20 de septiembre de 2008

Carlos Saura: "Siempre he tenido una sensación de soledad cuando hago cine"

El escritor y psicoanalista argentino Pacho O'Donnell (1941) mantuvo un jugoso diálogo con el director cinematográfico español Carlos Saura (1932), durante un encuentro acontecido en Madrid y que tuvo por tema central su más reciente película de entonces: "Elisa, vida mía". Sólo la filmación de este trabajo, realizada en Madrid y en Melque, un pueblito de la campiña segoviana, estaba concluida al momento de la charla; aún faltaba terminar su compaginación. El nombre de la película provino de la "Egloga I, 21" de Garcilaso de la Vega (1501-1536), que comienza de este modo: "¿Quién me dijera, Elisa, vida mía, / cuando en aqueste valle al fresco viento / andábamos cogiendo tiernas flores, /que había que ver, con largo apartamiento, / venir el triste y solitario día / que diese amargo fin a mis amores...?". El diálogo, que tuvo un tono íntimo, casi confesional, quizá vinculado a la especial situación afectiva del director español y a la probable ruptura de su matrimonio, fue publicado por el diario "La Opinión" de Buenos Aires en su edición del 27 de febrero de 1977.¿De dónde surgió la idea para esta nueva película?

La idea básica de la que partió esta película no tiene nada que ver con lo que finalmente he hecho. Se trataba de un hombre, entonces aún no era una mujer, un chico joven que iba a ver a su padre enfermo, al cual hacía varios años que no veía y de ese encuentro nacía una serie de relaciones, recuerdos, sucesos. El reencuentro entre un padre y un hijo. Entonces empecé a escribir muy alegremente, entusiasmado, la cama, la habitación de un enfermo en un piso como éste y tanto. Pero a las semanas mi padre se pone enfermo y yo sentí terror porque a partir de allí comenzaron a pasar las mismas cosas que estaba escribiendo. Y dejé de escribir. Dejé absolutamente. Por suerte, mi padre, luego de haber estado muy grave se recuperó, lo operaron, y recién entonces pude retomar el asunto de esta película que estoy terminando ahora. Pero ahí no terminó mi miedo porque, aunque esto que te digo pueda parecer un disparate, mi vida y esta película siguieron caminos paralelos, intercruzándose también en otras áreas. Tengo la impresión de que a esta altura de las cosas ya estoy jugando con fuego.

Como si tus demonios interiores hubieran decidido instalarse en la realidad.

Cuando yo hago cine, fíjate, no tengo la sensación de expulsar demonios. Para mí es muy agradable, un juego, algo lúdico. No me produce sensaciones de angustia ni nada de eso. Me parece que lo que sucede es que yo antes hacía películas desde mi plataforma contemplativa, muy reflexivamente, desde afuera, sin tomar mucha parte en las cosas. Y a partir de la muerte de Franco, que para mí es una fecha importantísima, hay cosas que dejan de interesarme como espectador y comienzo a preocuparme mucho más por lo que me está sucediendo a mí. Pero no sé. Nunca estoy muy seguro de lo que digo.

Como si la alteración de lo exterior te permitiera meterte en tus interioridades.

Podría ser ésa la causa. Tengo la sensación de estar trabajando en un campo muy fascinante y al mismo tiempo de estar muy solo.

¿Solo?

Sí, muy solo. Ya comencé a tener esa sensación en "Cria cuervos". Siempre he tenido la sensación de soledad cuando hago cine. Pero ahora más que nunca. Y no tiene estrictamente que ver con que cada vez soy más único responsable de lo que hago. No sé, me es difícil explicarlo, porque ni yo mismo entiendo esa sensación y me preocupa. Por ejemplo noto que lo que hago artísticamente cada vez interfiere más en mi vida como persona. Y eso no me gusta. Creo que tiene que ver con el camino que he elegido. Ahora que estoy recapacitando sobre lo que seguirá después, te confieso que preferiría cambiar, hacer algo distinto, un cine que no me perturbe tanto. Me da miedo, terror, contar mis problemas, problemas que nunca he contado de verdad. Los he contado y no los he contado. Los he contado con subterfugios.

Lo que a mí más me impresionó de "Cría cuervos", hasta extremos de ruptura de códigos cinematográficos, era la profundidad psicológica de planteos y personajes. Aun más allá de esa mirada lúcida sobre la identidad femenina. Se trataba de escarbar en honduras universales del ser humano: la porosidad entre lo real y lo imaginario, la dilución de lo actual en la memoria, etcétera. Y ese quizás tiene que ver con tus miedos: el precio de ese develamiento deslumbrador que hace estallar esa primera y tramposa capa de lo aparente. Apariencia que solemos confundir con lo verdadero.

Eso ya lo hemos conversado varias veces y ya estás a punto de convencerme de tus teorías pero creo que exageras...

Exageran los belgas, los franceses, los hindúes...

No se trata de modestia, se trata de sorpresa casi. Es que para mí, el cine es un divertimento enorme, y yo lo hago principalmente por placer, es lo que más me divierte hacer. Bueno, no sé si me atrevo a ser tan tajante, una de las que más me divierte hacer. Me sorprende entonces que algo que a tí te divierte y que lo pasas tan bien haciéndolo luego resulta que tiene una repercusión al margen de tí mismo. Y como yo nunca estoy preparado para ello siempre es una sorpresa maravillosa. Volviendo a lo real y lo imaginario que tú decías recién, llevo ya tiempo trabajando en eso. Mi naturaleza es así, ya me conoces, de manera que no me cuesta mucho trabajo. No surge de una compleja y laboriosa especulación intelectual sino que nace así, de mi extraordinaria confusión en ese nivel. Es que realmente todo está muy enmarañado en mi cabeza.

A mí me parece que tú ves muy claramente esa zona de confusión de todo ser humano, esa indiscriminada zona donde se fusionan personas y personajes. Quizás, como dices, a partir de instrumentar tu propia confusión. "Elisa, vida mía", ¿va en esa línea?

¡Qué problema! Me resulta terriblemente difícil contar mis películas. Hubiera preferido que esta entrevista la hiciéramos luego de que la vieras completa. Porque "Elisa, vida mía" es un montón de cosas... En fin, tú ganas. Hay una línea argumental que quizás sea lo menos importante. El encuentro de un padre con su hija, hace muchos años que no se ven. Ese reencuentro se constituye en algo así como una simbiosis entre estos dos seres, una fusión. Pero... Ves, lo que te decía, me siento absolutamente incapacitado de hablar sobre mi película. Siento que si te la cuento la estoy traicionando.

Es cine y no relato.

Claro, son dos lenguajes distintos. Yo soy muy amigo de Juan Benet, el novelista, quien ha escrito un libro que se llama... el no se qué de Tobías, no me acuerdo el nombre, algo de Tobías, una especie de ensayo muy inteligente en donde pretende explicar literariamente el proceso de elaboración de un cuadro. Intenta establecer qué diferencias de lenguaje hay entre la pintura y la literatura. A mí me interesó muchísimo y en mi película hay algo de eso. Pero al revés. Intento explicar cómo una cosa cuando es vista tiene muy poca relación con cuando se escribe. Eso está dado a través del padre de Elisa, un hombre que vive aislado en la meseta castellana, en una casucha, sin ninguna comodidad, no posee prácticamente nada, vive refugiado allí hace como veinte años. Este señor un día se marchó de casa dejando a su mujer, a sus hijas, sin decir nada. Aparentemente no hay ningún motivo por el cual este hombre ha tomado esa decisión. Nunca se explica en la película porque ni yo mismo lo sé. Quizás para encontrarse a sí mismo, o harto de la vida matrimonial, de la ciudad, no sé. El caso es que, al llegar su hija, intenta empezar a escribir algo. Sobre esa hija. Esta narración, poco a poco, se va volviendo su propia narración a lo largo de la película. Entonces hay en "Elisa, vida mía" un material literario, porque este hombre escribe, escribe letras y páginas y lee lo que escribe, y se escucha lo que va leyendo. Pero lo que nosotros vemos aparentemente tiene poco que ver con lo que él ha escrito. Aunque, en verdad, es lo mismo que se dice allí. Cinematográficamente. Como este hombre no es un buen escritor nunca consigue escribir realmente. Todo lo que hace es escribir algunas páginas y luego las rompe o vuelve a empezar o las corrige. Y en la película paralelamente sucede lo mismo ya que algunas escenas son mostradas de distintas maneras. Todo ello está subterráneamente, además del argumento que he intentado contarte. O que has conseguido que te cuente. Porque, volviendo al principio, una película no se puede "explicar". Una película es una sucesión de imágenes desarrolladas en el tiempo, no un discurso, y es ése uno de los problemas del cine porque, ante una película terminada, es imposible hacer una crítica, analizarla, ni plantear un estudio a menos que la veas cuarenta o cincuenta veces y cuentes con algún criterio objetivo, y entonces quizás la cosa cambie, tampoco estoy seguro de ello, porque ya te puedes preocupar de cómo se ha construido tal cosa o la otra, su estructura, etcétera. Pero una película tiene una entidad en esas dos horas que es casi irrecuperable en otro registro expresivo.

Se me ocurre también, además de un completo acuerdo con lo que dices, que tus últimas obras han perdido el esquematismo que, ya sabes, no me gustaba en algunas de sus obras anteriores, por ejemplo "La caza", excesivamente simbólica. Como si tu proceso creativo no se apoyara ya tanto sobre una predeterminada estructura sino que ahora estuviera sustentada en una fluida surgencia en imágenes. En esta misma línea, supongo que te sería muy difícil decirme qué te propones con "Elisa, vida mía".

No, no me sería difícil, porque no me propongo nada. En definitiva, aunque te parezca muy banal, se trata de lo que te decía antes, hacer algo muy atractivo, necesario y fascinante para mí. Pero no me propongo explicar nada, ni aclarar nada. En todo caso, quizás tú tengas razón, lo que me propongo es quitarme de encima algunos demonios o fantasmas. Creo que me los quito. Y van engordando en los demás, fuera mío.

Los universalizas, nos perturbas a todos con tus fantasmas...

Recién tú nombraste eso del proceso creativo y a mí esas palabras me dan un miedo enorme, son demasiado enormes.

Hay que ponerse muy serios y solemnes para hablar de esos temas. Son temas para los mayores...

No sé como explicar lo de la creación. Como cuando dicen "tú eres un autor" y entonces recuerdo a Calderón con aquello de "autor soberano" y todas esas cosas. Para mí el proceso creativo, a tí te debe suceder lo mismo, es iniciar algo y entonces eliges un camino, te echas a andar por él, a veces te equivocas y tienes que ir para atrás...

No sabes al final si eres sujeto u objeto de lo que estás haciendo. Quién es la marioneta, el autor o el personaje.

Eso. Y luego ya no puedes parar, aquello cobra una entidad y una estructura propias, misteriosamente. O quizás no tan misteriosamente.

Una "ajenidad", casi.

Sí. ¿Sabes algo que siempre me sucede? Una sensación de que nunca voy a conseguir terminar un guión. Y de pronto, casi tomándome desprevenido, zas, sale. Entonces estoy ya casi convencido de que se trata de iniciar algo, y luego, si ese proceso está bien iniciado se encargará de llevarte de la mano. Otra: tú sabes que yo soy un hombre de imágenes y entonces me sucede algo disparatado y absurdo y es que tengo que trasponer esas imágenes a la literatura para hacer el guión. Para acordarme. Y porque hay que hacer un guión. Una estupidez increíble.

¡Qué divertido! Primero imaginas y después piensas...

Claro, y después, el colmo de lo absurdo, es que al filmar tengo que volver a poner eso en imágenes. No sabes cómo me enferma eso de tener que ilustrarme a mí mismo. Entonces para sobrellevar esa sensación de frustración nunca ilustro igual que lo he imaginado al principio. Por decisión. Si algo se parece a lo que me había surgido antes, lo rechazo, hasta ese punto llega el asco que me produce la autoilustración.

Ese rigor, y otros que te he conocido viéndote trabajar, deben ser los "culpables" de tu crecimiento ya que a mi criterio tu obra se ha ido perfeccionando casi sin sobresaltos. ¿Estás de acuerdo?

Lo que siento es que cada vez tengo más probabilidades. Pero también menos. Por un lado más facilidades para contar cosas que antes no podía. Pero también piensa que soy muy lento en mis avances, aunque pueda parecer lo contrario. Demasiado, quizás. Inclusive en mi vida personal me siento un adolescente muchas veces y me reprocho que cómo puedo ser tan tonto que todavía no haya superado muchas cosas que otros han superado ya hace tiempo. Pero no me preocupa demasiado. Siempre tengo la sensación de que he hecho cosas pero que nunca hice lo que debía hacer.

Eso te sirve, y nos sirve, para que te sigas exigiendo a hacer cosas. Afortunadamente, aunque te duela.

¡Qué horrible debe ser la sensación de que has hecho una cosa maravillosa! ¿no?

Ayer estuvimos viendo juntos fragmentos de "Elisa, vida mía" y ya sé que te sientes decepcionado y que no te gusta. A mí sí y mucho, aunque no tengo práctica dé "adivinar" una película casi sin banda sonora y con su montaje incompleto. Pero también recuerdo que no te gustaba "Cría cuervos".

De mis películas no me gusta ninguna. No tengo ningún interés en verlas. Hombre, siempre les tienes algún cariño, pero de ahí a que te gusten... De "Elisa, vida mía", ahora mismo, no podría rescatar nada. Esa "Elisa, vida mía" que vimos ayer la detesto. Aunque podría consolarme razonando que estaba proyectada en muy malas condiciones. Esperaré a verla otra vez. Había muchas imperfecciones técnicas que me sacaron de situación. Pero independientemente de ello ya no me interesa. Ya está hecha y ya no me interesa. La diversión ya terminó.

¿Qué vas a hacer ahora?

Descansar. Hacer vida de vago. Pasear. Quizás vaya a París. Cargar baterías. Ni idea de lo que voy a hacer. Después volveré a uno de los estados más fastidiosos para mí, el de cuando ya ha pasado un tiempo y comienzas a tener la sensación de que debes hacer algo. Por muchas razones, porque, claro, es una necesidad vital, pero también, si me apuras un poco, por razones económicas. Pero todavía no, dentro de dos meses quizás ya me empiece a suceder, ya lo sé, quizás tres. Una voz dentro mío dirá: "¿Es que no vas a volver a hacer otra película? ¡qué desastre, Carlos, qué desastre!"...

Alguna vez me contaste que a partir de "Llanto por un bandido" tomaste la decisión de hacer siempre películas "pequeñas". Bajo costo, pocos actores, escenarios simples...

Lo que sucedió con aquella película es que se suponía que se trataba de lo que suele llamarse una "superproducción". Que por fin no lo fue porque el productor estaba financiando al mismo tiempo "El tulipán negro", con Alain Delon. De manera que conté con muy pocos materiales, sin experiencia ni asesoramiento, todo insuficiente para el despliegue de extras y caballos, exigencias del guión y todo eso. La película, casi casi, se me escapó de las manos. Esa es una de las razones. Quizás la más importante sea que por personalidad yo prefiero aquello más simple, aquello que no me plantee problemas, controlable.

¿"Elisa, vida mía" también responde a esas normas de austeridad que están tan de acuerdo, causa o consecuencia, con ese cine de clima, de miradas, de vínculos, que te caracteriza?

Te diré que sí, enfáticamente. "Elisa, vida mía" es la película más intimista que he hecho. Sí. Yo creo que va a ser difícil llegar más lejos de eso. Tanto, que mi problema ahora es que ese quizás sea ya un camino cerrado, agotado. Quizás esta película sea ya una película muerta, muerta en cuanto a posibilidades, y eso me da un poco de miedo.

No sé si te entiendo.

Es que para mí es ya un final. Creo que no voy a poder seguir por allí, aunque reconozco varios aspectos muy sugerentes. Aunque ya me ha sucedido otras veces, que al terminar de filmar me parece que ya no tengo nada más que decir en esa dirección y entonces escojo otra. Aunque después me dicen que es siempre lo mismo. Quizás sea cierto que uno siempre cuenta lo mismo.

Yo soy un convencido de la limitación temática del artista, aunque reconozco márgenes de mayor o menor amplitud en esa obcecación. O plasticidad en el abordaje de ese núcleo inevitable.

Estoy de acuerdo contigo y ahora mismo recuerdo algo que me parece es de tu compatriota Cortázar, una frase que he repetido tantas veces porque me gustó mucho: "Insiste en tus errores porque ellos son tu propia personalidad". Me parece que es de Cortázar aunque yo la he hecho mía. Porque esos errores son, a la postre, lo mejor que tienes para contar. Aunque lo importante es no equivocarte al contarlos... Pasando a otro tema, o a lo mejor seguimos en el mismo, no sé, quería contarte otra cosa que me da mucho miedo del cine y que tiene que ver con algo que aconteció con "Elisa, vida mía". Sucede que en el cine tú manipulas muy directamente un material humano. Y eso no sucede, al menos en la misma medida, en otras manifestaciones. En el teatro hay una obra escrita, un soporte literario más sólido. En cambio en el cine vas modificando, al menos yo lo hago siempre, las ideas que has tenido en función del trabajo de cada día, sobre todo a partir del trabajo con los actores. Entonces suceden cosas verdaderamente extrañas. A mí nunca me había pasado lo que en esta película. Sus actores, concretamente Geraldine y Fernando Rey, se encarnaron completamente en sus papeles hasta un extremo que yo jamás había conocido antes. Siempre mis actores habían mantenido una distancia con los personajes aunque en determinados momentos hayan participado plenamente de lo que hacían. Pero en "Elisa, vida mía" ha existido una extraña relación, una intimidad tan extraña entre personas y personajes que llegó a provocarme miedo. Imagínate que soñaban, no "con" los personajes, sino "desde" los personajes. No estaban "haciendo" sus personajes sino "siendo" sus personajes y, te insisto, a mí me daba miedo. Estás jugando con un material que no es material ya. Son dos seres como tú y entonces te preguntas que derecho tienes a penetrar, a modificar la vida de otros seres. Es una sensación muy extraña. Muy extraña.

Otra vez ese borramiento entre lo real o lo aparente y aquello que a mí me gusta llamar lo imaginario aunque quién sabe cómo se llama realmente. Tu obsesión, vamos.

Fíjate que no me extraña tanto en Geraldine porque la conozco bien y sé de esa capacidad mimética suya. Tiene una enorme, terrible capacidad de transformación. Ahora está filmado en Nueva York y estoy seguro de que está perfectamente adecuada a Nueva York. Ya sabes que hemos estado quince días en la India y ella se ha adaptado perfectamente bien. Eso no me sucede a mí, cuando voy a algún lado no consigo dejar de ser yo mismo, no logro transformarme de acuerdo al lugar. O sea que en el caso de ella entiendo mejor lo sucedido, además se trata de un personaje femenino, próximo a Geraldine, con problemas que no son los suyos pero que podrían serlo, con hermanas y amigas con características similares, etcétera. Pero me extrañaba más en el caso de Fernando Rey. Claro que después aprendí que el personaje era muy similar a Fernando Rey, circunstancia de la que no me había dado cuenta antes. Como te dije, era muy extraño. Dos personajes que funcionaban por ellos mismos y no por imposición de la película. Decían las cosas que yo quería que dijeran sin necesidad de indicárselas. Nunca me había pasado eso. Un tanto aterrador, ya sabes.

Has hablado de miedos. Pareces asustado.

Sí, pienso que "Elisa, vida mía" es el final de un camino. Me parece. Cuando dentro de dos meses comience a plantearme la próxima película me gustaría un cine mucho más epidérmico y mucho más ligado a las cosas que me rodean, a la realidad. Es cierto que hay un cine muy fantástico y muy maravilloso, el que he tratado de hacer últimamente, pero tienes que entresacar elementos muy íntimos, elementos que a veces conoces y a veces no, y entonces es un poco terrible. Sí, pienso que la próxima película va a ser distinta, ya te digo, mucho más epidérmica.