Rubczak (1884-1942), Charlotte Salomon (1917-1943), Samuel Jessurun de Mesquita (1868-1944), Friedl Dicker Brandeis (1896-1944) y Felix Nussbaum (1904-1944); escritores como Irène Némirovsky (1903-1942), Etty Hillesum (1914-1943), Yitzhak Katzenelson (1886-1944), David Vogel (1891-1944), Karel Poláček (1892-1944) y Benjamin Fondane (1898-1944); y los compositores Ziga Hirschler (1894-1941), Marcel Tyberg (1893-1944), Viktor Ullmann (1898-1944), Pavel Haas (1899-1944), Hans Krása (1899-1944), Ilse Weber (1903-1944), Alma Rosé (1906-1944), Richard Fall (1882-1945) y Gideon Klein (1919-1945), por mencionar sólo algunos de los miles de artistas asesinados en Auschwitz, la mayoría de los cuales serían lamentablemente olvidados por la posteridad.


Pärsimägi es recordado como un muy modesto joven. En las escasas fotografías que se conservan puede verse al artista enfrentando tímidamente a la cámara. Existen también cuatro pinturas: dos realizadas por Eduard Wiiralt (1898-1954) en 1925, y dos autorretratos fechados uno en 1921 y el otro en la primera mitad de la década de 1930. Versátil en distintos géneros y muy impulsivo, fue un intimista atraído por la simpleza de un estudio, una habitación o un parque, esforzándose siempre por captar la esencia de la cosas. La mayoría de sus óleos se conservan actualmente en la Academia de las Artes de Tartu y algunas también se exhiben en el Museo de Arte de Kumu, ambos lugares en Estonia.


La historiadora de arte estonia Heie Treier (1963) diría en su ensayo “Pärsimägi. Võrumaa-Tartu-París” publicado en 2003 que “Pärsimägi era un artista hasta la punta de su dedo meñique. Mezclaba los colores durante mucho tiempo para obtener un fondo suave. No tenía dinero para comprar un lienzo. Quería lograr una experiencia con medios relativamente mínimos. Su naturaleza tímida y misteriosa le aseguró el estatus de extravagante a los ojos de sus contemporáneos. Sus coloridas creaciones, que eran independientes de las costumbres locales, lo ubicaron entre los genios artísticos del período del modernismo, algo bastante raro en el contexto de la historia del arte de Estonia”.


La obra de Karl Pärsimägi se compone en gran parte de personajes. Es notable el predominio de los ambientes domésticos femeninos, rara vez se encuentra una figura masculina en su mundo de imágenes. En sus pinturas, las formas a menudo se fusionan en colores abstractos y brillantes, que a veces están limitados por líneas de contorno oscuras. Una de las características de sus creaciones fueron las sorprendentes combinaciones de colores: tonos de piel mostaza sobre un fondo azul cobalto brillante, un tono rojo púrpura crudo junto a un plano cálido de color ladrillo o amarillo que brilla con una superficie rosa púrpura. 


Muchas veces, los bordes de sus pinturas cortan el techo o la mitad de la figura de las personas retratadas. En algunas de ellas dejaba un espacio vacío en el medio de la imagen, mientras que los bordes de los edificios se dividen arbitrariamente o forman parte de las ventanas abiertas. Así como los bordes de sus cuadros a menudo cortan gran parte de los objetos pintados y las figuras humanas, también prefirió cortar su relación con el vasto mundo exterior, y así como una muerte trágica cortó su vida, su personalidad estuvo durante mucho tiempo fuera de la historia del arte.