4 de septiembre de 2008

Paco de Lucía: "Cuando uno está creando no piensa si luego va a ser aceptado o no"

Francisco Sánchez (1947) es considerado unánimemente como el mejor guitarrista de flamenco de España (y por consiguiente, del mundo entero). Claro, el mundo lo conoce por su apodo y a la vez seudónimo: Paco de Lucía, aquel que desde muy joven se consagró a desarrollar esa expresión popular de inconfundible sabor andaluz. A punto de cumplir los treinta años, Paco de Lucía llegó a Buenos Aires para ofercer un par de recitales, y antes de que partiera hacia Chile, fue entrevistado por la periodista argentina Estela Cirelli para el suplemento "La Opinión Cultural" del diario "La Opinión" del domingo 16 de octubre de 1977.Esta es tu ter­cera venida a Argentina. ¿Qué ha pasado con Paco de Lucía en los siete años que abarcan desde la primera vez hasta hoy?

La primera vez vine en 1970 con mi hermano Ramón y otro guitarrista al teatro Avenida. La segunda vez, creo que fue en 1973, también al mismo teatro, con un grupo flamenco que, cuan­do se fue, yo me quedé una semana más dando recitales. El primer viaje lo hicimos con muy poca promoción y los primeros días fue muy poca gente -sólo había tres o cuatro filas de butacas- pero progresiva­mente se fue llenando el teatro, hasta que en los últimos días hubo lleno completo.



¿A qué edad te lanzaste como concer­tista de guitarra, dejando definitivamente el acompañamiento a cantaores y bailaores?



Recuerdo que mi primer concierto lo di a los quince años, en un club de guitarris­tas en Nueva York; pero se puede decir que me lancé más de lleno hacia los dieciocho en Alemania, y estuve viajando por Estados Unidos, Japón, Bélgica, Francia y otros países. Anduve dando concier­tos por todas partes, antes que en España misma. Claro que hasta el momento en que grabé "A dos aguas" era más desco­nocido. A partir de ese disco todo me fue más fácil, aunque ya estuviera bastante hecho como concertista. Al principio de todo, tocaba acompañando a Antonio Gades, a José Greco y a otros tantos bailari­nes y cantantes. De todas maneras, en algún momento, siempre toqué solo. En discos también comencé a grabar solo desde los quince años. Llevo casi la mitad de mi vida como solista. Creo que ya son suficientes años y necesito un retiro.



¿Lo estás pensando de verdad?



Sí, sí. Es que verás, esto de los concier­tos cansa mucho, sobre todo para el fla­menco, que es una música de mucha fuerza y necesita de una tensión y un esfuerzo físico que no es el mismo, por ejemplo, que para la música clásica, que se puede tocar más relajado y con otro estado de ánimo. Termino muy agotado. Además, me gusta siempre improvisar mi vida, porque cada segundo que pasa es importante. No me gusta demasiado hacer metas ni vivir a largo plazo.



¿Tienes alguna técnica especial para relajarte antes de un recital?



Es esencial el que esté solo, al menos media hora, para concentrarme y relajar­me. No te sabría decir concretamente cuál es la técnica, ya que es casera. La he inventado yo mismo, pero me da resulta­do.



Cuenta sobre tu experiencia en lo que se ha dado en llamar "nuevo flamenco", término que no termina de gustarme, pero que ahora está de moda.



Es verdad. Usemos mejor el término de "flamenco de la gente joven". El flamenco es siempre igual, con las mismas bases y raíces. Es que no hay una gran diferencia entre antes y ahora. La evolución ha sido paulatina y lenta. Por supuesto que ahora se toca un flamenco un poco más actual, pero de ninguna manera se ha hecho música distinta. Todo ha sido de una manera progresiva pero lenta. En su mo­mento seguramente también el niño Ri­cardo y Montoya hicieron "nuevo flamen­co" -y te estoy nombrando gentes de hace más de cuarenta años-. El flamenco es una cadena, no tiene escuela, ni hay una técnica mediante la cual se pueda apren­der. Va evolucionando a través de una serie de artistas que aparecen cada tantos años y que dan un pasito más adelante. Además, es muy difícil de explicar, ya que es una música que expresa toda una idiosincrasia, una filosofía de vida, una costumbre. Por lo tanto, sería necesario conocer mucho más sobre esa filosofía del vivir que es, en suma, la historia del pueblo Andaluz.



¿Cómo definirías tú, a la forma de vivir del pueblo andaluz?



Creo que tiene una filosofía rayana en el escepticismo. Es como si le diera todo igual. Tantos años de hambre, han dado como resultado una resignación y al mis­mo tiempo, una alegría un poco forza­da. El que conozca al andaluz superficial­mente, le parecerá que es desenfadado y hueco, pero pienso que también tiene profundidad, aunque le cueste mostrarla. La esconde bajo su sentido del humor.



Aunque alguna vez me dijiste que no te simpatizan dema­siado los flamencólogos, te haré una pregunta que tiene casi ese color. ¿Cuáles son los ritmos más antiguos que se conocen?



Hombre, no es que no me simpaticen... pero es que están tratando de intelectualizar al folklore de Andalucía... Pienso que eso no es malo, en tanto se hable de nuestra música, pero no creo que progre­se más porque haya flamencólogos. Ellos están enrollados con la tradición y la pureza, y la pureza es, para ellos, un poco lo estático, la música de archivo, de mu­seo. Pienso que están un tanto equivoca­dos en este sentido. El intelectual del flamenco debe ayudar a la gente joven para que el mismo siga fluyendo, y siga siendo un arte de improvisación, pero nunca un arte de archivo. En cuanto a la pregunta, concretamente creo que el can­te grande tiene la especialidad de ser la neta música folklórica, como pueden ser los verdiales, o los fandangos de Huelva, que son cantes de campo. Pero creo que cuando llegaron los gitanos a España, hacia el siglo XV -y ya estamos nueva­mente en que parezco flamencólogo yo también- al igual que en cada región en que han estado, adaptaron el folklore de la tierra. Y como el gitano es esencialmen­te un músico -de trabajar poco y nada- han enriquecido el folklore andaluz.



Las carceleras, por ejemplo, ¿están entre los cantes primitivos?



Pudiera ser, sí, de entre los más antiguos que se conocen. Eran los que cantaban los gitanos en presidio, desde una torre a la otra, y de esa manera se comunicaban. Y también los cantes de fragua, cuando hacían sus trabajos en el yunque, ya que generalmente hacían sille­ría, trabajando el mimbre. De lo que cantaban los gitanos en la fragua han salido los que se creen los cantes primiti­vos, como los martinetes, las deblas y las tonás.



¿Y la seguidiya no está incluida?



Creo que la seguidiya es una conse­cuencia de los anteriores, porque aunque tiene el mismo ritmo que los otros tres y se tocaba también en el yunque, se lo hacía de una manera más sofisticada, puesto que tiene un ritmo muy complica­do y nada común dentro de la música en general. Y sobre todo, porque ya se tocaba con guitarra, cosa que no se hacía con los demás, lo que indica que estos tres se cantaban anteriormente, incluso cuando el guitarrista todavía no existía dentro del flamenco.



¿Y cuáles son los cantes llamados de "ida y vuelta", aquellos que vinieron a América y luego volvieron a España?



Cuando la guerra de Cuba, los españo­les que fueron a pelear allí llevaron de vuelta la guajira, la colombiana y la milonga.



¿Y la rumbita?



No, ésta es posterior porque empeza­ron a cantarla en Cataluña. Pero ya tenía­mos los tangos y, más antiguos aún, los tientos. Mira, hay que aclarar una cosa, y es que de alguna manera ya estamos cayendo en los tópicos "flamencólicos".



¿Crees que no está bien aclarar estos puntos? Piensa que el flamenco es un arte muy difícil de entender.



Es que, verás, para empezar, me parece un mal camino informarse de una manera biográfica.



Pero es que la gente que ha ido a escucharte y que ha disfrutado con tu música, luego quiere informarse, entender más.



Es que la gente, cuando va a escuchar, y le gusta, lo disfruta, y no porque esté informada biográficamente. Esto de infor­marse me parece bien, pero no le demos un carácter de primacía porque me es deprimente. A ti te gusta mucho el fla­menco, entonces yo, lo mejor que puedo hacer, es ofrecerte mi música.



¿De dónde viene la costumbre de llevar el nombre de la madre?



De Andalucía. Aunque creo que es una costumbre que se podría encontrar en cualquier pueblo del mundo. Viene de cuando los niños jugábamos en la calle, ahora ya no lo hacen tanto porque los puede pillar un coche. En Algeciras, cuan­do yo jugaba en las calles, sólo había unos diez automóviles. Como entre noso­tros había unos cuantos Pacos, Pepes o Manolos, para poder diferenciarnos, nos llamaban "el hijo de fulano", o cualquier otro tipo de sobrenombre, como por ejem­plo si éramos de barrios distintos, etcétera. A mí solían decirme algunas veces, "Paco el de la portuguesa", ya que, como sabes, mi madre lo es; o simplemente, "Paco el de la Lucía", y también "Paco el del que toca la guitarra". El que más me gustó siempre fue "Paco de Lucía" y con él me he quedado.



Tu padre fue tu primer maestro, pero, anterior a él ¿hubo otros músicos en la familia?



No, mi padre fue el primero de la familia. Comenzó tocando la bandurria y luego le dio por la guitarra. Y así nos fue criando a todos nosotros, enseñándonos a tocarla, en casa y en las fiestas, que es la manera como se ganaban la vida antes, los que hacían flamenco. Mi padre le enseñó primero a mi hermano Ramón, y entre los dos me enseñaron a mí. Ramón, que es el mayor, salió fuera y aprendió otras formas de tocar. Entonces, primero aprendí de mi padre, luego de la evolución de mi hermano, y más tarde, de todo lo que oí por allí, andando.



Partiendo de esas raíces que llevas dentro, deambulas, vuelas, ¿hacia dónde y hasta dónde?



"El camino se hace al andar", decía Machado. Siempre estoy buscando. El tra­bajo del creador es un poco el estar a ciegas y agarrarse a lo primero interesan­te que se encuentra, tal vez para descan­sar un rato para luego seguir. Ahora mismo, voy detrás del ritmo y la armonía, que pienso que son las bases fundamenta­les. Siempre sin apartarme de las raíces. Bueno, esto de apartarme de las raíces suena un poco tonto porque, como te dije, las raíces están dentro de mí, y aunque quisiera hacerlo no podría. Me gustaría hacer un flamenco que pudiera entender mucha más gente, y que pudiera, por ejemplo, estar a la altura del jazz en cuanto a riqueza musical.



¿El flamenco y el jazz se asemejan en cuanto que son los dos ritmos de la improvisación, de la creación constante?



Sí, se parecen en formas, porque es la improvisación la base fundamental de los dos. Pero claro, hay unas diferencias de tiempos y de costumbres. El jazz ha naci­do en una cultura ya desarrollada, en cambio el flamenco empezó hace cientos de años, y eso mismo ha sido un freno para la evolución hacia la música que se hace hoy. El jazz ha ido más rápido porque es de poco tiempo a esta parte.



El público tradicionalista español, ¿có­mo recibe al flamenco joven?



Pienso que cuando uno está creando no piensa si luego va a ser aceptado o no. A mí me importa mucho que me acepten los mismos flamencos, que acepten cual­quier pasito adelante que me atreva a dar. Esto de querer llegar masivamente al público, en definitiva, no es más que una coquetería. Prefiero más gustarme a mí mismo.



¿Cómo fue esa experiencia tuya en el teatro Real de Madrid?



Bastante simpática, porque fue la pri­mera vez que la música popular llegó allí. A nivel social fue un pasito importante. A nivel musical no, porque de la misma manera que he tocado en el teatro Real de Madrid, toco en una tasca. También tocó luego Manolo Sanlúcar, otro guitarrista flamenco. El año que viene volveré allí.



¿Cómo ves el actual proceso español?



Pienso que todo se ha deslizado de una manera bastante natural. Después de tan­tos años de represión, en que las gentes no podían decir lo que querían, ni el periodis­ta decir nada, después de cuarenta años se lograron abrir un poco las amarras para que todo pueda fluir un poco más, y más espontáneamente. Hay bastante descon­cierto y desorganización política, que nos puede llevar a un grave problema econó­mico. Hay muchas empresas que están cerrando y si quiebran dos o tres empre­sas diariamente, eso trae, entre otras co­sas, el que la gente se quede sin trabajo. Y un hombre que no puede darle de comer a sus hijos es un peligro. Es el que sale con una pistola a la calle dispuesto a matar gente. Yo no sé cuál pueda ser la solución. Por otra parte, ¿quién soy yo para preten­der opinar sobre un problema de magni­tud? Mejor se lo dejo a los especialistas, que a lo mejor lo resuelven.



¿Qué te pareció el Premio Nobel que acaba de obtener Vicente Aleixandre, andaluz como tú?



Oye, me he enterado aquí. Me da mucha vergüenza confesarlo, pero no he leído nada de él. Es que no he leído a nadie. Soy un caso... He sentido mucho orgullo como andaluz. Ahora tendré que

leerlo.