1 de junio de 2008

Las confesiones de Jean Genet

El novelista, poeta y dramaturgo francés Jean Genet nació en París el 19 de diciembre de 1910. Fue hijo natural de una prostituta y tanto en su niñez como en su adolescencia y hasta bastante después de pasar la treintena, se dedicó al robo y al hurto. Así, pasó gran parte de su juventud en prisiones donde acabó prostituyéndose, lo que lo llevó a enfrentar una larga serie de procesos por robo y prostitución homosexual.
En 1947, habiendo sido ya detenido diez veces por robo, fue condenado a cadena perpetua. Mientras estaba en la cárcel, se dedicó a escribir y consiguió publicar varios libros, y debido a su creciente prestigio literario, un grupo de escritores franceses -entre ellos Jean Cocteau (1889-1963) y Jean Paul Sartre (1905-1980)-, pidió y consiguió su liberación en 1949.
Su primera novela, un trabajo autobiográfico acerca de la homosexualidad y la vida en los bajos fondos, fue "Notre Dame des fleurs" (Nuestra Señora de las flores, 1944), a la que siguieron "Journal du voleur" (El diario de un ladrón, 1949), "Miracle de la rose" (El milagro de la rosa, 1951) y "Pompes funébres"
(Pompas fúnebres, 1953). La prosa de Genet, que pintó básicamente los aspectos grotescos de la existencia humana empleando el lenguaje propio de los bajos fondos, refleja una profunda rebelión contra la sociedad y sus convenciones. También incursionó en el teatro, medio en el cual logró sus obras más impactantes: "Les bonnes" (Las criadas, 1947), "Haute surveillance"
(Estricta vigilancia, 1949), "Le balcon" (El balcón, 1957), "Les négres" (Los negros, 1959) y "Les paravents" (Los biombos, 1961), todas obras en las que intentó subrayar la falsedad de los valores sociales y políticos. Además escribió el libro de poemas "Le condamné a mort" (El condenado a muerte, 1942). Si bien en un principio fue considerado un escritor pornográfico, más tarde fue definido como un existencialista preocupado por los problemas de la identidad y la alienación. En 1983 obtuvo el Grand Prix National des Lettres, el premio nacional de las letras francesas.
De "L’ennemi déclaré: textes et entretiens" (El enemigo declarado: textos y entrevistas) publicado póstumamente en 1986, es el siguiente texto:
"A la sociedad, tal cual ustedes la hicieron, la odio. Siempre la he odiado y vomitado. Ante todo porque me trató cruelmente, odiosa­mente, desde mi primer berrido. Soy hijo de la Asistencia Pública y fue en un reformatorio como el que describí en el 'Milagro de la Rosa' que aprendí la vida. Desde que descubrí en el arte literario un desagüe, mi odio cobró otra forma, menos personal, que no traduce ya un impulso interior, más o menos accidental, sino que se desprende de una filosofía iluminada por la experiencia. Del rencor brotó una idea. Y esta idea se vuelve, a medida que avanzo en mi obra, más serena y más indestructible. Lo sé, soy testigo: el orden social no se mantiene sino al precio de una infernal maldición que golpea a los hombres. El más vil, el más nulo de ellos está mil veces más cerca de mí -les guste o no- que cualquier burgués virtuoso y bien provisto. Me convertí para siempre en el intérprete del desecho humano, del residuo que se corrompe en las prisiones, bajo los puentes, en el fondo de la fétida pudrición de las ciudades. No tengo ninguna sociedad para oponer a la de ustedes: no es asunto mío. Yo soy el poeta que salió de entre los malditos, que son los que prestan su voz para que mi boca grite, cante, escupa impre­caciones e injurias. Y nada, ningún arreglo, ninguna reforma, va a poder apagar jamás el fuego que el desprecio y la persecución me encendieron en el pecho. Mis novelas están hechas del líquido que segregan miles de corazones resecos y pisoteados. Peor para ustedes si esté líquido es espantosamente corrosivo. Pero es calmante, también, para quien lo sabe usar, mis hermanos de miseria y desesperación. La violencia que pongo en mis libros, las audacias que me tomo no hacen sino ocultar un pudor que ustedes, gente del orden y la razón, son incapaces de comprender. Si supie­ran revolver la basura que yo junto adrede, encontrarían mi secreto, la bondad; amo a los hombres, les deseo el bien; no hay uno solo, por soberbio u orgulloso que pueda parecer, a quien yo no le haya visto temblar la mandíbula o sangrar los pies; y así lo reconozco, bajo sus máscaras de idiotas o de monstruos. Y entonces entran en mí, se desahogan en mi poesía".
"Hace diez años que no publico nada nuevo. Algunas obras de teatro después del 'Diario de un ladrón'. Voy a hacer otras, más teatro; una sobre los negros; y ya van a ver ustedes cómo hablarán; la gente va a quedar atónita. Después voy a escribir un gran poema sobre la muerte. Un hombre como yo ve la muerte por todas partes, vive siempre con ella. Va a ser un libro totalmente inesperado, impre­so en grandes páginas que en el centro van a tener otras más pequeñas, el comentario del relato, que habrá que leer al mismo tiempo que el relato. Al final, una explosión lírica que se titulará también 'La muerte'. Algo absolutamente inédito, fondo y forma. ¡Ah, mi obra sólo está empezando! Cuando se desarrolla, se libra de mí, se vuelve un objeto".
"¿Si respeto algo o a alguien? Sí, vea, un escultor que se murió hace poco... Jean Paul Sartre, que es la inteligencia y la probidad en persona... Y Rembrandt... ¿Conoce Rembrandt? ¡Es prodigioso! Soy pederasta, todo el mundo lo sabe. ¿Qué es un pederasta? Un hombre para quien, en principio, todo el sexo femenino, la mitad de la humanidad, no existe. Además, un hombre que, por su naturaleza misma, se opone a la marcha del mundo, que se niega a entrar en el sistema con el que está organizado el mundo entero. El pederasta lo rechaza, lo niega, lo socava, quiera o no hacerlo. Para él, el sentimien­to amoroso es nada más que idiotez y estafa; no existe más que el placer. Vivir de sorpresas, de cambios, aceptar los riesgos, exponer­se a los insultos: todo lo contrario de la obligación social, de la comedia social. Entonces, si el pederasta consiente en mayor o menor medida hacer su papel en esta comedia, como Proust o como Gide, trampea, miente; todo lo que dice se vuelve sospechoso. Mi imaginación se sumergió en la abyección pero, a partir de ahí, es noble, es pura. Me niego a la impostura; y si a veces exagero, empujando héroes y aventura hacia lo horrible o hacia lo obsceno, es en pos de la verdad. Los novelistas de hoy lo olvidan demasiado: la novela es un rito, una ceremonia, una misa que hay que celebrar con una gravedad atenta y temible. Sobre todo ¡nada de ironía! Nunca me burlo de nadie. Tengo mucho que hacer amando y odiando".
En sus últimos años fue abandonando la literatura para adherir a la causa de "los proscritos y oprimidos" de la sociedad. Así por ejemplo, se solidarizó con los "Black Panthers" (Panteras Negras) de Estados Unidos, luchó por la situación de los inmigrantes magrebíes en Francia y más adelante escribió en defensa del pueblo palestino. Murió en París el 15 de abril de 1986 y está enterrado en el antiguo cementerio español de Larache, Marruecos, frente al océano Atlántico.