20 de agosto de 2007

Alfred Hitchcock, el hombre que sabía demasiado

Los diversos géneros cinematográficos siempre han te­nido algún gran maestro que ha sabido exprimirlos para conseguir una mayor perfección co­municativa de cara al público. Así, por ejemplo, al referirnos al “western” hay que hablar siempre de John Ford, y si es del humor de lo que escribimos tenemos que mencionar ineludiblemente a Chaplin.
Pero en la industria del cine sólo, hasta hoy, ha existido una persona que ha creado una especialidad fílmica. Un inglés nacio­nalizado norteamericano, de cara redonda y simpaticona, que ha conseguido que millones de per­sonas "sufrieran" a gusto con sus realizaciones: Alfred Hitchcock, el hombre que por una ventana indiscreta… creó el suspenso.
Alfred nació en el suburbio londinense de Leytonstone, el 13 de agosto de 1899. Tenaz y persuasivo, consiguió ser lo que se propuso. Hijo de un importante comer­ciante, de familia católica, fue educado por el colegio jesuita de San Ignacio en Londres. Una experiencia que le conformaría el carácter y el modo de sentir como más adelante confesaría. Pero la personalidad del mago del suspenso se creó, en parte, a causa de un pequeño trauma in­fantil. En el verano de 1904, cuando contaba sólo cinco años de edad, fue reprendido por su padre quien le dio una nota para que la llevara a la comisaría de policía que había próxima a su domicilio. Así lo hizo Alfred, quien se la entregó al sargento de guardia. Este la leyó diciendo: "¿Así que has sido malo, Alfred Hitchcock? Sólo hay un modo de tratar a los niños malos..." y a renglón seguido metió al pequeño Alfred en una celda y cerró con llave. Según confesó el realizador, "fueron los peores cinco minu­tos de mi vida. Pero hicieron nacer en mí una idea fascinante hacia el miedo... "
Los traumas infantiles no le abandonarían en toda su vida. Y, según comentaba él mismo poco antes de fallecer: "Le sigo te­niendo el mismo miedo a la poli­cía que le tenía cuando era niño. En mis filmes trato de analizar siempre el asesinato, la aventura desde el punto de vista de un ser ¡nocente. Es una forma de sentir­me libre de toda amenaza..."
Después de estudiar con los jesuitas se matriculó en la Escue­la de Ingeniería, pero debió interrumpir súbitamente sus estudios por la muerte de su padre. Se lanzó a la vida activa: entró como empleado en una compa­ñía telegráfica e inició paralela­mente unos cursillos en la Universidad de Londres, dentro de la sección de Bellas Artes, para aprender dibujo. Va naciendo en él la afición al cine. En 1920 un amigo le co­locó en la “Famous Players Lasky”, como dibujante de rótulos y anuncios para diferentes filmes (en aquella época el cine era mudo y precisaba de rótulos que servían para configurar los diálo­gos). A partir de aquí empezó a familiarizarse con las técnicas cinematográficas, pasando a actuar como ayudante de direc­ción y guionista.
Su primera película como di­rector fue “El jardín del placer” que rodó en Munich en 1925. Pero su primer éxito fue en 1926 con “The lodger”. Produjo, a conti­nuación, varias películas de me­nor importancia dirigiendo en 1929 “Blackmail”, la primera cinta inglesa hablada.
Realizó, después, varias de sus obras maestras: “El hombre que sabía demasiado” (1934) y “39 es­calones” (1935), lo que dio lugar a que se fijara en él el productor David O. Selznick, quien le contrató para dirigir en Hollywood "Rebeca", basada en el best-seller del mismo nombre de Daphne Du Maurier. Para la interpretación fueron llamados Joan Fontaine y Lawrence Oliver. El éxito fue apoteósico y el mito comenzó a nacer. No dejaría prácticamente de dirigir ningún año desde esta fecha hasta 1966. Y aún después nos legó tres títulos: "Topaz", "Fre­nesí" y "Family Plot", realizada en 1976, que sería su último filme concluido.
Alfred Hitchcock ha dirigido a una gran cantidad de actores y actrices famosos, pero ha pasado a la historia del cine, también, por ser uno de los pocos realizadores a quien el público ha ido a ver por sí mismo y no por el prestigioso elenco de estrellas que tuvo a su servicio. Decir que estrenaba película Hitchcock era sinónimo de éxito y a nadie se le ocurría, en princi­pio, preguntar quiénes eran los principales actores que interve­nían en la cinta.
Eso sí, como humano que era, y muy maniático además, tenía sus preferidos. Gregory Peck, Cary Grant y James Stewart en títulos como "Encadena­dos", "El proceso Paradina", "La ventana indiscreta" y "Vértigo", eran de sus favoritos en los personajes masculinos; Ingrid Bergman, Grace Kelly, Kim Novak, Tippy Hedren, Mar­lene Dietrich y Doris Day esta­ban entre las favoritas de sus ac­trices. Pero con una precisión no casual. Todas rubias. Y es que una de sus manías era precisa­mente su pasión por las heroínas de cabellos rubios.
Hitchcock es catalogado como el mago del suspenso, género que perfeccionó y delimitó separándolo claramente del denominado de "misterio". Según comentaba el propio director, solamente rea­lizó un filme de este otro género en 1931 al que tituló "Asesinato". "La diferencia radica en que una película de misterio es un ejercicio intelectual, un rompecabezas. No hay emoción alguna -decía Hitchcock-excepto la que se experimenta al final y consistente en la sorpresa."
El suspenso para sir Alfred exigía información. Basado en elementos sencillos para conse­guir una mayor atención del espectador: "hay que conseguir un sobresalto y un sufrimiento continuo en el público que man­tiene el dramatismo continua­mente". Para aminorar el peso de las situaciones graves, Hitchcock solía intercalar unas leves notas de humor o, como prolegóme­nos a una situación tensa, intro­ducía el factor de la ambigüe­dad. Así sus "malos" no se sabía si lo eran realmente o se trataba de un complot generalizado en contra del protagonista. Él mismo se metía en panta­lla, no sabemos si a modo de rú­brica de su obra o por otra de tus muchas manías, para apare­cer unos segundos en un ángulo, en un recorte de periódico o de simple paseante. Una intriga añadida a la del guión, con tintes de humor típicamente inglés.
Sempiterno maniático, era un bromista muy particular con un sentido del humor inglés mezclado con cierta cantidad de humor negro. Así una de sus bromas favoritas consistía en de­jar abandonado en los taxis un paquete misterioso. Al abrirlo, el taxista se encontraba una enigmática tarjeta que decía: "El cri­men no paga".
"Una de mis mejores veladas -solía contar Hitchcock- fue una en la que puse a una mujer muy elegante a la cabecera de la mesa. Era una mujer mayor. To­dos se preguntaron quién era, pero yo contesté que no lo sabía y que estaba tratando de averi­guarlo. Nadie, durante la cena se atrevió a preguntar quién era. En realidad la había contratado yo. Lo hice para probar que con un aspecto correcto se puede salir airoso de cualquier situación." Pero una de las más maca­bras que gastaba era la de invitar a su casa a los recién conocidos y ofrecerles que rebuscaran en su nevera y se sirvieran ellos mis­mos. En realidad Hitchcock guardaba en el refrigerador una muy fiel reproducción de su ca­beza en tamaño natural que arrancaba más de un grito histé­rico entre sus "víctimas amisto­sas".
Entre sus numerosos films se destacan "Cuéntame tu vida" (1945), "La soga" (1948), "Pánico en la escena" (1950), "Extraños en un tren" (1951), "Mi secreto me condena" (1953), "Crimen perfecto" (1954), "La ventana indiscreta" (1954), "Para atrapar a un ladrón" (1955), "El hombre que sabía demasiado" (1956), "El hombre equivocado" (1956), "Vertigo" (1958), la extraordinaria "Psicosis" (1960) y la inolvidable "Los pájaros" (1963), por citar sólo algunos de tantos éxitos.
Recibe un homenaje en Nueva York por la Sociedad Cinematográfica del Lincoln Center, acudiendo con Grace Kelly a la ceremonia. En 1979, el American Film Institute le otorga el premio a la labor de toda una vida. Ese mismo año, la reina Isabel II del Reino Unido le otorga el título de Sir (Caballero). Un año más tarde, el 29 de abril de 1980, fallece en su casa de Los Angeles a los 80 años de edad. En la actualidad son muchos los directores que reconocen la influencia que ha ejercido sobre sus obras el legado de Alfred Hitchcock.
Ahora, que ya han pasado algunos años desde que su corazón dejó de latir, es un buen momento para recordar a este genio del cine que consiguió cuatro Oscars para sus películas, era Caballero de la Legión de Honor francesa, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Har­vard y todo un sir inglés.Un hombre que terminó feliz sus días en compañía de su mu­jer Alma, "la duquesa", como la llamaba Hitchcock. Un apelli­do que sigue llenando las salas de proyección donde se pasan sus películas y que ha quedado liga­do a la historia del cine como... un hombre que sabía demasiado.